domingo, diciembre 30, 2007

La vida imprevista de los acontecimientos



Está visto que la mujer, en este caso yo, propone y el Universo dispone.
Ayer por la noche planifiqué mi día al milímetro. Levantarme temprano, pintar un trocito de mandala, con los Cuadros para una exposición, de Mussorgsky, de fondo, organizar mis artículos de prensa, planchar, pasear al medio día por Xagó, terminar allí La suma de los días, de Isabel Allende, tirarme en el sofá a ver unos cuántos capítulos The L Word, terminar el artículo que escribo para Ojos Verdes, hacer mi paseo nocturno con Bilbo y Tiza y rematar la jornada con otros cuantos capítulos de la serie en cuestión.
Aunque me acosté a las cuatro de la mañana, a causa de que no podía desengancharme de la pantalla, me levanté a una hora prudente para llevar a cabo mis planes, pero... amaneció lloviendo. La playa, al carajo. Así que decidí desayunar viendo un capítulo. Cayeron tres. Y si no fuera porque este par necesitaba salir a estirar las patas, juro que ni me hubiera levantado del sofá, pero me tiré a la calle a la una y media y, ya que no podía ir la playa, decidí que la mar viniera a mí en forma de percebes y centollo (como se puede ver en este gráfico), por supuesto del Cantábrico.
Puse la mesa, terminé de enfríar el Lambrusco rosado que tenía en la nevera, introduciéndolo en el congelador unos minutos, encendí la tele y el DVD, preparé el capítulo, y me dispuse a disfrutar, en compañía de "mis chicas L", de una comida de lujo.
El postre, dátiles del Mar Rojo, en el sofá, de donde me levanté a las doce menos cuarto, después de siete horas de sesión ininterumpida, para dar mi paseo con este par de almas benditas que no rechistaron en toda la tarde, pero que ya les tocaba salir un ratín.
Y ahora, en cuanto termine de colgar este post, allá voy otra vez, al sofá, la mantina a cuadros, mi sandwich de queso y los capítulos que me apetezca ver hasta que me caiga de sueño.
¡Cuánta razón tenías, Marcela, esta serie ye adictiva onde les haya!

jueves, diciembre 27, 2007

La vida detallista de las amistades


No es que le tuviera ganas a esta serie, no, es que me moría por verla. Pero que como lo de apuntarme al Canal+ no entraba, ni entrará, en mis planes, y como las versiones que andan rulando por ahí, que se descargan de Internet, no son compatibles con el mi deuvedé, que es finísimo y no se come cualquier cosa, ya me había resignado, cuando, héteme aquí, que el otro día va Marcela me llama por teléfono y me dice: Marmarita, que me he comprado las temporadas completas de L Word, ¿las quieres? Por poco me da un pasmo. Claro que las quiero, ¿cómo no las voy a querer?, le respondí, embargada por la emoción.
Y nada, que esta misma tarde, me las ha traído ella misma a mi casa (que ni he tenido que ir a por ellas, ni nada, oyes) y ahí las tengo, esperándome. Sólo con imaginarme la tarde de mañana (sola en casa, sofá, manta...), con semejante planazo a la vista, los ojos me hacen chiribitas.
En un tris estuve de ponerme a verlas según se fue, pero como ya me advirtió de que es una serie sumamente adictiva le dije a la impaciente que hay en mí que mejor poner una lavadora, recoger unas cosillas, contestar el correo, visitar mis blogs favoritos, que no había podido visitar estos días, sacar a Bilbo y a Tiza a dar su paseín y luego, ya, con la tranquilidad, ponerme a ello. Ya me tarda, pero aún me queda el paseo nocturno.
Aprovecho esta ocasión para constatar que quien tiene una amiga tiene un tesoro, es más, abundo, un tesoro que haría palidecer a los mismísimos Piratas del Caribe. Aclaro que no sólo por este detalle, ¿eh?, que conste, pero, ¿no ye pa comela?

sábado, diciembre 22, 2007

La vida melancólica de los recuerdos


(Rodiezmo, verano de 1964)
Hoy hace veintiún años que se murió mi padre. Cada año, por estas fechas, mientras el alumnado del colegio de San Ildefonso da el pistoletazo de salida a las navidades, yo añoro a mi padre.
De las muchas cosas que he heredado de él es el amor por la música. También por los libros, la lectura, la escritura, el arte. Pero, sobre todo, la música clásica y la ópera. Mi padre fue locutor de radio. Tenía un programa muy parecido a los Clásicos Populares de ahora, del que guardamos todos los guiones, y también transmitía la Temporada Oficial de Ópera desde el Teatro Campoamor, de la que conservamos decenas de libretos.
Uno de los primeros regalos que mi padre le hizo a mi madre fue una radio. Me cuenta mi madre que, cuando estaba embarazada de mí, se sentaba en la salita, dejaba una luz indirecta, cerraba los ojos y escuchaba con devoción las piezas que él programaba y los comentarios que hacía con su voz cálida, serena y armoniosa.
Así que, cada mañana del veintidós de diciembre, elijo alguno de sus fragmentos favoritos de ópera y la Rhapsody in Blue, de Gershwin, uno de sus conciertos predilectos para sumergirme en su recuerdo.

miércoles, diciembre 19, 2007

La vida pérfida de los sueños (y II)


Ayer fue el día. No hoy, como estaba previsto, sino ayer. Al final no fueron tres horas de reunión, sino tres porciones en el antes, durante y después, de uno de los cursos que organizo y al que ella (Ojos Verdes) asiste. La tercera porción en plena calle, con un frío ensordecedor, dedicada a quejas y lamentos varios (los suyos) y subirle la moral (yo), que la tiene al nivel de la sexta galería de la mina de La Camocha (ésa que va bajo el mar), la muchacha. O sea, hacerse cargo del panorama.
Claro, llegó un momento en el que ya se nos caía el moquillo y las orejas amenazaban con hacerse trizas a causa de la congelación inminente, así que le dije que estuviera atenta al correo electrónico que le iba a mandar mi opinión sobre los trabajos infantiles que me había enseñado y un comentario reposado sobre las cuestiones que me había planteado. Y nos despedimos.
Total, que esta noche, a eso de las cuatro de la mañana, me despierto y me sorprendo a mí misma recitando las siguientes palabras a modo de letanía: aprendizaje significativo, porfolio, aprendizajes formales e informales, pedagogía del tiempo...
A las seis y veinte: pedagogía del cariño, aprendizaje por proyectos, cooperativo, entre iguales...
A las siete y media: vuelta al aprendizaje significativo, el porfolio, la pedagogía del tiempo, etcétera, etecétera, etcétera.
A las ocho menos diez me levanto, desayuno, pinto un cachito de mandala, me siento al ordenador y pongo en limpio el resultado de mis sueños.
Pedazo de artículo me ha salido, pe-da-zo. Se me va a quedar Ojos Verdes con los ídem como platos, cuando lo lea. Ahora bien, del subidón, del que son responsables los personajes de la foto (ya puedes estar tranquila, Albahaca), ni rastro.
No hay mal que por bien no venga.

martes, diciembre 11, 2007

La vida pérfida de los sueños


La semana pasada soñé DOS veces, DOS, con Ojos Verdes. Pedazo de montaje romántico, oyes, pedazo de montaje romántico, ambas, las dos veces. O sea, lo que se dice, un peliculón-peliculón en toda regla, al estilo de, qué sé yo, ¿Petri Güoman?, que diría mi madre, pero sin la escena obscena de consumismo delirante.
Estoy desconcertada, a qué negarlo, y pelín alarmada. Porque yo, a lo consciente, tengo muy claro que no quiero nada con esa muchacha. ¡Si es que no lo puedo querer! Si es que, ¡no entiende! Y si entendiera, o entendiese, tiene, la pobre, un lagarejo* mental de tal calibre que tira p'atrás a quien logre acercarse hasta allí**, y yo ya no tengo edad, ni humor, para meterme en semejantes berenjenales, que en bastantes me he metido ya, cuando era más joven, aún, y mucho más inexperta.
Eso sí, como la rapaza lo merece y hace sus méritos (que los hace, ¿eh?, los hace), he dado en adjudicarle el papel de Aliciente Oficial. Pero..., Aliciente sin posibilidad alguna de promoción, es decir, que no pienso darme la oportunidad de cambiarla de categoría, o nivel, así me quede calva.
Lo que más me preocupa y, a la par, me desconcierta, es que creía haber alejado de mí el amargo cáliz de los amoríos románticos, que tantos estragos han causado en mí en el pasado. Pero, claro, después de haber soñado semejantes escenitas, dos veces, dos, la misma semana, ya no las tengo todas conmigo.
Y es duro, ¿eh?, es duro. Que llevo muuuuuchos años trabajándome el subconsciente, el inconsciente, el consciente, el ego, el yo y el superyo, para que ahora, así, a lo tonto lo bailo, se me caigan todos los palos del sombrajo, aunque sea a nivel onírico.
Estoy convencida de que la culpa de todo la tiene Hospital Central y la famosa escenita del Taquillazo, que tan magistralmente comenta La Enredadera en su blog. Menos mal que se acaba mañana, el Hospital Central, porque sería bien triste que por causa de una jodía serie televisiva, al nombre de Ojos Verdes le diera por envenenar mis sueños.
* Lagarejo (del galveño). Lío de proporciones descomunales.
** No hay ni un corazón que valga la pena. Miguel Bosé.

