miércoles, septiembre 08, 2010

La vida mágica de los fotogramas, y las palabras

Ni sé, ni me importa, lo que opinan los gurús de la crítica cinematográfica, esos que ponen a Sofía Coppola o Isabel Coixet de vuelta y media —sospecho que porque son mujeres—, sobre esta película.

Sé que me conmovió la relación que establece ese cincuentón casi analfabeto, que interpreta Gérard Depardieu, con la anciana con la que se encuentra en el parque, Gisèle Casadesus, con la conductora de autobús de la que se enamora, Sophie Guillemin, con el resto de personajes que pueblan la historia.
Sé que, una vez más, en el momento justo —justo cuando voy a reincorporarme al aula después de cinco años de ausencia—, una película pone en imágenes —ésas que, según
Pilar Aguilar, "penetran, para lo bueno y para lo malo, en el núcleo duro de nuestras emociones sin pasar por el filtro de la razón"— lo que he leído y escuchado tantas veces, la última hace una semana a Francesco Tonucci, alias Frato, para que lo tenga presente, para que no se me olvide.
Pero, sobre todo, sé que disfruté cada uno de los minutos de su metraje; que salí del cine con una sonrisa en el alma.
 
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