viernes, junio 15, 2007

La vida absurda de los pensamientos


Las personas (humanas) tenemos la cosa de que pensamos. O sea, que tenemos ideas flotando en la cabeza y según las vamos necesitando, las vamos utilizando. Por ejemplo, ante un acontecimiento, suceso, incidencia o circunstancia, se nos presenta, procedente de nuestro archivo, un pensamiento ad hoc.
Acontecimiento: suena el móvil.
Pensamiento(s): Es la mi moza, descuelgo; es mi jefe, que le den.
De este simple (en toda la acepción del término) ejemplo se deduce que cualquier acontecimiento, suceso, incidencia o circunstancia precisa de una reflexión, por mínima que ésta sea.
Sin embargo, cuando se trata de cuestiones complejas, incluso trascendentes, oyes, va y resulta que la reflexión brilla por su ausencia. O sea, que echamos la lengua a pacer, que diríamos en Asturias. Y cuando echamos la lengua a pacer, lo que nos salen son los pensamientos automáticos.
Y, ¿qué son los pensamientos automáticos? Según Luis Rojas Marcos (El País, 09.06.07), son los pensamientos que se forjan con prejuicios o generalizaciones irreflexivas (i-rre-fle-xi-vas) y suelen derivar en juicios tan negativos como desacertados.
Es decir, vamos por ahí dando consejos, sentenciando, hablando ex cátedra, diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer (porque no tenemos ni puta idea de lo que tendríamos que hacer nosotros), a base de pensamientos automáticos.
¡Hay que se joder, hostia, hay que se joder!
 
Free counter and web stats