viernes, diciembre 07, 2007

La vida evocadora de los fotogramas



Esta semana he enterrado al último de mis tíos varones. Tenía ochenta y cinco años, pero pasó los últimos tres alejado del mundo la mayor parte del tiempo. Había días que ni conocía a mi tía, con la que compartió más de sesenta años, y le pedía que la llamara, que hiciera venir a aquella mujer guapísima de la que se enamoró y con la que envejeció.
Mi tío fue un hombre bueno (con sus cosas, como todo el mundo, pero bueno), recto, comprensivo, conciliador, generoso, alegre, divertido, trabajador honesto y esforzado, que dedicó su vida a su mujer y a sus cuatro hijos. Y a sus amigos, entre los que se encontraba mi padre, con los que se reunía, mientras pudo, cada tarde alrededor de un vaso, o dos, de vino.
Mi prima, con la que crecí, dice que tuvo una vida plena. Y así debió ser. Se desvivió por darles, a su mujer y a sus hijos, todo lo que él creía que necesitaban. Nunca le oí quejarse, ni pretender tener más de lo que podía conseguir con su trabajo. Nunca le oí criticar a nadie. Ni juzgar ni condenar.
En los últimos años, cuando los ictus cerebrales fueron mermando su consciencia y sus momentos de lucidez escaseaban, solía cantar las canciones de mi abuelo cuando estaba contento.
El suyo fue un atardecer muy parecido al que nos relata esta fantástica película que vimos el miércoles. A veces ausente. A veces consciente. A veces refugiándose en el pasado. A veces rebelándose contra la enfermedad que lo condenó a la inconsciencia y una silla de ruedas. A veces disfrutando plácidamente al sol del medio día, con la mirada perdida . A veces tomándose su vasín de vino a la hora del aperitivo, mientras su mujer y su cuñada, mi madre, se quitaban la palabra la una a la otra.
Sé que se fue con una espina muy grande clavada en el corazón, probablemente la misma que tendrá quien se la clavó, su hijo mayor, fruto de la incomprensión mutua, de los abismos que creamos cuando somos incapaces de mirar más allá de nuestras propias narices.

martes, noviembre 27, 2007

La jodida vida de los sueños



Esta noche, hacia las seis de la mañana, me he despertado en plan Arquímedes, convencida de que había dado con la clave para enfocar con éxito un trabajillo que tengo entre manos para, a renglón seguido, percatarme de que las cosas ya se estaban haciendo de esa manera, pero que qué cóño habrían entendido aquellas buenas gentes para desvirtuar lo que yo iba a proponerles como novedosa alternativa.
No sé si mi idea tendrá futuro, pero gracias a este episodio nocturno he tomado una decisión: hasta aquí hemos llegado (lo de "hemos" es un mensaje claro y contundente a un par de sinsustancias de mi pandillita interior que me miran con cara de a mí qué me cuentas, las muy...).
¡Que no, leches, que no! Que no sigo, ni un día más, con este ritmo de trabajo enloquecido que me he autoimpuesto (obligada por las circunstancias, eso sí). Que una cosa es trabajar para vivir y otra, muy diferente, vivir para trabajar. Que la educación de este país no se va a hundir porque yo baje el diapasón. Que hay vida, más allá del trabajo. Que hay otros mundos, pero están en éste, y hay montones (de mundos) que no tienen nada que ver con el curro. Que una cosa es tener vocación de servicio y otra darse al servilismo. Que no se puede pretender abarcarlo todo. Que yo soy funcionaria,¡joder!, y no cobro por horas, ¡leches! Y que, definitivamente, quien sea fea(o) que haga los recaos de noche.
Así que, desde aquí lo digo, hoy mismo empiezo a leer una novela. Y no se hable más.

sábado, noviembre 17, 2007

La vida mágica de los fotogramas


¿Sabéis cómo es esa sensación de salir del cine con el alma ligera y la sonrisa en los labios? ¿Sí, no?
Pues eso.

miércoles, noviembre 14, 2007

Amor romántico (y 3)


No hay ni un corazón que valga la pena


No hay ni un corazón que valga la pena,
ni uno sólo que no venga herido de guerra.
Y sigo aquí... Cuanto silencio hay.
Cuanto silencio. No sé.

El tiempo agotado en compases de espera
Dibuja un desierto por dentro y por fuera
Que tira pa'tras a quien logre acercarse hasta aquí
No quiero pasados cargados de impuestos
Ni busco imposibles en cielos abiertos
Pero algo que valga la paz por lo que hay que apostar.

Amor inmenso y sin herida
Sin historia y a medida
Amor que no haga más preguntas
Preparado a no entender
Amor que mire bien de frente
Suficientemente fuerte
Amor que no busque salida
Y no me cueste la vida.

(Dedicada a mi amiga sufriente, a todas vosotras y a mí misma (por lo que me toca).

sábado, noviembre 10, 2007

A vueltas con el amor romántico

Tal parece que no tengo otro tema de conversación, últimamente. Será que ando yo, también, con lo mío, a causa de las disquisiciones a las que me abocan las vicisitudes amorosas de mi amiga.
El caso es que, esta semana asistí a un Seminario de Coeducación en el que, sin hablar directamente de ello, se tocó el tema.
¿Por qué te interesa la coeducación?, era la pregunta a responder en la presentación de participantes.
-Porque soy mujer, madre, esposa y maestra, y estoy convencida de que le corresponde a la escuela hacer lo posible por romper estereotipos.
-Porque quiero aprender sobre mí misma y los condicionantes que me hacen actuar como lo hago, la mayoría de las veces sin darme cuenta.
-Porque tengo una hija pequeña y quiero intentar ahorrarle lo que yo he sufrido por culpa de mi educación.
-Porque necesito entender y entenderme.
Luego hablamos del enfoque que pretendemos darle este curso, el quinto. Y decidimos que vamos a centrarnos en las emociones, en la educación afectivo-sexual.
Vamos avanzado, con calma, pero avanzado, sin embargo las y los adolescentes de hoy siguen reproduciendo los mismos estereotipos que nosotras, que ya peinamos canas, algunas. ¿Cómo es posible?
Porque hemos enfocado la Coeducación hacia la parte visible (el lenguaje, el reparto de tareas, la presencia de la mujer en la vida pública, la lucha contra la violencia de género...), pero nos olvidamos de lo más complicado, la forma en la que los estereotipos de género influyen en la construcción de la personalidad.
Es necesario cambiar el currículum oculto, modificar las pautas del inconsciente y tomar conciencia de qué partes de lo que tengo grabado a sangre y fuego son realmente mías, o aprendidas. Que diría Morgana, separar el grano de la paja.
Qué difícil se nos antoja. Durante toda nuestra vida hemos construido nuestra personalidad en base a los roles impuestos por la sociedad patriarcal.
La mayoría de las mujeres nos hemos visto abocadas a relaciones en las que primaban luchas de poder que nos desgastaban hasta la extenuación. Hemos sufrido abusos. Nos hemos resignado. Hemos intentado cambiar a nuestra pareja para que se ajustase al cliché preconcebido. Hemos fracasado y hemos vuelto a intentarlo con otra pareja, para terminar cayendo en las mismas trampas. Y cuando nos llegó el momento de decir ¡basta!, algunas, elegimos la soledad, ante la imposibilidad de construir relaciones emocionalmente sanas, que no perfectas. Otras no supieron cómo salir. Ni saben.
Hay quien no comprende como una mujer puede llegar al extremo de ser maltratada durante años y continuar con su pareja y, lo que es peor, morir a sus manos.
Cuando te propones salir de un rol emocional, ¿qué haces? Te quedas en el vacio, no tienes dónde meterte, y eso da mucho miedo, tanto, que prefieres quedarte donde estás antes que enfrentarte a la incertidumbre, a la nada, a lo desconocido. Salir de un patrón emocional precisa construir uno nuevo, dijo sabiamente mi compañera.
La infancia y la adolescencia aún están a tiempo de construir su personalidad al resguardo de la construcción de género que tanto daño ha hecho a unas y a otros. Es nuestra tarea facilitárselo.

