Cada Navidad, en casa de G, uno de los ahijados de mi abuelo José, se abría el arcón de la memoria y se sacaban las fotos*. La que más intrigaba al joven G era esta.

Cada Navidad, G, le preguntaba a su madre de quién podría ser la mano que se posaba, con gesto familiar, tranquilo y gozoso en el hombro de su padrino, un ser entre la leyenda y el misterio, a quien recuerda con auténtica devoción:
Venía a mi casa con regularidad -adoraba a mi madre, que era su sobrina y que le había librado en circunstancias increíbles de un seguro "paseo" hacia la muerte- y traía siempre, a comienzos del otoño, una tortilla de setas que compraba en el único restaurante de Oviedo que las cocinaba. [...] Mi madre siempre le pedía que le cantara una tonada, y lo hacía en voz baja con una calidez transida que emocionaba.
G preguntó muchas veces a su madre de quién podría ser aquella mano misteriosa, pero ella, quizás porque la foto se la habría proporcionado de esa guisa mi abuelo, nunca supo responderle y G creció con la intriga.
Hace un par de años, por estas fechas, uno de nuestro periódicos locales publicó la foto entera y G pudo, ¡por fin!, descubrir de quién era la mano que se posaba en el hombro de su padrino.

La memoria fotográfica había tardado medio siglo en recuperarse.

(Los integrantes de La Barraca, durante su estancia en Oviedo)
*Fragmentos extraídos del artículo que publicó el ahijado de mi abuelo agradeciendo al periódico local haberle desvelado unos de los misterios de su infancia.