sábado, enero 12, 2008

La vida monotemática de las palabras


Bueno, después de multitud de vicisitudes, de emplear hasta tres sitios de descargas diferentes, de pedir socorro a propias y extraños, de enterarme de la existencia del Hacha (y utilizarlo sin éxito, porque el capítulo que me bajé de Vagos, a través de rapidshare, a razón de cuatro descargas diferentes a intervalos de hora y media, era mudo), de utilizar el ordenador del curro para mis mariconadas, de mantener el mío encendido día y noche desde el lunes con la Mula y el Ares (que me había negado a utilizar hasta ahora) echando humo, me he hecho, ¡por fin!, con todos los capítulos de la 4ª temporada de L. Incluso los he grabado, ya, en DVD, y todo, no sólo para mí, si no para regalárselos a la mi amiga Marcela, a quien nunca agradeceré bastante el haberme hecho este regalazo.
Estoy exhausta. Exhausta y pelín ansiosa por empezar a ver el capítulo 7, que es por donde voy. Sí, lo reconozco públicamente, me he tragado los seis primeros a través de la pantalla del ordenador (mi moral es tan frágil y quebradiza que no pude resistir la tentación; con deciros que incluso vi dos sin sonido...). Capítulos que pienso volver a ver, como la señora que soy, cómodamente repantingada en mi sofá, en cuanto termine con este visionado, que para eso me he comprado un DVD de los que te leen hasta las galletas María.
Y hasta aquí puedo escribir. Vais a perdonarme que no os visite esta noche, pero pasa de que tengo que tirarme al sofá y la tele, mando en mano, a dejarme abducir.
Nota: Por si os lo estáis preguntando, sí, soy igual para todo, tenaz y persistente.

miércoles, enero 09, 2008

Nessun dorma



(Al final, llovió toda la tarde)

Nessun dorma
nessun dorma
tu pure, o, Principessa
nella tua fredda stanza
guardi le stelle
que tramano d'amore
e di speranza.
Ma il mio mistero e chiuso in me
il nome mio nessun saprá
No, no, sulla tua bocca lo diró
cuando la luce splenderá!

Volvemos a la rutina, bendita rutina. Levantarse tempranín (no tanto como Glora, gracias a Dios), ver amanecer, desayunar con el informativo, un trocito de mandala para armonizar el alma y prepararla para la jornada (esta mañana con el Intermezzo de Cavallería rusticana y Chi mi frena en tal momento, de Luccia de Lammermoor), el paseo por el parque con los peludos y El País, el reencuentro con mi equipo de trabajo, las horas de despacho, actualizar la agenda, reuniones y previsión de reuniones, y, al final de la tarde, la mirada azul, la sonrisa de Ojos Verdes y la presión su mano en mi antebrazo a modo de despedida.
Volvemos a la rutina. Bendita rutina.
 
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