domingo, noviembre 04, 2007

La vida irreflexiva de las ideas

Ando revuelta, estos días, muy revuelta, con el asunto del amor romántico. Con la falta de reflexión, de planteamientos. Con la inconsciencia. Con el sufrimiento absurdo.
Tengo a una amiga sufriendo a todo sufrir, por amor. Es una mujer cincuentera, inteligente, independiente, en lo económico, con un nivel cultural medio-alto, luchadora... atrapada en la trampa del amor romántico.
Me paseo por los blogs amigos, casi al cien por cien escritos por mujeres, con un altísimo porcentaje de lesbianas que no han llegado a los cuarenta. Algunas, ni siquiera a la treintena. El mismo panorama.
Clichés a mansalva, frases de bolero (no puedo vivir sin ti; mi vida ha sido una larga espera, hasta encontrarte; sin ti no soy nada; te quiero más que a mí misma; mátame de pena, pero quiéreme), melancólicas reflexiones sobre la amada, expectativas mágicas, exigencias de amor eterno...
La literatura, el cine, la publicidad, nos marcan el camino a seguir, nos ofrecen los modelos, y allá vamos, como corderos, sin una mínima reflexión, sin el menor atisbo de crítica.
Criticamos a esas pijas que se calzan los Manolos y someten a su anatomía a dolorosas torturas en pro de una estética diseñada para materializar fantasías ajenas que terminamos por convertir en propias. Pero somos todas iguales. Ellos, y sus secuaces femeninas, diseñan la moda, el estilo de vida, el concepto del amor, de matrimonio, de pareja, de familia, de sociedad, de economía. Nos dicen cómo tenemos que ser, cómo debemos ordenar nuestra biografía, lo que tenemos que sentir, a qué hemos de dedicar nuestro tiempo y nuestro espacio vital... Nosotras los seguimos sin rechistar.

sábado, noviembre 03, 2007

La vida irónica de las palabras


El martes pasé el día en el vertedero central de Asturias, que gestiona COGERSA, en el Seminario de inauguración de la campaña de este curso de la Red de Escuelas por el Reciclaje.
Volví más impresionada que la otra vez, cuando al valle en el que se ha instalado este monumento a la cultura del despilfarro, le quedaban veinticinco años para llenarse con las basuras que producimos cada día en esta región, que ronda el millón de habitantes. En el 2015 no cabrá más basura en este valle, cuya cota máxima supera los 110 metros de profundidad (como el acantilado del Cabo Peñas, más o menos). ¿Qué haremos, entonces?
En toda España no existe un sistema de recogida y tratamiento de RSU (residuos sólidos urbanos) tan sofisticado como el que tenemos en Asturias (Ni en Navarra, aseguró, orgullosa, una de las monitoras). Lo creo, pero ¿de qué nos sirve? Vale, de algo, puesto que cada día se separa y se recicla más en Asturias, y en toda España, pero de poco. RECICLAR debería ser el último peldaño de una escalera en la que la base, como ocurre siempre, es fundamental. Y la base es REDUCIR. Pero, para REDUCIR, hay que tener conciencia de lo que se está haciendo. Y esa conciencia apenas existe. A las pruebas me remito.

sábado, octubre 20, 2007

La vida extraña de los fotogramas

Debe de ser fantástico tener solvencia económica para trabajar una vez cada catorce meses (esa es la frecuencia que le sale a Jodie esta década); para elegir el tipo de trabajo que quieres hacer (entre cuatrocientas proposiciones), y para que esa elección te permita proyectar al mundo entero (por lo menos al que pague la entrada) tu imagen favorita de ti misma.
Jodie Foster quiere que el mundo la vea como una mujer inteligente, poderosa, solidaria, abierta a la multiculturalidad, segura de sí misma y de sus circunstancias, autónoma, independiente, a veces vulnerable, siempre dispuesta a luchar sola con uñas, dientes y balas de nueve milímetros para defender lo suyo, intimidad incluida. En sus dos últimas películas, incluso se permite hacer alarde de pluma. Correcto. Nada que objetar.

Ahora bien, hay mensajes con los que es peligroso jugar, sobre todo cuando se tiene tanto poder de convocatoria. Y el que lanza La extraña que hay en mí, es muy, pero que muy peligroso. Y muy, pero que muy jodido.
Salí con muy mal cuerpo, ayer, del cine. Es posible que no haya entendido el mensaje, lo admito, porque lo que fui capaz de captar no me ha gustado nada, pero nada, nada.

viernes, octubre 19, 2007

La vida misteriosa de los recuerdos

Estos días me ha pasado algo que ha traído a mi cabeza un sucedío que me ocurrió hace muchos, muchos años, y que luego se me ha vuelto a repetir en un par de ocasiones, quizás por aquello del proverbio árabe que dice que lo que sucede una vez es posible que no vuelva a suceder, pero que si sucede dos, sucederá con seguridad una tercera.
Tenía, yo, una amiga, y esa amiga tenía una hermana pequeña (diecinueve, ella, la hermana, veinticinco, yo) que, a la sazón, ya se sentía atraída por otras mujeres, pero sufría en silencio porque lo que siempre se sufren en silencio este tipo de circunstancias. El caso es que, llegado el momento, la rapaza me confió sus cuitas y yo, ni corta ni perezosa, la ayudé a despejar sus dudas. Tras el susto-trauma inicial, el agradecimiento infinito, las promesas de lealtad eterna, etcétera, etcétera, etcétera.
Sabiéndonos hermanas, nos hicimos más amigas de lo que yo lo había sido de su hermana biológica.
Al poco tiempo, la muchacha abandonó su pequeña villa natal y se trasladó a Madrid a vivir su sexualidad en libertad, de la que estudiaba Periodismo. Por aquel entonces yo cortejaba en la capital del reino y, lógicamente, pasaba mucho tiempo allí. Y, claro, mi amiguina y yo nos veíamos con mucha frecuencia.
Sucedió, entonces, que la rapaza se unió sentimentalmente a la ex novia de mi novia. La suya fue una relación tormentosa. Mi amiguina, como corresponde a un primer amor, se enamoró perdidamente, pero la otra seguía enamorada de su ex y de la que la había sustituido en su corazón, que también la había abandonado, harta de que suspirara por la otra. En fin.
De repente, caí en desgracia. Mi amiguina dejó de llamarme y siempre encontraba alguna disculpa para darme esquinazo, coincidiendo con el hecho de que mi novia me había dejado por otra que, a su vez, había sido novia mía, siguiendo el estricto guión imperante en las endogámicas comunidades lésbicas de aquellos años de la movida (y del cuplé, y el bolero desgarrado…).
Unos años después, me vuelvo a encontrar con mi amiguina en una fiesta. Se me acerca, me abraza y me dice que sólo ha ido a esa fiesta porque sabía que iba a estar yo y que no podía dejar pasar un día más sin pedirme que la perdonara por haberse dejado comer la oreja por su ex y por la mía, pero que aquel par ya se había retratado, y que, por favor, por favor, le perdonara su inexperiencia y su ceguera.
Perdoné a mi amiguina que, efectivamente, era joven e inexperta y las había pasado del quince en aquella relación desigual (su novia terminó abandonándola por la sustituta) y hemos conservado la amistad durante todos estos años. Aunque nos vemos muy poco, cada vez que coincidimos tenemos la impresión de que nos hemos visto ayer.
En los otros dos casos las he tachado a ambas de mi corazón, aunque ellas no lo saben.

