

Hasta ahí, todo correcto. Cada cual se hace las fotos de su boda dónde y como más le plazca.
Ahora bien, digo yo una cosa, ¿hace falta que la pobre novia se tire a los pies del novio (con la carga simbólica que ello conlleva), sobre la arena seca, o mojada, como en este caso concreto, y se reboce, cual croqueta? Y, a mayor abundamiento, ¿es preciso que se metan en el agua, se dejen azotar por las olas y acaben calados hasta los huesos y congelados como cubitos? Porque el agua está fría, ¿eh?, fría, fría (si lo sabré yo que me he bañado el jueves y el viernes). Concretamente, el día de autos, a 13º se nos puso, a causa de los vientos del nordeste que azotaron nuestras costas durante diez días seguidos. ¿Tiene alma, ese fotógrafo? Y cabeza, ¿tienen cabeza las parejitas recién casadas que se prestan a semejante dislate? O, ¿será que el bodorrio les nubla el juicio, y el entendimiento?
No me he casado, y dudo mucho de que lo haga algún día, pero, desde aquí lo digo, en el muy improbable caso de que esto ocurriera, yo, ni por un gochu.