sábado, junio 02, 2007

La vida indescriptible de los fotogramas


(Música recomendada para la lectura de este post: Cyndi Lauper, Girls just want to have fun)

Ayer, una compañera, educadora social municipal, por más señas, en medio de una reunión, me preguntó airada que qué era eso de la perspectiva de género. Que estaba harta de que si la coeducación, que si el lenguaje sexista, que si... Tiene veinticinco, la muchacha. Y es educadora social municipal.
Y por la noche voy al cine. Entre mujeres fue nuestra única opción. No quiero ser cruel, la peli se deja ver. Es ¿agradable?, ¿inocua?, ¿amable?, ¿con pretensiones?, ¿voy a ver si me sale como a papá en Gran Cañón, pero en Michigan, sin existencialismos inútiles?
Bueno, el caso es que (ojo, que destripo) al veinteañero protagonista, escritor de porno blando, lo abandona la suya (Elena Anaya), un bellezón, actriz, modelo, inestable, desorientada, egoísta y pelín borracha. Para olvidarla, se va a cuidar a su abuela (Olimpia Dukakis) demente senil (que qué otra cosa puede ser una mujer a su edad) a los suburbios de Michigan (él es moribundo y vecino de L.A.) con la intención de, mientras protege a la su güelita de sí misma, escribir el libro que siempre quiso escribir (tiene veintiséis, el escritor de porno blando). Allí, en los suburbios, conoce a Sarah (Meg Ryan, labios nuevos, pómulos nuevos, seis costillas menos, ojos permanentemente vidriosos...), una ama de casa que a causa que su inútil y vacía existencia (si eres ama de casa, qué vida quieres tener, leches), unida al descubrimiento de que el suyo tiene un lío con otra, se fabrica un cáncer de mama. El ama de casa tiene dos hijas: una niña prodigio y una adolescente anorexica-pintora-rebelde (¡fuma!)-inteligentísima-mona, pero que muy mona (alta, melenaza rubia, delgada, ojo claro, desgarbaduca-indolente), permanentemente cabreada contra su madre, a la que responsabiliza de un oscuro episodio de abuso sexual de su colega del cole a los once años (se conoce que jugaban a médicas y enfermeros, o viceversa, y se les fue la bola), enamorada de la estrella de fútbol (americano) de su instituto que se la pega con otra, pero que menos mal que el amigo íntimo del futbolista, que es un muchacho adorable-sensato-responsable, está secretamente enamorado de ella, aunque ella no puede por más que enamorarse del veinteañero escritor de porno blando, igual que mamá.
Y hasta aquí puedo leer.
El próximo día que vea a mi compa educadora social municipal le voy a recomendar esta peli, y luego haremos un cine forum.

miércoles, mayo 30, 2007

Hace falta valor


(Luanco 1984)
Arde la calle al sol de Poniente
hay tribus ocultas cerca del río
esperando que caiga la noche.
Hace falta valor, hace falta valor,
ven a la escuela de calor.
Sé lo que tengo que hacer
para conseguir que tú estés loca por mí,
ven a mi lado
y comprueba el tejido,
más, cuida esas manos, chica.
Esa paloma sobrevuela el peligro,
aprendio en una escuela de calor.
Vas por ahí sin prestar atención
y cae sobre ti una maldición.
En las piscinas privadas
las chicas desnudan sus cuerpos al sol.
No des un paso,
no des un mal paso,
esto es una escuela de calor.

A principios de los 80 mi vida dio un giro de 180º. De vivir en el mismísimo limbo pasé, directamente, a esperar a que cayera la noche para unirme a las tribus ocultas que había cerca de no sé qué río. Aprendí (mal) a sobrevolar el peligro, pero como iba por ahí sin prestar atención di un mal paso y cayó sobre mí la maldición.
No podía ser de otra manera, llegaron malos tiempos para la lírica y me encontré, fumando varios cigarros y llorando a lágrima viva, en un Dyane6 solitario deseando matarla. Es cierto, sí, crucé el mar en su compañía, pero no volvió a llamarme. Y la olvidé.
Sin embargo, la maldición me ha acompañado desde entonces.
A estas alturas casi estoy por asegurar que todas las secuencias han llegado a su conclusión y que el tiempo no puede esperar. Va siendo hora de que atraviese el mundo, llegue volando hasta el espacio exterior y me busque (y me encuentre) a mí misma sin necesidad de viajar a Groenlandia, ni a Perú, ni al Tibet, ni a Japón, ni a Isla de Pascua, ni a las selvas de Borneo, ni, mucho menos, a los cráteres del mar de los anillos de Saturno.
Y me deshaga, por fin, de ella (de la maldita maldición).
Al fin y al cabo, y espero que no se me vuelva a olvidar, I'm the first, my last, my everything.
 
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