lunes, octubre 08, 2007

La vida dramática de las emociones (II)



(Infierno, William Blake)
Antes de quedarse embarazada de su hija pequeña, Ana había convivido nueve años con él. Lo conocía. Sabía cómo funcionaba, lo que daba de sí, hasta dónde podía llegar.
Sabía, por ejemplo, que su infancia había sido tan desgraciada como la suya propia; que su padre era, y es, uno de esos hombres que maltrata a su familia, física y psicológicamente y que él, como ella, reproducía el modelo que había interiorizado durante su niñez; que reaccionaba de forma violenta ante la frustración y el desánimo; que, cuando se enfadaban, la insultaba, la despreciaba y la amenazaba, aunque nunca llegó a tocarla; que trabajaba un año y medio y luego se acogía a los meses de paro que le correspondían hasta agotarlos; que durante ese tiempo se levantaba a medio día y se pasaba la vida tirado en el sofá viendo la televisión o en el bar, con los amigos; que independientemente de que ella también trabajara fuera de casa, nunca hacía la cama, o iba a la compra, o limpiaba; que cuando se acababa el dinero y no había para tomarse una birra en el bar, el sofá seguía siendo una buena opción; que cuando ella no tenía trabajo y no había dinero para hacer frente a los gastos diarios, la suegra proveía hasta que se acababa el paro y no tenía más remedio que ponerse a currar otro año y medio; que, a pesar de pasarse la vida en el sofá o en el bar, le exigía que la comida estuviera hecha a su hora, y su ropa limpia, y la casa en orden, y la cama hecha; que nunca la apoyaba en sus proyectos; que sus cosas eran suyas y las de ella, de los dos, y que no es que no la quisiera, es que él era, y es, así.
Con este panorama, Ana, a regañadientes, aceptó quedarse embarazada. Esperaba que, con la llegada del bebé, él cambiara.

jueves, octubre 04, 2007

La vida dramática de las emociones


(Electra, William Blake)

Esta mañana me encontré a una de mis ex alumnas favoritas, a la que llamaré Ana. Nunca la había visto tan desesperada, ni siquiera cuando se drogaba a diario. Mientras duró nuestra conversación sus ojos se llenaron de lágrimas en varias ocasiones. No se permitio llorar, porque es una mujer dura y luchadora, a la que la vida ha hecho muy pocas concesiones, pero no pudo evitar contener la rabia y el dolor que la consumen cada vez que piensa en lo que se ha convertido su vida.
Cuando estaba en mi tutoría de 8º de EGB, la primera que tuve cuando llegué aquí, se escapó de casa con su mejor amiga, a quien llamaré Belén, y unos muchachos. Entre las dos consiguieron dinero para comprar un coche de enésima mano y se fueron a Bilbao a pillar costo, también con el dinero que ellas habían conseguido reunir. Ana vaciando la caja del bar que sus padres tenían entonces, Belén, vaciando la hucha de su hermano, en la que el muchacho guardaba el dinero que ganaba corriendo en bicicleta.
No llegaron a su destino. Los muchachos las dejaron en Santander, en la parada del autobús, con el dinero justo para el billete. Las recogí en Oviedo y las devolví a sus familias aquí, en Avilés.
Después de esa frustrada aventura, Belén, bajo la férrea vigilancia materna, estudió peluquería. Con sus primeros sueldos devolvió a su hermano las cuatrocientas mil pesetas que le había quitado. Hoy es empresaria de éxito, se ha casado y tiene un hijo de cinco años.
Ana se fue al instituto, pero no llegó a terminar el bachiller. La droga se cruzó en su camino, hasta que se quedó embarazada y se desenganchó para hacerse cargo de su hija. Trabajó en lo que le salía para sacarla adelante con la ayuda de su madre, mientras el padre de la criatura cumplia condena por tráfico de drogas.
Hace doce años conoció a su actual pareja, empezaron a vivir juntos y hace tres años tuvieron una niña que ha empezado a ir al mismo colegio que su madre y su hermana mayor.
Hasta esta mañana, yo pensaba, por lo que me iba contando cada vez que nos encontrábamos por el barrio, que le iba bien con su pareja y relativamente bien con su vida.
Recuerdo cuando me contó, entusiasmada, que había conseguido sacar el carné de primera, su primer trabajo como conductora de autobús escolar, su primer contrato fijo con una empresa seria. Empresa que la exprimió como un limón y la despidió cuando se quedó embarazada. En cuanto pudo, volvió a la carretera, pero los horarios eran tan abusivos que había días en los que no veía a su hija despierta. Lo dejó. De nuevo se buscó la vida en lo que le iba siendo hasta que, hace unos meses, se compró una furgo para montárselo por su cuenta, repartiendo paquetes, por sugerencia de un conocido. Tampoco tuvo suerte. También en esta ocasión la engañaron, así que no le quedó más remedio que entrar de aprendiz de carnicera en una cadena de supermercados en la que le pagan lo justo para afrontar las letras de la furgoneta, mientras espera a que le salga algo decente para poder amortizarla, y poco más.
Pero Ana no se queja del trabajo, ni de los horarios, ni del sueldo de miseria que le pagan por una jornada que nunca es la estipulada. El problema de Ana es él...
(continuará)

sábado, septiembre 29, 2007

La vida fetén de los fotogramas


Cuando salíamos, encandiladas, de ver la última película de Iciar Bollaín, M. comentó: Éste es el tipo de película que seguiría viendo, y seguiría viendo... Por su parte, T. dijo que se le había hecho cortísima, y yo no pude por menos que secundar ambas mociones y seguir rumiando la maravilla que acabábamos de disfrutar.
No voy a hacer ningún comentario técnico sobre la película, eso se lo dejo a Mirito Torreiro, crítico de El País, que lo hace bastante bien, el hombre. Tampoco voy a hacer apología de la mirada femenina y, mucho menos, compararla con la de ciertos directores (como el de Sin Reservas, sin ir más lejos). Sólo diré que, aunque, según palabras de Samuel L. Jackson en San Sebastián, el cine de acción (y las edulcoradas y perniciosas comedias románticas, añado) pague las facturas, son películas como ésta las que me reconcilian con el género humano y, sobre todo, con el cine.

sábado, septiembre 22, 2007

La vida jodida de los fotogramas



(Sin Reservas, un flim de Scott mecagüentumanto so cabrón Hicks)
Cinematográficamente hablando, vivir en una pequeña ciudad de provincias tiene más contras que pros. Las películas llegan tarde, o no llegan, y si son españolas apenas se mantienen una semana en cartelera o, en su defecto, te las ponen a horarios imposibles, como Caótica Ana, que sólo la dan en dos cines, en toda la provincia, y a las siete y media de la tarde.
Esta noche, que nos apetecía ir al cine, sólo pudimos echarnos a la cara esta peli protagonizada por Zeta Jones y el muchacho de la foto, Aaron Eckhart.
Keit es una mujer independiente (vive sola), inteligente, atractiva, de carácter fuerte y decidido, absolutamente segura de sí misma, en lo profesional, que ha conseguido realizar el sueño de su vida: convertirse en chef de un megapijo restaurante de NiuYor.
Pero no está en sus cabales, la pobre, y se ve obligada a hacer terapia para que su jefa no la despida.
No está en sus cabales (llena de manías, tics, rigideces mentales, traumas..., o sea, un dolor de mujer), porque ni tiene pareja, ni la quiere (rechaza constantemente a un vecino que la corteja con insistencia), y hace, por lo menos, tres años que no tiene una relación. Porque, pa qué, si las jode todas.
Por esas circunstancias desgraciadas de la vida, su hermana se muere en un accidente y ella queda al cargo de su sobrina.Y no se hace con ella, oyes. Y la rapacina lo pasa fatal (ni siquiera come las exquisiteces que le cocina su tita), y la susodicha, peor todavía porque no tiene vocación de madre.
Vamos a ver, Keit, hija mía, ¿de qué te sirve triunfar en lo profesional, si en lo personal tu vida no vale ni pa tomar pol culo? Vives sola, no tienes pareja, no la buscas y, para colmo, ni siquiera tienes vocación maternal.
Menos mal que llega Mirloblanco Nick a salvarte de ti misma y tus penosas circunstancias, hija mía, porque a tu edad no sé que hubiera sido de ti, so censo.
Nick, que a pesar de estar como un queso, ser un excelente cocinero, simpático donde los haya, relajao, divertido, ocurrente, detallista, sensible, buena persona (pero buena, buena, ¿eh?) amante de la ópera y entusiasta admirador de Tutto, coincide que también está soltero y solo en la vida (a mí, esto me escamó, pero debe de ser que siendo hombre lo de estar solo no significa lo mismo que siendo mujer) y, para mayor suerte (de Keit) tiene una mano para las criaturas tan tremebunda, que consigue que Zoe, la sobri, se coma un plato de sus espaguetis a los diez minutos de conocerlo y lo adore instantáneamente.
Keit, que es requetetorpe para lo sentimental, está en un tris de perder a Mirloblanco Nick (¿no se le ocurre competir con él, a la muy inconsciente? y pierde el envite porque los clientes saben lo que vale un peine y, en un momento que Keit se despista porque tiene que atender a su sobri, que las está pasando de a kilo, prefieren a Mirloblanco Nick, y su jefa, que es pérfida y desleal, le ofrece el puesto de Keit, que él no acepta porque es bueno y leal, además de monísimo). Menos mal que Cupido Zoe se las apaña para volverlos a juntar y consigue que su tita, por fin, tenga una pareja, le brote la vocación maternal y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
Si queréis ir a verla, ir. Me he dejado algunas cosas en el tintero por no destriparos el argumento.

