sábado, octubre 28, 2006

La vida pública de los fotogramas


El muchacho (con sobrero en la foto) es muy bueno. Valiente, leal, arrojado, listo, hábil... Fuma mucho, pero no afecta a su bondad. Que algo tiene que hacer, criándose, como se crió, en un barrio en el que las putas mejicanas se exhibían en la ventanas. Es muy bueno el muchacho. Que no por bueno tonto, ¿eh?, que se deja perder, pero en los últimos asaltos, y en los primeros lo da todo, el muchacho, hasta los dientes, pero luego se los ponen postizos y no se le nota nada en la sonrisa. Se deja perder porque con el dinero podrá pagar tres años el asilo de su padre. Sino, ¿de qué? ¿Es, o no es bueno, el muchacho? El amigo (sin sombrero en la foto) tiene mucho pa él. Alma atormentada. Bueno, también, menos que su amigo, pero bueno. Y que como tiene el alma atormentada y tiene que tomar no sé qué calmante por las secuelas de su pasado de boxeador, no está en lo que celebra, la pobre alma atormentada. Y se pierde.
La rubia es puta y medio panoli (lo digo por la cara y esa boquita entreabierta, como de pez, pero sin llegar a). Y con eso queda todo dicho y no hay por qué ensañarse, que bastante tiene, la pobre, con ese pasado... Las mujeres con pasado, ya se sabe, putas.
La morena. Siendo morena, ¿qué podemos esperar? Puta, mala, pervertida, desviada sexual (lesbina o bisexual, ella no lo tiene claro, yo tampoco). Y asesina, que siendo lesbiana y asesina, peor no puede ser.
La hermana de la morena. Una desgraciada. Que cuando sea mayor va a ser puta. Fijo.
La madre de la morena y de la futura puta, también puta. Y por si fuera poco, loca, borracha, traidora, asesina y suicida, que más no cabe.
Y la asesinada. Puta, lesbiana, arrastrada, guarra, desastrada (unas carreras me lleva en las medias...) y zorra, que por un papelillo de tres al cuarto se vende al mejor postor. Y luego nos extrañamos de que la asesinen y se ensañen. Si lo van buscando...
Ahora bien, el muchacho, que es muy bueno, y listo, ata cabos y venga al amigo. ¿Qué te creías, zorra, que te ibas a salir con la tuya? Y se va a vivir con la rubia (que no quiso tirársela, cuando ella se le ofreció en paños menores, la muy puta, por lealtad a su amigo, pero luego como era bueno -que no sé si lo he dicho-, pero muy, muy hombre, le echa un polvo de los que hacen época, sobre la mesa del comedor (que ella se había pasado la tarde cocinando y puso la mesa como pa un casting, pero que con tal de que me la metas hasta las amigdalas, me importan un rábano la mesa, y los candelabros y el pollo asado). Se la tira porque el amigo murió, ¿eh? Y, oyes, qué le vamos a hacer, a ti te asesinan y ya me quedo yo con tu novia para protegerla, que hay mucha gente mala suelta por ahí. Y eso que el muchacho, que es muy bueno, libró al mundo de varios desaprensivos y un par de putas rastreras.
Mirito Torreiro y yo coincidimos, un poco, en la crítica. Lo que no entiendo es por qué dice que James Ellory es un misógino importante. De Brian de Palma no dice nada, a ese respecto. Ni de otros respectos.
Y ahora, si os apetece, vais a verla.

miércoles, octubre 25, 2006

La vida lúcida de las palabras


El ejemplo no es la principal manera de influir en los demás, es la única.
Albert Einstein

lunes, octubre 23, 2006

La vida pública de los titulares



DOS DE CADA TRES NIÑOS ACOSADORES TIENEN PROBLEMAS CON LOS DOCENTES

En un estudio realizado por por la catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense, Mª José Díaz-Aguado a ochocientos alumnos y alumnas de 13 a 17 años de la Comunidad de Madrid, la catedrática relata el siguiente suceso.

La profesora echa a Manuel de clase por su mal comportamiento diciéndole:

-Vete de clase, la clase está mucho mejor sin ti.

Y el muchacho responde:

-También está mejor sin ti.

Y añade esta reflexión:

La base común de todos los chavales que ejercen acoso escolar sobre sus compañeros es que no encuentran su lugar en la escuela. Si a eso añadimos situaciones de riesgo y la contradicción de la propia sociedad, que en ocasiones justifica la violencia (el cachete de un padre a su hijo, por ejemplo), el resultado es el acoso a sus compañeros o sus profesores.

El País, lunes 23 de octubre

 
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