sábado, septiembre 06, 2008

I'm (like) Bette Porter

Llevo una temporadita de tal calibre que no me ha quedado más remedio que (jugar a) sentirme Bette Porter —en sus mejores momentos de la primera temporada, cuando iba de ejecutiva agresiva, todo el día con el pinganillo del móvil colgando, dando órdenes, a diestro y siniestro al pobre James, batiéndose el cobre en las reuniones de la junta directiva de su museo, negociando con Peggy-Guggenheim-Peabody, etcétera—, so peligro de sufrir varios, y sucesivos, síndromes Stendhal, sin la preceptiva visión de los frescos de Giotto, o similar.
Vamos, que salvando las (mínimas) diferencias: casoplón en West Hollywood, pileta incluida, Saab descapotable, puestazo, cuerpazo, farolillos, collarín de perlas, pendientinos de brillantes, Blackberry (todo se andará), señora oficial, amantes varias, y dos o tres fruslerías más, llevo quince días, y lo que te rondaré morenamía (voy a contarte hasta diez*), igualito-igualico que la mi Bette en los momentos previos a la inauguración de Provocaciones.


Todo empezó el día en que llegué al mi Bigaral del alma, me encontré con un vendaval, procedente del nordés, y decidí montar esti aparatu**, para protegerme del susodicho vendaval y disfrutar de una relajada jornada playera.
Media hora, media, me llevó montarlo, luchando contra el viento, la curiosidad de Bilbo y mi propia inoperancia. Menos mal que no tuve ni que rechazar la ayuda de mi Jodie particular (véase capítulo 5x10 de L, el de las bicis, que no fui capaz de dar con el video ad hoc). En no teniéndola, a la Jodie particular, no precisando rechazar su ayuda. Ventajas de la soltería recalcitrante.
Ahora bien, lo conseguí, como se puede apreciar en este gráfico, y ya pude comer como una señora (mayor), leer el periódico, hacer un cachito de crucigrama y hasta dormir la siesta arrullada por el fragor de la marea.
Luego, ya, vinieron las tropecientas llamadas telefónicas al móvil y al fijo particular (en plenas vacaciones), los mil y un correos electrónicos (también en plenas vacaciones), la reincorporación a ritmo vertiginoso, la agenda echando humo, las reuniones de alto nivel, negociaciones, ponte p´acá y estate quieta, etcétera, etcétera, etcétera.
El martes inauguro mi particular Provocaciones. Ya me estoy viendo, igualita que la mi Bette cuando presentó aquella exposición (que luego intentaron liar a aquel muchacho para que dejara embarazada a Tina), presentando la ponencia inaugural, ante doscientas personas, monísima de la muerte (modelín ad hoc, sin farolillos, eso sí), melena al viento, todo sonrisas, todo glamour, soltura, eficacia y eficiencia, como si me hubiera bastado con chasquear los dedillos.
Hay que se joder, ¡leches!, hay que se joder. O, mejor, jugar a ser Bette Porter. Sí, muchísimo mejor.
* Morenamía. Miguel Bosé y Julieta Venegas en Papito.
** Aparatu. Paravientos

domingo, agosto 31, 2008

La vida agradecida de las palabras


Después de tanto sufrimiento estival. Después de tanto estrés: idas, venidas, encuentros a Mitadelcamino (y al principio, y al final), cenas, celebraciones, eventos y excursiones. Después de tanto dolce far niente, siestas playeras (y en el mi sofá, y en una hamaca prestada), reloj no marques las horas, ponte p’allá, estate quieta, abre la sombrilla (tum, tum, ¿quién es?), cierra el parasol…
Después de todo este sinvivir, por fin (¡Santo Cristo de la Agonía, por fin!), mañana volveré a disfrutar, lo que se dice disfrutar-disfrutar, de la vida.
Sí, amables visitantes y, sobre todo, queridas comentaristas, mañana, uno de septiembre, me reencontraré (D. m.) con la Vida.
En realidad, como el Universoes tan generosísimo conmigo, no tuve por más güevos que reencontrarme con mi yo más productivo y, a la par, eficiente y eficaz, el lunes pasado, por obra y gracia del meracumbé con el que han tenido a bien obsequiarme cuatro de los cinco servicios, de las tres consejerías con las que me relaciono, laboralmente hablando, para sustraerme de tanto sufrimiento y tanto estrés veraniego. Horas al teléfono, decenas de correos, pitos, flautas, y tal y pascual, me han permitido liberarme de la holgazanería y y el relajo que han presidido mi existencia durante demasiado tiempo, justo al día siguiente de mi llegada de Ámsterdam.
Doy gracias al Cielo por tamaño regalo. Tanto frenesí, tanta ilusión (y tanto sueño vano), no son buenos. Tanto vicio (con, o sin, fornicio), no es saludable, ni aconsejable.
A quienes, como yo, os reincorporéis, mañana, a las sagradas tareas laborales; a quienes, como yo, la Vida os da la oportunidad de volver a ser personas (humanas), trabajadoras y responsables, feliz inicio de curso. Al resto, mucho ánimo y mis mejores deseos para la semana que empieza.
¡Adelante con los faroles! ¡Viva el despertador!
 
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