sábado, diciembre 10, 2005

La vida íntima de las palabras


El contraste entre la realidad y el deseo, el vértigo insalvable entre lo que se quiere y lo que se es, es una de las características de esos seres inferiores que, por no saber vivir, pagan el precio de la literatura.
Xuan Bello. Paniceiros. ARETÉ, 2005

La vida mágica de las palabras


Los tres Baudelaire vivían con sus padres en una enorme mansión en el corazón de una ciudad sucia y muy ajetreada y, de vez en cuando, sus padres les daban permiso para tomar solos un desvencijado tranvía -la palabra "desvencijado", seguramente lo sabréis, significa, aquí, "inseguro" o "con posibilidad de escachararse"- hasta la playa donde pasaban el día como si estuvieran de vacaciones, siempre y cuando regresaran a casa para la cena.

(El comienzo de un libro nos ofrece la posibilidad de dejarnos llevar por la magia de las palabras. Algunos, como éste, también nos permiten recuperar una parte de nuestra infancia, cuando aún creíamos que el mundo era un lugar mágico)

jueves, diciembre 08, 2005

La vida maldita de las palabras


(Fotografía de Pep Bonet/Cover para EPS, noviembre 2005)

SIDA, violación, abandono, especulación, avaricia, corrupción, monopolio, interés comercial, industria farmacéutica...
No, no son malditas, las palabras, sino quienes crean la necesidad de inventarlas para nombrar la obscenidad de sus actos.

La vida política de las palabras


Presos talibán y de Al Qaeda en Guantánamo
(Fotografía de AP para El País. 20 de noviembre de 2005

Dice Condoleza Rice que EEUU no tortura, que va contra la Ley.

miércoles, diciembre 07, 2005

Agudeza visual (La vida secreta de las imágenes publicitarias)


A ver quién adivina qué es lo que se intenta vender con este bonito anuncio:
  1. Un cursillo acelerado de samba
  2. Una exposición de trajes típicos brasileiros
  3. Una parrilla-asador
  4. Una fiesta de disfraces carnavaleiros

(Solución: efectivamente)

En efecto...


Ya son sesenta y una las mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va de año, y la jerarquía eclesiástica española sigue sin abrir la boca, como no sea para exigir que se mantengan sus privilegios. Supongo que nadie se extrañará, pero no está de más recordarlo.
 
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