lunes, septiembre 17, 2007

La vida ingrata de la pandillita interior


(Mareonas de San Agustín en El Bigaral)
No me centro. No soy capaz de ponerme las pilas. Vivo en un permanente mañana será otro día. Vagueo, me disipo, vuelvo a vaguear, repaso la lista de ese montón de cosas que me apetecería hacer si no fuera porque la Mármara Perezosa ha vapuleado (como las olas vapulean las peñas de mi rincón favorito) y dejado completamente kaos a la Mármara Responsable, a la Eficiente, a la Organizada, a la Ordenada e, incluso, a Laquedisfrutaconcualquiercosa. Y vuelvo a vaguear, y a disiparme. Repaso mentalmente la lista de cosas que tengo que hacer, ¡porque tengo que hacerlas!, y me entra una pereza de tal calibre que ni la palabra tarrecer (vocablo del bable que significa aborrecer, dar pereza infinita) basta para definir el estado en el que me encuentro.
En fin, resumiendo, que no hago carrera de mí misma.
Y encima, para mayor escarnio, se ha puesto a llover, ahora que iba a bajar a darle el paseo de rigor a mi par de almas perrunas, al objeto de cenar temprano, mientras veo Perdidos (lo estoy grabando), e irme a la cama a dormir, a ver si mañana, cuando me levante, se me ha pasado este ataque de vagancia absoluta.

sábado, septiembre 15, 2007

La vida incomprensible de los actos humanos

Últimamente, las bodas nos persiguen, a M. y a mí. Ora en Bayas, ora en Xagó, a última hora de la tarde, cuando empieza a apretar la fresca, hacen su aparición la parejita, con o sin madre solícita, y su fotógrafo, dispuestos a completar el álbum de la boda con unas preciosas y naturales instantáneas en el marco incomparable que ofrecen las playas de éste, nuestro Paraíso Natural.
Hasta ahí, todo correcto. Cada cual se hace las fotos de su boda dónde y como más le plazca.
Ahora bien, digo yo una cosa, ¿hace falta que la pobre novia se tire a los pies del novio (con la carga simbólica que ello conlleva), sobre la arena seca, o mojada, como en este caso concreto, y se reboce, cual croqueta? Y, a mayor abundamiento, ¿es preciso que se metan en el agua, se dejen azotar por las olas y acaben calados hasta los huesos y congelados como cubitos? Porque el agua está fría, ¿eh?, fría, fría (si lo sabré yo que me he bañado el jueves y el viernes). Concretamente, el día de autos, a 13º se nos puso, a causa de los vientos del nordeste que azotaron nuestras costas durante diez días seguidos. ¿Tiene alma, ese fotógrafo? Y cabeza, ¿tienen cabeza las parejitas recién casadas que se prestan a semejante dislate? O, ¿será que el bodorrio les nubla el juicio, y el entendimiento?
No me he casado, y dudo mucho de que lo haga algún día, pero, desde aquí lo digo, en el muy improbable caso de que esto ocurriera, yo, ni por un gochu.

martes, septiembre 11, 2007

La vida mágica de los atardeceres


Ayer fui sola a Xagó. ¡Qué regalo, Santo Cristo, qué regalo! Para el cuerpo y, sobre todo, para el alma.
Pensé llevarme el mp3 para que me acompañaran María Callas, Teresa Berganza, Renatta Tebaldi, Joan Sutherland, Montserrat Caballé, Mario del Mónaco, Plácido Domingo, Pavarotti... Sobre todo, Pavarotti, por razones obvias. Pero se quedó en el coche, quizás porque lo que me venía bien era caminar y ser consciente de lo contenta que estoy, de la suerte que tengo en esta vida.
Vale, no tengo pareja (que ya dice M. que es el estado perfecto del ser humano y un punto muy importante en esto del crecimiento personal, por no hablar del tema del sexo, que es punto y aparte), pero en lo demás, no es que sea rica, es que me siento como Rothschild, o el dueño de IKEA, que es su versión contemporánea.
Y decidí que sí, que quiero enamorarme otra vez. Llevaba casi cinco años cerrada en banda. ¿Para qué, me dije, si lo único que atraigo son adictas? Pero, adictas-adictas, ¿eh? Mucho más adictas que yo, que ya es decir.
Bueno, pues, se conoce que, o bien sigo tan inconsciente como hace cinco años, o he mejorado lo suficiente para que me vuelva a apetecer, sin miedo a que se me acerque alguien con la tipología acostumbrada. Y allí mismo, en Xagó, se lo he encomendado al Universo.
Ojos Verdes no me sirve. La muchacha es adicta-adicta y, a mayores, herero-hetero. Además, como dice Paula, una ya no está en edad de enamorarse si no es de una lesbiana y aunque para lo del platonismo (que se lo puede permitir una en cualquier edad, incluso en una tan provecta como la mía), Ojos Verdes, es perfecta, yo, lo que quiero es un Amor con mayúsculas.
Queda dicho. Y como la mía es una fe de esas que mueve montañas, no tengo la menor duda de que el Universo ya está conspirando para que lo consiga. ¿Que por qué estoy tan segura? Porque ayer me encontré una pegatina con una mariquita roja (que dice Anaka que son las que más suerte dan) y una piedra con un arco iris.

jueves, septiembre 06, 2007

La vida festiva de los eventos laborales


Hela aquí (henos de Pravia). Ésta es la bola que me ha regalado Ojos Verdes. Estoy que no quepo en mí de gozo, o sea, que como cantaba Marisol (a la que oigo entonar la cancioncilla en la tele, en este momento, porque tengo a mi madre conmigo y ella ve los programas que ve y no tien mal que parecer), tengo el corazón contento, el corazón contento, lleno de alegría.
Según me contaba ayer, cuando me la dio, en cuanto la vio, pensó en mí y se dijo: "Así vamos a acabar este curso (me la compró a finales del curso pasado), como cabras, con los ojos desorbitados y arrastrando los colmillos por los pasillos".
Pero, no, oyes, no, el curso lo acabamos en sus marcas y éste lo hemos empezado (por lo menos por mis partes) dabuten y con muy buenas perspectivas, también por mis partes, y calculo que por las suyas, porque ya me dijo este medio día, al despedirnos, después de haber invertido media hora en el proceso (y porque me esperaba mi madre, que sino me hubiera ido a comer con ella), con una sonrisa de oreja a oreja, y después de haber hecho mil planes conjuntos (todos ellos en el ámbito de lo laboral, no mos precipitemos), que nos vamos a jartar de vernos. ¡Cooooooooorrecto! ¡Jartémonos, leches!
De todas formas, centrémonos: la muchacha es hetero-hetero, o sea: perspectivas de ligoteo, cero patatero. Clarinete lo tengo. Ahora bien, desde aquí os lo digo, en habiéndola declarado aliciente oficial, todos esos planes conjuntos me requete chiflan, y la perspectiva de jartarnos de vernos, más todavía.
No obstante, he de confesarlo, me temo. Porque me conozco, me temo. Y ya, cagüenmimanto, me he dado motivos para temerme.
Y hasta aquí puedo leer.

