sábado, enero 20, 2007

La vida secreta de las imágenes publicitarias



El día 3 de enero, El País publicó un editorial en el que podía leerse: [...] La Ley Integral contra la Violencia de Género no busca directamente erradicar los hábitos culturales y las pautas sociales que siguen alimentando el machismo –tarea del sistema educativo y de las familias, fundamentalmente–, sino proteger a la víctima del maltrato...
En este país de pandereta y extremos se ha instalado la idea de que todos los problemas sociales pueden, y deben, combatirse a través de la educación. Desde los trastornos alimenticios al acoso escolar, pasando por el respeto y cuidado del Medio Ambiente, el civismo... y, cómo no, la Violencia de Género, son responsabilidad directa del sistema educativo y de las familias, fundamentalmente.
De acuerdo, el papel de la Educación es fundamental. Pero, ¿y el resto? Para educar a un solo miembro es necesaria toda la tribu, y la tribu, es decir, el resto, se olvida con demasiada frecuencia de cuál es su papel como miembro de esta comunidad.
El País, como el resto de los medios de comunicación, se olvida de sus propias responsabilidades en el tema de la Violencia de Género, como se olvidan quienes exigen responsabilidades al resto del mundo y no se paran a pensar cuál es su papel y qué pueden hacer para contribuir a erradicar los roles de género y los estereotipos sexistas, tan perjudiciales para quienes los protagonizan como para quienes los padecen. O lo que es lo mismo, El País, contagiado de la neurosis que se ha instalado en esta sociedad, de pandereta y extremos, predica con la palabra y se contradice con la imagen, que es la que cala, que es la que llega directamente a las emociones sin pasar por el filtro de la razón.
Y como para muestra basta un botón, aquí tenemos una campaña publicitaria de este periódico.
¿A quién va dirigida? ¿A la infancia? No, va dirigida a papá. A papá, que es el que lee el periódico cada domingo, mientras mamá se ocupa de las tareas del hogar y de su prole. Y no a un papá cualquiera, no, a un papá razonablemente culto (otro papá leería un periódico deportivo), de un estrato social medio-alto, de tendencias izquierdistas y con ciertas inquietudes socio-culturales.
Y como va dirigida a papá, qué mejor tocarle la fibra sensible y cargarla de estereotipos hasta la bandera. Para que recuerde cuando era niño y leía aquellos cuentos que hacían volar su imaginación y lo convertían en héroe (valiente, aguerrido, decidido, activo, pelín violento, con una vida pública y notoria, salvador de su dama y del mundo) indiscutible de la historia, mientras relegaban a su acompañante , que no compañera (asustadiza, indecisa, sumisa, mojigata, encerrada entre las cuatro paredes de su castillo, susceptible de ser salvada hasta de ella misma), a un papel secundario.
Para que recuerde, y transmita a sus hijas e hijos el papel que cada cual ha de desempeñar en este mundo.
 
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