sábado, septiembre 15, 2007

La vida incomprensible de los actos humanos

Últimamente, las bodas nos persiguen, a M. y a mí. Ora en Bayas, ora en Xagó, a última hora de la tarde, cuando empieza a apretar la fresca, hacen su aparición la parejita, con o sin madre solícita, y su fotógrafo, dispuestos a completar el álbum de la boda con unas preciosas y naturales instantáneas en el marco incomparable que ofrecen las playas de éste, nuestro Paraíso Natural.
Hasta ahí, todo correcto. Cada cual se hace las fotos de su boda dónde y como más le plazca.
Ahora bien, digo yo una cosa, ¿hace falta que la pobre novia se tire a los pies del novio (con la carga simbólica que ello conlleva), sobre la arena seca, o mojada, como en este caso concreto, y se reboce, cual croqueta? Y, a mayor abundamiento, ¿es preciso que se metan en el agua, se dejen azotar por las olas y acaben calados hasta los huesos y congelados como cubitos? Porque el agua está fría, ¿eh?, fría, fría (si lo sabré yo que me he bañado el jueves y el viernes). Concretamente, el día de autos, a 13º se nos puso, a causa de los vientos del nordeste que azotaron nuestras costas durante diez días seguidos. ¿Tiene alma, ese fotógrafo? Y cabeza, ¿tienen cabeza las parejitas recién casadas que se prestan a semejante dislate? O, ¿será que el bodorrio les nubla el juicio, y el entendimiento?
No me he casado, y dudo mucho de que lo haga algún día, pero, desde aquí lo digo, en el muy improbable caso de que esto ocurriera, yo, ni por un gochu.

martes, septiembre 11, 2007

La vida mágica de los atardeceres


Ayer fui sola a Xagó. ¡Qué regalo, Santo Cristo, qué regalo! Para el cuerpo y, sobre todo, para el alma.
Pensé llevarme el mp3 para que me acompañaran María Callas, Teresa Berganza, Renatta Tebaldi, Joan Sutherland, Montserrat Caballé, Mario del Mónaco, Plácido Domingo, Pavarotti... Sobre todo, Pavarotti, por razones obvias. Pero se quedó en el coche, quizás porque lo que me venía bien era caminar y ser consciente de lo contenta que estoy, de la suerte que tengo en esta vida.
Vale, no tengo pareja (que ya dice M. que es el estado perfecto del ser humano y un punto muy importante en esto del crecimiento personal, por no hablar del tema del sexo, que es punto y aparte), pero en lo demás, no es que sea rica, es que me siento como Rothschild, o el dueño de IKEA, que es su versión contemporánea.
Y decidí que sí, que quiero enamorarme otra vez. Llevaba casi cinco años cerrada en banda. ¿Para qué, me dije, si lo único que atraigo son adictas? Pero, adictas-adictas, ¿eh? Mucho más adictas que yo, que ya es decir.
Bueno, pues, se conoce que, o bien sigo tan inconsciente como hace cinco años, o he mejorado lo suficiente para que me vuelva a apetecer, sin miedo a que se me acerque alguien con la tipología acostumbrada. Y allí mismo, en Xagó, se lo he encomendado al Universo.
Ojos Verdes no me sirve. La muchacha es adicta-adicta y, a mayores, herero-hetero. Además, como dice Paula, una ya no está en edad de enamorarse si no es de una lesbiana y aunque para lo del platonismo (que se lo puede permitir una en cualquier edad, incluso en una tan provecta como la mía), Ojos Verdes, es perfecta, yo, lo que quiero es un Amor con mayúsculas.
Queda dicho. Y como la mía es una fe de esas que mueve montañas, no tengo la menor duda de que el Universo ya está conspirando para que lo consiga. ¿Que por qué estoy tan segura? Porque ayer me encontré una pegatina con una mariquita roja (que dice Anaka que son las que más suerte dan) y una piedra con un arco iris.
 
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