
Los tres Baudelaire vivían con sus padres en una enorme mansión en el corazón de una ciudad sucia y muy ajetreada y, de vez en cuando, sus padres les daban permiso para tomar solos un desvencijado tranvía -la palabra "desvencijado", seguramente lo sabréis, significa, aquí, "inseguro" o "con posibilidad de escachararse"- hasta la playa donde pasaban el día como si estuvieran de vacaciones, siempre y cuando regresaran a casa para la cena.
(El comienzo de un libro nos ofrece la posibilidad de dejarnos llevar por la magia de las palabras. Algunos, como éste, también nos permiten recuperar una parte de nuestra infancia, cuando aún creíamos que el mundo era un lugar mágico)
2 comentarios:
Hablando de magia, me acordaré de ti, cuando suba a uno de esos tranvías amarillos de Amsterdam. Siempre me han recordado a los tranvías de mi infancia.
Tempus dixit.
Tranvías amarillos... ¿Dónde pasaste tu infancia, Tempus?
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