lunes, agosto 09, 2010

La vida torticera de las acepciones



En “La tienda de las palabras” (Jesús Marchamalo, Siruela 2002), había una tienda en la que, como su propio nombre indicaba, se compraban y vendían palabras usadas, antiguas, curiosas.
Muchas de las personas de mi entorno —incluso yo misma, antes de comprobar, en mí, su efecto devastador— darían hasta su plato de lentejas por poseer una palabra, y todo lo que significa.
He observado en quienes la poseen, en quienes la buscan con desesperación, en quienes la tuvieron y la perdieron, el mismo grado de ansiedad. Cada cual por un motivo diferente, pero el mismo grado.
Quienes la tuvieron y la perdieron, suelen empeñarse en recuperarla, cueste lo que cueste, no importa cómo, ni en qué condiciones, llegando a conformarse con la acepción paupérrima, con tal de tener, aunque sea un reflejo.
Quienes la buscan, bien porque no la hayan tenido nunca, bien porque la tuvieron y la perdieron, convierten su vida en una cruzada similar a la del Santo Grial. Malvenden posesiones, sacrifican el sueño, la salud, y hasta los ideales, en búsquedas cuyo resultado suele ser catastrófico.
Quienes la tienen… ¡Ah, quienes la tienen!
Un pequeño porcentaje la disfruta, al menos durante los primeros momentos, o años. Otro, porcentaje, bastante más amplio, la enmarca a todo lujo y alcanfor, para que presida el salón de su casa, donde todo el mundo pueda verla. Otro la exhibe a la bendita pública en múltiples y variadas manifestaciones, pero la guarda, cuando nadie observa. Otro la mantiene a buen recaudo, no vaya a ser que se le antoje a alguien y se la arrebate.
Casi todas las personas que conozco, y aún estoy por encontrar a alguien que constituya la excepción que confirme la regla (aunque la mayoría de quienes la poseen tengan el convencimiento de ser esa excepción), añade una
acepción más a las que incluye el incompleto y sesgado DRAE.
Es esa acepción la que no estoy dispuesta a volver a incluir en mi diccionario particular. Es por ello que, la tuve —varias veces—, la perdí, o la tiré por el sumidero, y ya no la quiero.
GOLF: Ganar, no vamos a ganar, pero hemos hecho un torneo muy digno, hemos cumplido con el hándicap, lo pasamos muy requetebién y, lo que es mejor, hemos visto que nos complementamos a la perfección y el sábado jugamos en Llanes. ¡Que tiemblen!
 
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