
Siempre he tenido la sensasión de haber llegado tarde a muchas cosas. Sensación que la Vida se encarga de confirmarme con pequeños y banales detalles como éste. Me enganché a Sexo en Nueva York cuando la mayoría de mis amistades ya estaban hartas de esta serie, gracias a los esfuerzos de la cadena televisiva COSMO por ponérnosla hasta en la sopa.
Esta mañana he visto los dos últimos capítulos, que tuve la precaución de grabar ayer, porque los ponían a la hora en la que me reúno, como cada viernes desde hace casi veinte años, con mis amigas del alma, para darnos al vicio (cartas y Scrabble) y al abuso (palomitas con coca-cola), y poner sobre el tapete alma, corazón y vida. En el último, la inefable Carrie Bradshaw (personaje que me produce algún que otro sarpullido), rescatada por su príncipe azul de las garras de un ruso que la había llevado a París para luego pasar de ella como de la mierda, se reencuentra con sus amigas en la cafetería de siempre y les dice: No sé qué hubiera sido de mí si no os hubiera conocido.
La amistad es una de las cosas a las que no he llegado tarde. Y, desde aquí os lo digo, amigas mías, yo sí sé qué hubiera sido de mí si no os hubiera conocido.
Y, porque lo sé, doy gracias al Universo, cada día de mi vida, por haberos puesto en mi camino.