sábado, enero 26, 2008

La vida reveladora de los fotogramas


El jueves pasado, durante la cena a la que lo invité por haberme ayudado a solventar mis problemas con los capítulos mudos de L, discutía con el mi hombrón, el tema de los referentes homosexuales en el cine. Él, que ya había hablado del tema con la suya, con quien yo lo había comentado previamente, venía dispuesto a rebatir todos mis argumentos y destrozarlos, uno a uno.
Una buena historia de amor, por ejemplo, dijo con la rotundidad de quien se ha preparado el temario, no tiene sexo, ni condición. Por ejemplo, en Brokeback mountain, yo mismo..., y bla, bla, bla.
¡Cooooo-rrecto! Nada que objetar. Brokeback mountain. Y, nada menos que dirigida por Ang Lee. ¿Qué coño pedimos? Si es que protestamos de puro vicio, ¡leches! Y eso que él no sabe, o creo que no sabe, nada de Media hora más contigo, La memoria de los peces, Fish, A mi madre le gustan las mujeres, etcétera. Que si llega a ser consciente, vamos, que me trago mis argumentos a palo seco, sin una sola gotita de vino.
Pero, tiene razón, el mi hombrón. Ayer mismo pude comprobarlo, una vez más, en esta maravillosa película: el mundo cinematográfico está lleno de referentes femeninos, plagado de espejos en los que mirarme y ver reflejado el miedo, la indefensión, la inseguridad, el drama, la lucha, la rebeldía, la resignación, el dolor, la incomprensión, la ilusión, la solidaridad, la supervivencia, la alegría, la complicidad..., la gloria de ser mujer en un mundo de hombres.

miércoles, enero 23, 2008

La vida cómplice de las palabras




Esta mañana, mientras mi terapeuta alternativa se esforzaba por deshacer los nudos de mi maltrecha musculatura y armonizar mi espíritu con un profundo, efectivo y doloroso majase shiatsu, tuvimos que hablar, largo y tendido, del suicidio de Ojos Verdes y , ¡oh, sorpresa!, de L. Fue ella la que me tiró de la lengua, que conste. Habla, habla, me dijo, así te centras menos en lo que te estoy haciendo. Lo que me estaba haciendo era ver las estrellas con esas manos que tiene que, a veces, parecen garfios clavándose en mis carnes morenas. Salgo nueva, la verdad, pero pasar, hay veces que las paso de a kilo. Hoy, por ejemplo.
Pero, vamos a lo que vamos.
Cuando le conté lo de Ojos Verdes, le dio la risa floja. Luego me felicitó efusivamente. No hay comparación entre la tu Bette y O. V., afirmó rotunda. Más no digo.
Ya la he apuntado en la lista para dejarle todo lo que tengo, porque ha visto unos pocos capítulos deslabazados y, en sabiendo que los tengo, ya le tarda empezar desde el principio y acabar por el final, así se le duerma su novia, que es de mucho dormir y a sus horas, por las esquinas.
Según íbamos desgranando los temas y yo le contaba la beneficiosa influencia que está ejerciendo la susodicha serie sobre mi ánimo, ella escribía y escribía en mi ficha. Y debió gustarle lo que oía, porque sólo me puso cuatro flores para mi ración semanal: agua de roca, genciana, nogal e impaciencia (de ésta no me libro ni queriendo).
Si no fuera porque lo que es, me hubiera ido a tomar una infusión al Planet, para completar el tratamiento.
 
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