
Dibujo obtenido de la Web de El País.
Resulta que la Universidad de Oviedo ha recibido las cinco toneladas del legado de Augusto Monterroso (congratuleisions an selebrisions). Al leer la noticia lo primero que se me vino a la cabeza fue una anécdota que protagonizó J., un alumno que tuve hace años en uno de los IES en los que he trabajado.
J. tenía, a la sazón, trece años y hacía 2º de ESO. Su madre, separada del padre del muchacho, trabajaba en la rula (DRAE.3. f. Ast. y Mál. Lonja de contratación del pescado) y J. se levantaba con ella, a las cinco de la mañana, para ayudarla y, de paso, ganarse unas pesetillas extra. Después de acabar en la rula, J. se daba una ducha y se iba al instituto. No era un buen alumno (aunque, como diría uno de mis más querido amigos, cualquier juez lo absolvería), pero era, y supongo que seguirá siendo, un paisano. Suspendía casi todo. De hecho, dudo que haya acabado los estudios obligatorios. Sin embargo, aquel año, J. aprobó Lengua Castellana y Literatura, mi asignatura, gracias, entre otras cosas, a su contribución en un proyecto común a todos los segundos.
Como actividad final del curso trabajamos en un proyecto sobre Ana Mª Matute, que titulamos "Reescribimos El Jorobado". Con nuestros cuentos editamos un libro que le enviamos, como regalo de cumpleaños a la escritora. Leímos muchos cuentos, aparte del volumen, Los niños tontos, en el que se incluía el que íbamos a reescribir: Cortazar, Monzó, Monterroso...
Excuso decir lo muchísimo que les sorprendió El dinosaurio, y el juego que nos dio en clase.
Cuando J. me enseñó su cuento, uno de los más cortos del volumen, me dijo: "Profe, no llego a lo de Monterroso, pero casi".
"Era un niño que estaba siempre muy apagado. Su aspecto dejaba mucho que desear porque no salía de la caravana. Su padre no lo dejaba salir porque al tener joroba se avergonzaba de él. Siempre hacía lo mismo para tenerlo contento, le llevaba comida cara y juguetes. Pero el niño sólo quería salir al teatro y hacer de guiñol para que los niños se rieran con él". J. G.
Sí, esta temporada echo mucho de menos el aula.