
Que alguien me diga, por favor, qué hace esta pobre muchacha, con semejante florero (¿?), en semejante postura, y, sobre todo, qué tendrá que ver la susodicha bebida de soja con la escena.
Ahora bien, lo que hace el hombre está clarísimo. Mientras ella se entretiene con cualquier fruslería, decorando el hogar (con dudoso gusto, todo hay que decirlo, porque el florerillo no tiene pase), él, a lo suyo, que para las tonterías ya tiene a su mari: su ordenador portátil de última generación (será centrino, digo yo, porque el cablerío no se ve por ninguna parte...), también en pijama (para que no se diga que el tratamiento estético no es igualitario), su silloncete de ejecutivo (incluso en casa) y sus cosas, que son mucho más importantes (¡dónde va usted a parar!).