jueves, marzo 04, 2010

La vida gloriosa de las decisiones

Tengo que lo decir aquí, a la bendita pública, estoy que no quepo en mí del gozo.
Resulta que, como ya explicó la mi
Marcelilla en el su blog, he retomado mi deporte favorito de los últimos tiempos.
Harta ya de estar harta de pasarme los domingos en el sofá de casa de mi santa madre, ora sentada, portátil sobre las piernas, ora tumbada cuan larga soy, mantita a cuadros mediante, roncando como Pepe Pótamo, decidí volver al golf, deporte que fui abandonando progresivamente desde hace casi tres años, a causa de la pérdida irremediable de mi magnífico, a la par que efectivo, swing, en un momento en el que, por fin, comenzaba a bajar hándicap. Semejante y desastrosa vicisitud me abocó a una profunda crisis golfística y, cansada de dar rabazos por los campos, me instalé en el sofá de mi madre los sábados y domingos invernales. A pudrirme.
Pero como llega un momento, en la vida de toda persona humana, en el que, o bien rompes con la inercia del tedio, o bien te destroza ella a ti, decidí poner coto a mis propios desmanes y hacer caso a lamirmana, que llevaba dándome la brasa año y medio para que diera unas clases, a fin de recuperar el swing perdido. Iba a lanzarme sola al estrellato cuando se me iluminó el bombillo y le sugerí a la mi Marcelilla que acompañara a probar suerte a ver si, de paso, dejaba de destrozarme las camisas con el rimel, cuando se apoyaba en mi hombro a llorar sus males de amores.
Aceptó.
El martes dimos la primera clase. Ella de iniciación, yo a lo de la recherche du swing perdu. Y, muy bien, oyes, muy bien. Ella, muy bien, yo, no pienso hacer declaraciones. Pero terminamos muy contentinas, ambas, cada cual por sus propias razones.
Ayer, miércoles, a eso de las dos y pico, que estaba, yo, disponiéndome a cerrar el chiringo para venir a comer, cuando me suena el móvil.
—¿A qué no sabes de dónde vengo?
No me lo podía creer. No daba crédito.
—¡Ah zorra! (desde el cariño)
—Dos cubos de bolas (cincuenta) me acabo de ventilar. Y no veas lo bien que me salieron. Marmarita, creo (vivan los eufemismos) que me estoy enganchando
Así que, esta tarde, nada más salir de trabajar, allá nos fuimos, las dos, a poner en práctica las enseñanzas de nuestro profe.
(La que suscribe, cuando le sacaba virutas a la madera 5 de calle)
Desde aquí los digo, soy consciente de que recuperar mi magnífico, a la par que efectivo, swing no va a ser tarea fácil y de que, como me descuide, la mi Marcelilla me va a dar sopas con honda.
Pero estoy encantada de la vida. Uno, porque he conseguido romper mi propia inercia y, dos, porque como enganchar se enganche vamos a ganar todos los trofeos por parejas que se jueguen en cualesquiera de los campos de Asturias, y parte del extranjero. Y sino, al tiempo.
 
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