martes, abril 19, 2011

La vida placentera de los momentos

Resulta que mi cuerpo y mi mente se han puesto de acuerdo, por una vez, y han decidido que, al menos durante estos primeros días de vacaciones, lo que más les conviene es lo del relax total-confort-visa, tal que ofertaban algunas en la sección de Contactos de los periódicos de este país, sólo que sin dejar temblando la Visa, porque no la tengo. Que nada de ir adelantando trabajo para el tercer trimestre; que nada de lanzarme a los campos del golf, cual posesa; que nada de limpiezas de primavera; que nada que me suponga el mínimo esfuerzo físico o mental. Que me deje de planificar los días, de la mañana a la noche, y que esté muy atenta a lo que me piden en cada momento, que los tengo hasta las cejas de tanta actividad febril.
Total, que me han puesto a levantarme a horas prudenciales —nunca antes de las nueve—, a tumbarme en el sofá, a dormir siestas inmensas, a leer, a pasear por Xagó, a hacer todos los crucigramas de El País, que coleccioné durante el invierno, a visitar blogs y a ver películas y series, a troche y moche.

El mi sofá nuevo, en el que soy capaz de pasar horas y horas tumbada sin que se me resienta el esqueleto

Inauguré la temporada con los regalos de cumple del mi amigo Edu: La maleta de mi padre, discurso de aceptación del Nobel turco Orhan Pamuk, y, Estupor y temblores, de Amélie Nothomb, que ya me había recomendado, al principio de nuestra relación bloguera, My dear Canyon of Colorado. Ambos cayeron en Xagó. El primero durante un paseo, el segundo, al día siguiente, sentada bajo la sombrilla, ora atrapada en la lectura, ora contemplando el oleaje, ora dormitando. Me han fascinado ambos, cada cual en su estilo. Tanto, que esta mañana he ido a comprar Cosmética del enemigo, que pienso cepillarme esta tarde, después de la ración correspondiente de Navy investigación criminal, que me tiene sorbido el seso esta temporada, y a encargar Me llamo Rojo.

Atardecer del domingo en Xagó

Leo, a ratucos, Parando en Villalpando, de Maxi Rodríguez, escritor local y de localidades, regalo de la mi Marcela. Ratucos de risas, como este fragmento de La peña Mozart que transcribo:

—¿Cuál es su relación con otras peñas?, ¿es cierto que han denunciado a varios hooligans del Barroco por hacer pintadas contra "Don Giovanni"?
—¡Home, ye que jodiéronme la pizarra del menú del día! El tema ya ta en manos de abogaos, eso llévalo Viliulfo. Pero con las demás no tenemos ningún problema. Hicimos un amagüestu con "Los Amigos de Rosinni" y "El frente Shubert", de Tineo. Sólo hay mal rollo con la "Peña Stravinsky", de Noreña, porque anden poniendo a parir al allegro del concierto nº 20 en re menor, y no tienen cojones de decínoslo a la cara.
Ayer vi Salt y Phillis Morris, te quiero, recomendación del mi amiguin S, que me dejó un regustillo agridulce. La de Anjelina, sin comentarios. Muy mona, ella, muy Burn, hecho mujer. Punto.

¿Hasta dónde podemos llegar cuando queremos a alguien más de lo que nos queremos?

En fin, que estoy disfrutando a todo disfrutar en la tranquilidad de mi hogar haciendo lo que me piden i cuerpo y mi mente en cada momento.
Y hora me voy a comer, que parez que me lo va pidiendo el cuerpo, y a echar una siestita, que me la piden al unísono.

A ver si luego quieren llevarme a Xagó. A ver.
 
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