
Bueno, después de multitud de vicisitudes, de emplear hasta tres sitios de descargas diferentes, de pedir socorro a propias y extraños, de enterarme de la existencia del Hacha (y utilizarlo sin éxito, porque el capítulo que me bajé de Vagos, a través de rapidshare, a razón de cuatro descargas diferentes a intervalos de hora y media, era mudo), de utilizar el ordenador del curro para mis mariconadas, de mantener el mío encendido día y noche desde el lunes con la Mula y el Ares (que me había negado a utilizar hasta ahora) echando humo, me he hecho, ¡por fin!, con todos los capítulos de la 4ª temporada de L. Incluso los he grabado, ya, en DVD, y todo, no sólo para mí, si no para regalárselos a la mi amiga Marcela, a quien nunca agradeceré bastante el haberme hecho este regalazo.
Estoy exhausta. Exhausta y pelín ansiosa por empezar a ver el capítulo 7, que es por donde voy. Sí, lo reconozco públicamente, me he tragado los seis primeros a través de la pantalla del ordenador (mi moral es tan frágil y quebradiza que no pude resistir la tentación; con deciros que incluso vi dos sin sonido...). Capítulos que pienso volver a ver, como la señora que soy, cómodamente repantingada en mi sofá, en cuanto termine con este visionado, que para eso me he comprado un DVD de los que te leen hasta las galletas María.
Y hasta aquí puedo escribir. Vais a perdonarme que no os visite esta noche, pero pasa de que tengo que tirarme al sofá y la tele, mando en mano, a dejarme abducir.
Nota: Por si os lo estáis preguntando, sí, soy igual para todo, tenaz y persistente.