sábado, octubre 21, 2006

La vida déspota de las palabras


La profe de mate entra en el aula. Observa con displicencia al grupo de adolescentes que la aguarda con la libreta y el libro abiertos sobre la mesa, como ha indicado. Una libreta, ha dicho, nada de hojas sueltas, que luego no sabéis dónde las ponéis.
–Profe, le había dicho una alumna, es que yo uso un archivador y cuando llego a casa lo pongo en una libreta de anillas, así no cargo con tantas libretas (seis clases, seis libretas, seis libros, catorce kilos de peso en la mochila).
–He dicho libreta, y libreta, no se hable más. Que ya sé yo con quién trato.
La profe de mate pasea sus ojos por la clase y los detiene en la pizarra. Sonríe. No hay tiza, y como sin tiza no se puede escribir en el encerado, dictaré la lección. Y sin mediar palabra comienza a dictar una fórmula trigonométrica. El grupo protesta, no pueden seguirla, no se enteran (y tienen diecisiete, y cualquier motivo para la algarabía les viene bien). La delegada levanta la mano. Una inclinación de cabeza de la profe le indica que puede hablar.
–Si quieres voy a conserjería a por tizas...
–¡A Jefatura de Estudios! ¡Inmediatamente!
–Pero profe...
–Baja a Jefatura, ya.
–Y, ¿qué les digo?
La profe señala la puerta con el índice. La alumna baja a Jefatura y vuelve a subir. Al entrar de nuevo en su aula ve, al pie de la mesa, un trozo de tiza. Lo coge, lo pone sobre la mesa de la profesora y se sienta.
–¿Qué te han dicho en Jefatura?
La alumna se inventa una respuesta:
–Que si vuelvo a bajar por cualquier cosa que me ponen una amonestación.
En Jefatura han escuchado su versión, se han mirado y la han devuelto a su clase con un Anda, María (pongamos que se llama María), vuelve a clase y deja de dar la lata, que ya eres mayorcita.
La profe sigue dictando sus fórmulas, pero la clase ya se le ha ido de las manos. Todo el mundo cuchichea, comenta la jugada... La profe fija sus ojos en María.
–Quieres hacer el favor de callarte, ¿es que no has tenido bastante por hoy?
–Pero, profe, si está hablando todo el mundo, ¿por qué se lo dices a ella?
–A ti nadie te ha dado vela en este entierro, ¿quieres que te baje a Jefatura, a ti, también...
De pronto, sus ojos se detienen en el trozo de tiza que María ha dejado sobre la mesa. Vuelve a mirar a la alumna en cuestión.
–¿De dónde ha salido esta tiza?
–Estaba en el suelo, profe –responde María.
–Baja a Jefatura.
–Pero, profe, si yo sólo la he cogido del suelo...
–Es que no me has oído. Que bajes a Jefatura inmediatamente.
–¿Y qué les digo?
–Desde luego, María, lo tuyo no tiene pase.
La profe saca de su carpeta un Parte de Incidencias.
–¿No era esto lo que estabas buscando? Pues ya lo tienes.
Garabatea la causa de la amonestación, se la tiende a la muchacha y le ordena que baje a Jefatura. Falta de respeto a un/a profesor/a o a un/a compañero/a. Falta leve. Acumulación de tres faltas leves, una grave. Tres faltas graves, sanción. Posible expulsión.
María sale por la puerta en dirección a Jefatura.
–Para mañana, dice la profe, todos los ejercicios de la página 16.
Son doce ejercicios. La chavalería protesta. La profe recoge sus bártulos y sale del aula.
Tampoco hoy ha habido clase de mate. Y van dos, esta semana. El miércoles, la profe no pudo dar la clase porque el borrador estaba en el suelo y, Como comprenderéis, no voy a agacharme yo a recogerlo, así que abrís el libro por la página 14 y hacéis todos los ejercicios.
En el aula, Primero de Bachillerato de Ciencias Sociales, dos decenas largas de adolescentes. El 80% con media de notable en Secundaria. Tres alumnas con media de sobresaliente.
Avilés, a 20 de octubre de 2006

domingo, octubre 15, 2006

La vida pública de los titulares de prensa (II)














Los expertos piden que los docentes rindan cuentas de su trabajo
En las mesas de debate se destacó la necesidad de que los maestros puedan desarrollar su trabajo de forma digna y eficaz y en un entorno favorable que lo haga posible.
¿A qué nos referimos con eso del entorno favorable? Aulas que no se han pintado en diez años, o más; desconchones en las paredes; chicles en el techo; pintadas rupestres; goteras; suciedad; luz mortecina (no todos los fluorescentes dan luz); ventanas sin cortinas ni persianas; mobiliario digno de una chatarrería (tanto para el alumnado como para el profesorado); pizarras en las que ya no se puede ni escribir; ausencia de armarios, estanterías o tablones de corcho. Baños sin tapas en los sanitarios, ni papel higiénico, ni secamanos, incluso sin grifos. Pasillos desnudos. Patios con firme irregular, en los que comparten espacio las canchas con el aparcamiento del personal. Etcétera, etcétera, etcétera.
En este aula, y en otras parecidas he desarrollado, yo misma, mi labor docente, de una forma muy digna, eso sí.
 
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