jueves, diciembre 22, 2005

La vida secreta de las imágenes publicitarias


Que alguien me diga, por favor, qué hace esta pobre muchacha, con semejante florero (¿?), en semejante postura, y, sobre todo, qué tendrá que ver la susodicha bebida de soja con la escena.
Ahora bien, lo que hace el hombre está clarísimo. Mientras ella se entretiene con cualquier fruslería, decorando el hogar (con dudoso gusto, todo hay que decirlo, porque el florerillo no tiene pase), él, a lo suyo, que para las tonterías ya tiene a su mari: su ordenador portátil de última generación (será centrino, digo yo, porque el cablerío no se ve por ninguna parte...), también en pijama (para que no se diga que el tratamiento estético no es igualitario), su silloncete de ejecutivo (incluso en casa) y sus cosas, que son mucho más importantes (¡dónde va usted a parar!).

miércoles, diciembre 21, 2005

La vida perversa de las palabras

¡Mujer tenía que ser!
¡CALLA!, que tú de eso no entiendes.
Se te va a pasar el arroz.
Es que, no es lo mismo tener una hija que un hijo.
A mí no me torea ninguna mujer.
En mi casa los pantalones los llevo yo.
Se viste así para que la miren.
No me extraña que la hayan violado, iba pidiendo guerra.
Y todavía hay mujeres que dicen que el lenguaje no importa.

lunes, diciembre 19, 2005

Mis palabras favoritas


En mi tierra, la mayor parte del año, no importa la estación, las nubes se enseñorean en el cielo. Las más de las veces nos regalan abundantes tardes (y mañanas, y noches) de lluvia; otras, se conforman con estar ahí, recordándonos que nuestro Paraíso Natural les debe tanto que no habría con qué pagarles, si se decidieran a pasarnos la factura.
En verano, sobre todo, escrutamos constantemente el cielo y observamos de dónde viene el aire (como venga de Galicia, malo, malo), con la esperanza de que el día aguante y podamos correr hacia la playa, a tumbarnos al sol cual lagartijas. En cuanto se abre un claro, por pequeño que sea, el comentario general se reduce a una sola frase:Parece que va a escampar.
Escampar podría traducirse, literalmente, por despejar, pero, para quienes vivimos aquí, en el Norte, escampar significa mucho, muchísimo, más que eso.

Liquidámbar


Definitivamente, mi liquidámbar se ha quedado sin hojas. Este medio día he recogido tres, de las que aún quedaban en el suelo, y que han ido a parar a los tres libros que tengo al retortero: La noche del oráculo, de Paul Auster; Las Olvidadas, de Ángeles Caso, y La voz dormida, de Dulce Chacón.
Ahora sólo me queda esperar a que vuelva a llenarse de hojas verdes y brillantes. Será en primavera.

domingo, diciembre 18, 2005

La imaginación al poder


Evidentemente, cambiaría el texto de Maruja Torres y lo escribiría así: Las personas adultas también tenemos amistades imaginadas, para adecuarlo a un lenguaje no sexista, en el que quepamos nosotras y ellos (que estoy hasta el moño -alto- de tanto masculino genérico).
Solventada la cuestión del lenguaje, me ha encantado encontrarme, precisamente hoy, este artículo de Maruja. Que sí, que es fantástico aprender, madurar y convertirse en una persona hecha y derecha. Pero también es fantástico permitir que la niña que llevamos dentro nos despegue de la realidad y nos ayude a mantener vivo el mundo mágico de nuestra infancia, o de nuestra adolescencia. Que todo vale, a la hora de imaginar, sobre todo, si esa imaginación convierte las lágrimas en sonrisas.

(A quien ella sabe, por lo que sabe)

La vida idealizada de las palabras (II)


(Tiza en una de sus posturas favoritas)

Excepto cuando era pequeña, Tiza, ha sido una perra muy tranquila, muy cariñosa y hasta un poquito mística. Siempre atenta a cualquiera de mis movimientos, procura estar todo lo cerca de mí que puede. Cuando como, se tumba a mis pies; si me meto en la bañera, se instala en la alfombrilla del baño hasta que salgo; compartimos sofá a la hora de la siesta y, por supuesto, duerme en mi cama, sobre una mantita que le pongo a los pies. Ahora, mientras escribo, está echada bajo la mesa del ordenador con la cabeza apoyada sobre mi pie derecho.
Contado así parece idílico. Y lo es. El único problema es que, por las noches, de la que se sube a la cama, se hace un ovillo en su manta, pero a medida que transcurren las horas, aprovechando que duermo como una marmota, va ganando terreno hasta solocarse en su postura favorita, es decir, estirada cuan larga es (tal y como se aprecia en la foto), y, claro, cuando quiero darme cuenta, la que pasa la noche hecha un ovillo, soy yo.
 
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