sábado, julio 10, 2010

La vida agradecida de las palabras

Ya sé que estaréis pensando que soy una desaboría, que con todas las palabras tan ideales que me habéis dedicado a raíz de mi post anterior no he encontrado ni un minutín para responderos ni para devolveros la visita a vuestros blogs.
Tenéis razón. Bueno, un poquitín de razón.
El caso es que, tener, voy teniendo un poco más de tiempo. Como el trabajo que he desarrollado durante estos cinco últimos cursos ya me tira del aire y, a mayores, fruto de mi mala cabeza las tensiones laborales se me ha revuelto la hernia discal y estoy yendo a rehabilitación, porque tengo la espalda plagadita de contracturas, tal que un cocido madrileño de garbanzos gigantes, como los de Gulliver en el país de los ídem, pero no he pedido la baja porque, total, pal tiempo que me queda en ese convento no me merez la pena y, oyes, con el trimestrito que he tenido, que tal pareciera que me pagaran el mismo sueldo que al director de la Agencia F, que me cae estupendo y todo, Álex Grijelmo, pero que para mí quisiera yo sus retribuciones, me estoy tomando las cosas con más calma y dedicándome a otros menesteres, a saber, dos puntos,
-Jugar al golf con la mi Marcelilla todo lo que puedo.

Subida al tee del 8 en Las Caldas

-Pasarme cinco días, cinco, en un balneario, a todo lujo y alcanfor con la mi M, a fin de reponernos, ambas, del trajín de este jodío curso y, de paso,

La mi M en la habitación del hotel del Balneario
aprovechar para hacer un recorrido turístico y cultural por la zona.

El mi S. Martín de Frómista de mis entretelas
Luego, por qué no decirlo, es que como estoy tan hartita de ordenador, pues, que no lo enciendo, en mi casa. Y, claro, si no lo enciendo, mal voy a responder a vuestros cariñosos, a la par que jocosos, comentarios, a actualizar ni a visitaros.
Ahora bien, desde aquí os lo digo, la auténtica y verdadera causa por la que estoy alejada de esta panalla, es porque el tiempo que me queda libre se lo dedico a ella.

La mi Becket (¿no ye una monada?)
Sí, queridas amigas, amables lectoras, público en general, la tele ha vuelto a regalarme (¡Loada sea la Señora, loado sea su Santo Nombre!) un personaje de ficción con el que alimentar mis fantasías erótico festivas de transición al celibato total (XXXVIII): la inspectora de homicidios Kate Becket, de la serie Castle. Serie que desprecié en su día por el tema del hartazgo de los protagonismos masculinos, pero que, ¡oh sorpresa!, resulta que un día, haciendo zapping durante la publicidad de otra serie, cuyo nombre se me ha borrado de la memoria a causa del impacto visual, voy y, ¡zas!, me encuentro con ELLA. Y prendeme, oyes, pren-de-me. Así que, aquí estoy, prendada y con la gran suerte de que como la pillé a más de la mitad de la segunda temporada, y me están reponiendo la primera, téngolo casi todo por ver, y contemplar. A esto lo llamo yo tener suerte en esta vida.
¡Hala, guapinas!, voy a hacer las tareas propias de mi condición, que he quedado con lamirmana y la mi Marcelilla para hacer dieciocho hoyos, dieciocho, a primera hora de la tarde.
Japi güi ken, beibis.
 
Free counter and web stats