viernes, agosto 31, 2007

La vida pública de las palabras

Sabía de la existencia de esta distinción, pero nunca pensé que mi blog pudiera llegar a tenerla, entre otras cosas porque, el mío, no es un blog ni demasiado visitado ni profusamente comentado. Y hoy me he llevado la inmensa sorpresa de que Ripley me ha hecho el gran honor de incluirme en la lista de los blogs que la hacen pensar. Desde aquí te lo digo, Ripley, un millón de gracias. No puedes hacerte una idea de la ilusión que me ha hecho.
Verdaderamente, esto de que te den una distinción, sobre todo si es puramente honorífica, es algo gratificante. Lo que más me ha gustado es la categoría del premio, o distinción: hacer pensar. Siendo maestra de vocación y profesión, siempre he agradecido mucho que mi alumnado me dijera que una de las cosas que más les gustaba de mis clases es que hacían pensar. Ahora, que estoy alejada de las aulas, echo mucho de menos ese tipo de estímulos. Y, mira tú por dónde, resulta que también hago pensar a una persona adulta y que, por más señas, es colega. En fin, que estoy encantada.
El Thinking Blogger Award es una especie de premio o reconocimiento, surgido de la iniciativa de un blogger estadounidense con la única finalidad de dar a conocer otros blogs que nos hacen pensar. Si el tuyo es uno de los escogidos... puedes (o no) seguir estas instruciones:
1.- Si alguien te otorga el premio, escribe un post con los 5 blogs que te hacen pensar.
2.- Enlaza el post original, así la gente puede encontrar el origen del mismo.
3.- Exhibe o muestra el "Thinking Blogger Awards" con un enlace del post que tu mismo escribas. Hay dos modelos de botón para mostrarlo en el blog, plateado o dorado.
Y ahora, siguiendo con el protocolo, procedo a dar la lista de los cinco blogs que me hacen pensar. Hay más, claro, pero como sólo me piden cinco, allá van, en riguroso orden alfabético:

lunes, agosto 27, 2007

La vida estéril de las palabras




Playa La Griega (Colunga)
Vivimos en el país de las prohibiciones. En cuanto no sabemos qué hacer con algún tema, prohibimos. En vez de sugerir, indicar, solicitar, es decir educar, prohibimos. Antes de legislar, prohibimos, a pesar de que es bien sabido aquello de: contra la prohibición, rebelión.
Y como nos incomodan tanto las prohibiciones, en cuando cazamos a alguien vulnerando una de las que no nos afectan directamente, nos erigimos en guardianes de la fe y nos creemos con el derecho a reclamar, increpar (incluso agredir verbalmente), juzgar y, por supuesto condenar.
Los perros están prohibidos en la mayoría de los lugares públicos, así que lo normal es que cualquiera, sobre todo los especimenes del género masculino, se sienta en el derecho de decirnos lo que tenemos que hacer con nuestras mascotas, cómo debemos llevarlas y dónde pueden, o no, estar, situación que puede llegar a tal grado de violencia, que si no fuera por lo que es, lo más probable es que desembocara en una agresión física. Ahora bien, la agresión verbal está garantizada. Y si eres mujer, más.
El otro día sufrí un desagradable episodio de esta índole en los alrededores de esta bonita playa, a la que, por supuesto, no dejé bajar a Bilbo. Insultos, advertencias, amenazas..., en fin, lo de siempre. Incluso llegó a retarme, el hombre, a que me atreviera a probar lo que le iba a hacer a mi perro, si lo pillaba. Menos mal, y así se lo dije, que como (gracias a Dios) no tengo testosterona no necesito ir por ahí violentando a quien creo más débil, ni demostrar que soy la más fuerte de la manada. Ahora bien, poner, lo puse de vuelta y media. Eso sí que soy capaz de hacerlo. Y lo hago, maldita sea.

domingo, agosto 19, 2007

La vida entrañable de los aniversarios




Cuando era pequeña, a mi hermana la llamábamos Ratita. El mote se lo puso mi padre porque era menuda, inquieta, lista como una ardilla y pelín desastraduca.

Sigue siendo inquieta y lista como una ardilla, se mantiene delgada y ágil, pero lo de desastraduca ha pasado a la historia. Historia familiar que ayer rememoramos , como tenemos por costumbre cada vez que cumplimos años, con la ayuda, en esta ocasión, de una PowerPoint que le regalé, en la que hice un repaso completo de sus cincuenta años de vida.

Me he pasado una semana digitalizando fotos, trayendo a la memoria los recuerdos de cuando éramos pequeños, rememorando nuestras andanzas, y las suyas, los veraneos eternos, los juegos en el Campo S. Francisco, los días en casa de LAS tías (nuestras titas del alma), las amistades de entonces, que siguen siendo las de ahora... Su noviazgo (en enero celebraron sus treinta y cinco años juntos) y matrimonio (en abril hicieron las Bodas de Plata), el nacimiento e infancia de mi sobri, sus éxitos profesionales, sus logros personales.

No creo que haya muchas personas que puedan sentirse tan satisfechas de su vida como mi hermana. Quizás no sea del todo consciente, nunca lo somos, pero os aseguro que aquella Ratita, que salía de casa como una princesa y llegaba hecha un desastre, se ha convertido en un pedazo de mujer.

Por eso, y por mucho más:


¡Felicidades, Ratita!

martes, agosto 07, 2007

Lo prometido, es deuda


Lo primero que hice al llegar a Florencia, hace 26 años, fue subir a S. Miniato. Ni Duomo, ni Piazza de la Signoria, ni Ponte Vechio, ni nada de nada. Lo primerito, S. Miniato. Y casi lo último, también, porque según bajaba las tropecientas escaleras, que habíamos subido con el consiguiente calor de justicia, y la total y absoluta perplejidad de Váyolet, mi compañera de viaje, que no acertaba a comprender mi interés por una iglesia vacía, me sobrevino una hemorragia procedente de una incómoda e inoportuna hemorroide (que había sufrido en silencio durante los últimos días de estancia en Roma), que dio con mis huesos en las urgencias del hospital.
El amable doctor que me atendió, después de valorar el asunto y preguntarme de dónde era, sentenció:
-Ritorno súbito a l'Espagna.
Y otra retahila más de la que sólo pude comprender la palabra cirugía.
Por poco me da un pasmo. Cómo sería la desesperación con la que le supliqué al médico que me ofreciera otra solución, porque sólo llevaba una semana en su país y no estaba dispuesta a abandonarlo tan repentinamente, que se apiadó de mí, me recetó una pomada y me dijo que debía hacer reposo hasta que la herida estuviera completamente cicatrizada, no sin antes recomendarme que visitara a mi doctor nada más llegar.
Durante tres días, tres, permanecí en el hotel, tirada en la cama. Sólo salía a dar cortos paseos al atardecer (por aquello de evitarme la calorina) para ver alguno de los lugares que llevaba en mi lista, entre ellos el Palazo Pitti (que me había caído en un examen y me moría por ver en vivo y en directo) y, por supuesto, Il Duomo. Sobre el resto no me quedó más remedio que cubrir un tupido velo.
Hartas del reposo, del hotel y de nuestra mala suerte, abandonamos Florencia, al cuarto día, y nos dirigimos a Padua a rezarle a S. Antonio y pedirle que, por favor, me curara definitivamente la almorrana.
Y me la curó (nunca podré agradecérselo bastante, al médico y a S. Antonio). Y pudimos seguir viaje como si nada hubiera ocurrido.
Mientras permanecía en el lecho del dolor, reprochándole a S. Miniato la jugarreta, me juré que volvería a Florencia lo primero que pudiera.
No fue un ritorno súbito el mío, no. Necesité veintiséis años para regresar, pero no a S. Miniato, que se me quedó, con alguna que otra cosilla más, en el tintero. Circunstancia que he interpretado como un guiño del santo para que no me quede por más que volver, una vez más, y dedicarle mi primera visita.

