jueves, marzo 01, 2007

La vida interesada de las palabras



Leo en uno de los periódicos locales de ésta, mi Comunidad Autónoma un artículo sobre la falta de disciplina en adolescentes y la importancia de la vestimenta juvenil en los centros públicos (en los concertados llevan uniforme).
Por la foto que acompaña al artículo observo que quien escribe es un muchacho joven, treinta y pocos le echo yo, de mirada limpia, gesto franco y tímida sonrisa. Se muestra comprensivo con la juventud y las modas (las modas son la leche y todos fuimos jóvenes), pero considera que, a imitación de otras Comunidades, Principado estudie la implantación de unas normas que regulasen la vestimenta, el uso de los móviles, y que atajesen la falta de disciplina de los alumnos..., para ponerlos en su sitio, más que nada, que estamos llegando a unos extremos ya, que válgame Dios y la Magdalena (María), oiga.
El artículo de este muchacho, que si lo hubiera escrito mi abuelo lo encontraría incluso lógico, no tiene desperdicio. Por supuesto, para evitar conflictos, encarrilar a los maulas y proteger a los buenos estudiantes, lo mejor es prohibir y sancionar. Me ocuparé del tema de las prohibiciones, que me tiene contenta, otro día.
Hoy voy a lo de la vestimenta, que también me ha parecido fascinante.
Cito textualmente:
[...] la manera de vestir y comportarse de la mayor parte de los jóvenes al ir a clase deja bastante que desear. El llevar una minifalda minúscula, un top ajustado, un tanga que asoma por el pantalón, el maquillaje, los móviles, los pantalones cayendo... Es decir: 5-1 (los móviles son unisex).
O sea, para variar, las peores (minifalda, tanga, top, maquillaje, móvil y pantalones caídos) ellas. Ellas son las culpables de todo, que revolucionan a los pobres chicos e incluso a los sufridos profesores, con esos modelos indecentes, esos maquillajes provocativos, esos... todo, hombre, todo, que ¡peor no pueden ir, ellas!
Bueno, pues así todo, oyes. Cuando se trata de ejemplificar lo negativo, qué casualidad, que todos los ejemplos se refieran a particularidades femeninas.
Hay quienes se rasgan las vestiduras, ya lo sabemos: Qué pesadez, qué incorrección, qué ignominia, duplicar el género. Que nadie ose atentar contra el canon. Que nadie me toque el masculino genérico.
Excepto cuando hay que repartir culpas, entonces si se habla de los acosadores y las acosadoras (porque hay muchas chicas que acosan a sus compañeros, que conste, y algunas, cuando llegan a mayores matan a los maridos, que hay hombres, lo dicen las estadísticas, que mueren a manos sus mujeres).
Excepto cuando se trata de exigir responsabilidades, entonces sí que se habla de padres y madres.
O cuando se trata de señalar defectos o carencias, por ejemplo en cuestiones tan sensibles como los accidentes de tráfico, entonces no se sólo habla de conductores, no, se habla de conductores y conductoras.
Aguzad el oído, y ya me contaréis.
 
Free counter and web stats