jueves, julio 22, 2010

La vida inspiadora de los fotogramas

El otro día, estudiando con la mi Marcelilla la técnica del approach en un libro de Severiano Ballesteros, "Golf natural" que hacía ni sé el tiempo que no repasaba, me encontré, después de no sé cuántos años de búsqueda infructuosa por todas las carpetas de mis escritos, tres paginitas que había perpetrado hace casi treinta años. Un horror, por qué no decirlo, las páginitas, pero, ¡oh, pero!, contenían una frase de Juan Gil-Albert, que refleja como ninguna, mi vínculo con la escritura:

Escribimos por llenar el vacío de unos hechos irrealizables,
por transgredir los límites de la existencia.


Don Juan Gil-Albert, que era, también, un poquitito gay
El día en el que, fiel a mis propósitos de hacer lo que me salga de la fañagüeta, dediqué el tiempo que me dio la gana a indagar sobre la trayectoria profesional de Stana Katic, alias lamiBeckett, y me encontré su participación en Feast of love, mi cerebro hizo clic y me transportó a una novelita que escribí hace quince años y que, como el resto, dormía el sueño eterno en el disco duro de mi ordenador. La Jenny de Feast of love era el vivo, vivísimo, retrato de la Alejandra de "Suite para cello", título provisional que le di, entonces, a la susodicha novelita.
No sé si os pasa, a las que escribís, pero yo tengo que ponerle cara a los personajes de mis novelas y, claro, las escojo entre lo que tengo a mano. Durante algún tiempo, Alejandra tuvo el aspecto de Jenny que, lo que son las cosas, se parecía bastantito al que tenía una de mis amantes el primer día que la vi y no pude por menos que enamorarme perdidamente de ella en ese mismo instante, pero no tenía cara. No la ha tenido hasta que volví a ver LA escena.
La primera vez que vi a I. tenía el mismo largo de melena que J y llevaba una cazadora de una universidad americana, no recuerdo cuál, ¿sería la de Wisconsin? A I. la conocí cinco años después de escribir la novelita en cuestión. Aclaro.
Entre una cosa, la frase de Gil-Albert que aparece en la primera página de “Los arcángeles: parábola”, obra de 1981 que devoré en los momentos previos a mi salida del armario, y otra, la inspiradora visión de la escena que protagonizan Jenny & Katherine, Stana & Selma (Selma Blair, otro de mis grandes amores del celuloide), en Feast of love, mi imaginación, bloqueada por estos años de estrés permanente, se desató.

En verdad, en verdad os digo que, a veces, a una no le dan los ojos.
Rescaté las cien páginas de mi novelita de la copia de seguridad de mi primer ordenador, un Pentium 120, que he ido trasportando de un disco duro a otro, y me he puesto a escribir. Más bien a corregir, reestructurar, suprimir o aumentar, según las necesidades de aquel texto con el que, como he hecho siempre, desde que me alcanza la memoria, he intentado llenar el vacío de unos hechos irrealizables y también, por qué no, transgredir los límites de una existencia que, por temporadas, se me antoja carente de emoción.
Y en ésas ando, escribiendo como una posesa, más contenta que unas castañuelas. Cómo será, que esta mañana he realizado las tareas propias del hogar, bailando (ni recuerdo el tiempo que no lo hacía) “Oh very young”, de Cat Stevens, con el espíritu de morning has broken, like the first morning.

Amanecer otoñal desde la terracina de mi casa

Estoy que me salgo.
Thank you so much, Juan, Seve & Stana. Y también, cómo no, a la mi Marcelilla, que tanto me ha machacado el cerebro para que me ponga a escribir de una puta vez, entre hoyo y hoyo.
 
Free counter and web stats