
Bilbo acompañando al Coro Monteverdi, dirigido por Sir John E. Gardiner, en una interpretación magistral del Requiem de Mozart, una de sus piezas favoritas.
No todo es paz y armonía, en mi convivencia perruna diaria, no. Que una tiende a idealizar las situaciones, pero las cosas son como son y no quiero, ni puedo, ocultarlas.
Desde que Bilbo llegó a casa, un desapacible día del mes de febrero de 2002, me he visto obligada a modificar algunas de mis costumbres. Por ejemplo: hay ciertas obras clásicas que tengo que escuchar con cascos porque, en cuanto suenan los primeros acordes, mi perrín enfoca sus pabellones auditivos hacia las cajas, se coloca de tal guisa y se empeña en acompañar, a aullido limpio, a cualquier orquesta, con sus coros correspondientes. Eso sí, respetando los tempos y matizando los fortes y los piano, lo cual es de muchísimo agradecer.
(No, no se me ha ocurrido llevarlo a la tele, aunque ciertas personas de mi vecindario bien que me lo han sugerido).