miércoles, agosto 01, 2007

La vida mágica de los recuerdos



Aquí mi bola nº 84 (la 83 me la ha regalado Ojos Verdes, pero tendré que esperar a septiembre para que pase a engrosar oficialmente mi colección), aquí mi amable concurrencia.
Pues sí, no podía ser de otra manera, ésta me la he comprado yo misma, allí mismo, concretamente en el Mercado de S. Lorenzo, el del cuero, después de haberme extasiado ante el David, la Piedad de Palestrina y la serie de esclavos para la tumba del papa Julio II, que nunca llegó a terminar (ni falta que le hizo), de camino al hotel a recoger las maletas y viajar hasta Venecia, donde no me compré un jersey a rayas ni me bañé en la playa, pero viajé en vaporetto lo que no está en los escritos, y más.
Resulta que ahora las bolas vuelven a estar de moda. A nivel de bola lo tienes casi todo. Por supuesto, el David, el Palazzo de la Signoria, el mismísimo Ponte Vechio, y el de los Suspiros, y las góndolas con San Marcos de fondo..., en fin, todo.
Si no fuera porque llevaba las ideas muy claras, a este respecto, y me obligué a mí misma a no ceder a la tentación del cosumismo bolil (ni a ningún otro), hubiera venido cargadita. Pero me traje ésta, y sólo ésta, por varias razones: porque es la única que tengo con la peana de madera (se vuelva) de las bolas clásicas, por todas las veces que pasé por la Piazz del Duomo (el puto Duomo; todos los caminos conducen al Duomo) y, sobre todo, para poder volver, antes de que pasen otros veintiséis años, y traerme a David o a S. Miniato, al que tuve que conformarme con contemplar desde la lejanía.
(Música recomendada para este post, of course, O mio babbino caro, por María Callas, Sarah Brigthman o, preferiblemente, Kiri Te Kanawa)

sábado, julio 21, 2007

La vida mágica de las palabras


Pues eso...
Ci vediamo, caras(os).

jueves, julio 19, 2007

La vida mágica de los viajes


Vuelvo a Italia. Por fin, después de veintiséis años, veintiséis, vuelvo.
No sé que habrá sido de estos trozos de Constantino, el Grande, si seguirán aparcados en el mismo sitio, si se los habrán llevado a otro más digno. Y no podré comprobarlo porque esta vez no voy a Roma. Vuelvo a Florencia y a Venecia, ciudades que visité un poco de pasada en aquel primer viaje en el que recorrí, entrando por Génova, media Italia.
Acababa de licenciarme en Historia del Arte, pero sabía muy poquito de la vida, en general, y de la nocturna, en particular. Mi compañera de viaje, y gran amiga (nombre de guerra Váyolet), absolutamente lega en la materia, soportó con estoicismo el tute que nos dimos recorriendo los lugares que había llegado a aprenderme de memoria mientras estudiaba la carrera. Sólo se quejó dos veces. Una, cuando después de recorrer media Roma, a pie, llegamos a San Carlino alle Quattro Fontane. No daba crédito a que la hubiera arrastrado hasta allí para contemplar una fachada, para ella, insignificante, y cuatro fuentes mugrientas y que, para mayor escarnio, de la puerta colgara un cartel que nos encontramos demasiadas veces, aquel verano: chiuso per restauro. Otra, cuando después de ascender por la escalinata de S. Miniato al Monte, con un calor de justicia, se encontró una iglesia desnuda y, siempre según su particular visión, humilde.
Pero lo pasamos de miedo. Yo le mostré lo que sabía y ella me inició en los secretos de la noche, absolutamente desconocidos para mí, en aquella época.
Cuando me encuentre, de nuevo, frente a S. Miniato, no podré por menos que llamarla por teléfono. Y nos reíremos juntas del episodio que vivimos allí y que os contaré a la vuelta, en un post que ilustraré con una de las cientos de fotos que sacaré con mi cámara nueva, que para eso me la he comprado.

domingo, julio 15, 2007

La vida peculiar de los paseos dominicales


Esta mañana he salido tempranito a buscar el periódico y a darle el primer paseo a estos dos. De camino hacia el parque me he tropezado con algunos de los habituales, "Paco", "Coqui", "Luna"..., acompañados por los maridos de sus dueñas, también con el periódico, y el pan.
Se conoce que a ninguno de ellos les hubiera apetecido salir, pero, claro, es domingo, y mientras la parienta prepara la paella, o la bolsa de la playa, no les ha quedado más remedio que abandonar el dolce far niente y hacerle los recados. Y no les gusta, oyes, no quieren. Aceptan, porque no les queda otra, pero no quieren. Prefieren quedarse en el sofá viendo las motos o tocándose los güevos, que diría Jesús Quesada, de Cámera Café, mientras ellas hacen las camas, limpian el baño, les preparan la ropa (que previamente han lavado, planchado y guardado en el armario), hacen la comida y dejan la cocina como un pincel, antes de arreglarse comilfó y salir al aperitivo, la playa, o lo que toque.
Pero como no les queda otra, salen malhumorados, arrastrando a los perros, dándoles órdenes imperiosas y tajantes, impidiéndoles relacionarse con sus semejantes, como tienen por costumbre cuando salen con su Mari, que ya dejó las faenas hechas antes de regalarse el paseo.
He observado la misma actitud en las parejas que salen al paseo dominguero con su prole: el gesto adusto, las manos en los bolsillos, o aferrándose al periódico, el reproche en la punta de la lengua, los improperios a las criaturas... Y ellas, monas de la muerte, tacones imposibles, temerosas, sumisas, un par de pasos por detrás, cargando con el cochecito, la bolsa, el juguete despreciado, no sabiendo qué hacer para que él no se despegue más que esos dos pasos, para que no siga increpándola, para que no les grite más a los chiquillos, que ya se encarga ella de gritarles para que el rey de la casa no le monte el enésimo pollo antes de comer.

martes, julio 10, 2007

La vida mágica de las tecnologías


Bueno, pues sí, no me ha quedado más remedio, por fin he tenido que claudicar y me he comprado una cámara digital. Compacta, eso sí, pero con óptica Leica (28/100), estabilizador de imagen, 7,2 megapíxeles..., en fin, una cosa espectacular, para mi escaso gusto que, desde que dejé de utilizar mi Practika y la sustituí por una Olimpus automática, no había tenido en mis manos una cámara con tantas posibilidades.
Y como soy más infantil que una peseta de cromos, tengo que lo reconocer, ando por ahí con mi cámara nueva en ristre, capturando a todo capturar, todo lo que se me pone por delante. Por ejemplo, a mi Bilbo esperando que dejara de jugar con mi nueva adquisición y me tirara al agua.
No lo hice esperar, me tiré y nadamos juntinos un buen rato, mientras Tiza nos esperaba, como siempre, a la orilla ladrando sin descanso (debe de tener miedo a que me pase algo, porque no se calla hasta que salgo).
Ya sé que parecerá mentira, pero tuve, como la mayoría de los días, excepto en pleno agosto, todo este pedazo de cala para mí solita. Lujazo, ¿eh?
P.D.: ¿No hace unas fotos espectaculares, la mi cámara nueva?

lunes, julio 02, 2007

La vida mágica del agua


Este fin de semana ha tocado balneario. Hace varios años que, mis amigas y yo, decidimos clausurar el curso regalándonos un fin de semana de paz, relax, risas, campeonato de Continental (que este año he vuelto a ganar yo, tengo que lo decir), charlas interminables, Tarot, paseos, baños y masajes.
Es decir, un fin de semana que nos dedicamos a nosotras mismas porque sí, porque nos apetece, porque nos lo merecemos y porque nos encanta juntarnos y cuidarnos, y dejar que nos cuiden.
Hemos recorrido unos cuantos, ya. Desde Galicia a La Mancha, pasando por Cantabria, Asturias y, como en ésta y otras ocasiones, Castilla y León.
No tengo palabras para explicar cómo he disfrutado de cada uno de ellos, lo contenta, relajada y renovada que he vuelto, lo muchísimo que me gusta compartir estos días con estas cuatro impresionantes mujeres que tengo la suerte de que sean mis amigas, lo que nos hemos reído, lo que he aprendido de ellas y con ellas, lo que ha significado, y significa, para mí sentirme cómplice de sus vidas.
Pero este año, en Almeida, he sentido, como en ningún otro, el poder de la magia. La magia del lugar, que la tiene, y la que surge cuando unas cuantas mujeres se juntan y son ellas mismas, sin reservas, sin miedo. Sobre todo, sin miedo.

