miércoles, noviembre 01, 2006

Xagó


Ha vuelto el otoño. Ha amanecido uno de esos días tan nuestros - grises, brumosos, desapacibles-, que te invitan a quedarte en casa, arrebujada bajo la manta de cuadros, mientras la tarde transcurre plácidamente entre la película de la tele, el ratito de lectura, un pigacín*...
Hasta hace una hora, no ha dejado de caer esa lluvia fina y pertinaz que aquí llamamos orbayu, aunque eso no ha impedido que este par de seres peludos con los que convivo me sacaran de casa durante dos horas a disfrutar del ambiente otoñal.
Hubiera estado bien darse una vuelta por Xagó, no a darnos un baño, como el domingo, pero sí una buena caminata. No ha podido ser. Hoy ha tocado recogimiento, que está fenomenal. Aunque, tengo que lo decir, me encantan los paseos por la playa bajo la lluvia. El chubasquero abrochado hasta el cuello, el gorro impermeable calado hasta las cejas, los pantalones remangados hasta las rodillas y los pies en el agua.
*pigacín: pigazu* piquiñín.
*pigazu: sueño breve y ligero, de esos que te echas mientras ves una peli en la tele y no pierdes el hilo.

domingo, octubre 29, 2006

Regalo


El Universo me ha regalado un fin de semana de lujo.
Han sido dos días espléndidos, en lo climatológico, que ayuda mucho. Me levanté a buena hora, con el sol entrando a raudales por las ventanas, que dan al sur. He abierto las puertas de la terraza de par en par, y he desayunado leyendo el periódico, como una reina. Luego, he afilado mis lápices de colores, he puesto el Concierto para piano y la Suite de Peer Gynt (que vienen en el mismo disco) y he pintado mi mandala. Despacito, sin prisa, recreándome en los colores, como cuando era pequeña y coloreaba aquellos libritos, sólo que a mi aire, sin tener que pintar el tejado rojo y el sol amarillo. Ahora el naranja, ahora el morado, ahora el amarillo, otra vez naranja... Más contenta que unas pascuas, con la cabeza despejada y la energía renovada, he salido a pasear con Bilbo y Tiza, a leer mi periódico, a charlar con quienes, como yo, que pasean sus animales a esas horas de la mañana.
Y hoy, domingo, he ido a pasear por Xago, con mi amiga T. Al final del paseo nos hemos dado un baño. Ya dice Marcela, en su blog, que la primera impresión es tremebunda, pero luego el cuerpo se te aclimata, y ni sientes la frialdad. Sólo la caricia del agua y la sensación de que todo se detiene y sólo estás tú, con las olas, la arena bajo los pies y el sol recordándote que estás viva. Qué regalo para el cuerpo, y para el alma.
Casi flotando, he llegado a casa, donde este par de seres a los que idolatro, y me idolatran, me han recibido como sólo ellos me reciben. Hemos comido y, ¡zas!, al sofá. El señor de los anillos, me ponían hoy, ¿qué más se puede pedir?
Pedir, nada. Y, a quien corresponda, gracias, muchas gracias.
 
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