sábado, junio 23, 2007

La vida paradójica de las palabras


Profesor,a. Persona que enseña un arte u oficio.
Maestro, tra. Dicho de una persona o de una obra: De mérito relevante entre las de su clase.
El otro día un taxista me explicaba la diferencia entre profesor y maestro. Según él, el profesor es el que más sabe, el experto en alguna materia, y el maestro el que no necesita saber tanto porque enseña a los más pequeños.
Excepto en la enseñanza, Maestro es quien destaca entre los de su clase. Al director de orquesta se le llama maestro, mientras que a los músicos que componen la orquesta se les conoce como profesores. Hay maestros del torero, del cante jondo, de la pintura..., y hasta de la ebanistería.
En educación, el maestro es el último peldaño de un escalafón que presiden los catedráticos de universidad, expertos entre los expertos; el último mono, el que menos cobra, el de menor categoría, social y profesional. Para maestro de escuela vale cualquiera. Y para maestra...

viernes, junio 15, 2007

La vida absurda de los pensamientos


Las personas (humanas) tenemos la cosa de que pensamos. O sea, que tenemos ideas flotando en la cabeza y según las vamos necesitando, las vamos utilizando. Por ejemplo, ante un acontecimiento, suceso, incidencia o circunstancia, se nos presenta, procedente de nuestro archivo, un pensamiento ad hoc.
Acontecimiento: suena el móvil.
Pensamiento(s): Es la mi moza, descuelgo; es mi jefe, que le den.
De este simple (en toda la acepción del término) ejemplo se deduce que cualquier acontecimiento, suceso, incidencia o circunstancia precisa de una reflexión, por mínima que ésta sea.
Sin embargo, cuando se trata de cuestiones complejas, incluso trascendentes, oyes, va y resulta que la reflexión brilla por su ausencia. O sea, que echamos la lengua a pacer, que diríamos en Asturias. Y cuando echamos la lengua a pacer, lo que nos salen son los pensamientos automáticos.
Y, ¿qué son los pensamientos automáticos? Según Luis Rojas Marcos (El País, 09.06.07), son los pensamientos que se forjan con prejuicios o generalizaciones irreflexivas (i-rre-fle-xi-vas) y suelen derivar en juicios tan negativos como desacertados.
Es decir, vamos por ahí dando consejos, sentenciando, hablando ex cátedra, diciéndole a todo el mundo lo que tiene que hacer (porque no tenemos ni puta idea de lo que tendríamos que hacer nosotros), a base de pensamientos automáticos.
¡Hay que se joder, hostia, hay que se joder!

martes, junio 05, 2007

La vida mágica de las caminatas playeras



¡Ay, mae mííía, qué paliííza (que diría Cañizares)!
Tocaba inaugurar, comilfó, la temporada de caminatas playeras y a T. se le ocurrió que semejante acontecimiento sólo podía tener lugar en El Playón de Bayas. Siempre vamos a Bayas por esta época, dijo, y no es cosa de andar variando las costumbres. No, no, respondí al instante (hemos hecho de ciertas costumbres nuestra seña de identidad), pero solemos ir en fin de semana, añadí, temiéndome lo peor. Y acerté: la realidad superó con creces la fantasía.
Como su propio nombre indica, Bayas tiene un tamaño descomunal (el doble de Xagó, aproximadamente) y para más INRI, entramos a un tercio de distancia del lado norte, llegamos al fondo sur, volvemos a tocar las piedras del norte y regresamos al punto de partida. Total, dos horas largas caminando por la arena blanda. Triple esfuerzo. Dice T. que si lo hacemos todos los días se nos van a quedar las piernas (y los glúteos, puntualicé) como peñas del mismísimo Cantábrico. El cerebro, pelín perjudicado a estas alturas de curso, también se nos va a arreglar bastante.
Yo no quiero decir nada, que luego se me entiende todo, y menos quejarme, pero tengo los pies como palometes (pescado que en la Meseta se conoce como japuta), en sus dos modalidades (las hay rojas y negras). Rojas se me quedaron las plantas a causa de la activación circulatoria, negras a causa del carbón, procedente de la desembocadura del Nalón, que da tonalidad característica en algunas zonas de la playa. Y las piernas..., que no las siento, vaya.
Ahora bien, desde aquí lo digo, qué bien que hayas tenido esta ocurrencia, T. Ha sido una inauguración en toda regla, amenizada por el fragor del oleaje, el viento del nordés, una puesta de sol requetebonita (a las pruebas me remito), un espectáculo de danza protagonizado por una pandilla de pajarinos preciosos, que se deslizan por la orilla a toda velocidad picoteando la arena, y hasta una pareja de recién casados, haciendo su reportaje de boda en este incomparable marco natural. A ella, tengo que lo decir, daba pena verla, con su trajecito blanco azotado por el viento, su rebequita por los hombros para combatir el frío entre instantánea e instantánea, sus tacones clavándose en la arena..., un dolor. Pero que nos dio la risa.
No me arrepiento de haber comenzado la temporada con semejante palizón-palizón, muy al contrario. Terminamos agotadas por el triple esfuerzo, pero contentas, que más contenta no cabe.
Mañana (si Dios quiere, que querrá), Xagó.

sábado, junio 02, 2007

La vida indescriptible de los fotogramas


(Música recomendada para la lectura de este post: Cyndi Lauper, Girls just want to have fun)

Ayer, una compañera, educadora social municipal, por más señas, en medio de una reunión, me preguntó airada que qué era eso de la perspectiva de género. Que estaba harta de que si la coeducación, que si el lenguaje sexista, que si... Tiene veinticinco, la muchacha. Y es educadora social municipal.
Y por la noche voy al cine. Entre mujeres fue nuestra única opción. No quiero ser cruel, la peli se deja ver. Es ¿agradable?, ¿inocua?, ¿amable?, ¿con pretensiones?, ¿voy a ver si me sale como a papá en Gran Cañón, pero en Michigan, sin existencialismos inútiles?
Bueno, el caso es que (ojo, que destripo) al veinteañero protagonista, escritor de porno blando, lo abandona la suya (Elena Anaya), un bellezón, actriz, modelo, inestable, desorientada, egoísta y pelín borracha. Para olvidarla, se va a cuidar a su abuela (Olimpia Dukakis) demente senil (que qué otra cosa puede ser una mujer a su edad) a los suburbios de Michigan (él es moribundo y vecino de L.A.) con la intención de, mientras protege a la su güelita de sí misma, escribir el libro que siempre quiso escribir (tiene veintiséis, el escritor de porno blando). Allí, en los suburbios, conoce a Sarah (Meg Ryan, labios nuevos, pómulos nuevos, seis costillas menos, ojos permanentemente vidriosos...), una ama de casa que a causa que su inútil y vacía existencia (si eres ama de casa, qué vida quieres tener, leches), unida al descubrimiento de que el suyo tiene un lío con otra, se fabrica un cáncer de mama. El ama de casa tiene dos hijas: una niña prodigio y una adolescente anorexica-pintora-rebelde (¡fuma!)-inteligentísima-mona, pero que muy mona (alta, melenaza rubia, delgada, ojo claro, desgarbaduca-indolente), permanentemente cabreada contra su madre, a la que responsabiliza de un oscuro episodio de abuso sexual de su colega del cole a los once años (se conoce que jugaban a médicas y enfermeros, o viceversa, y se les fue la bola), enamorada de la estrella de fútbol (americano) de su instituto que se la pega con otra, pero que menos mal que el amigo íntimo del futbolista, que es un muchacho adorable-sensato-responsable, está secretamente enamorado de ella, aunque ella no puede por más que enamorarse del veinteañero escritor de porno blando, igual que mamá.
Y hasta aquí puedo leer.
El próximo día que vea a mi compa educadora social municipal le voy a recomendar esta peli, y luego haremos un cine forum.
 
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