miércoles, abril 15, 2009

La vida contrapuesta de las tareas ecolares

Casi iba a decidirme a empezar a masacrar los capítulos de L, cuando se cruzó en mi camino un sucedío que he de proceder a comentar.
Este medio día volvía de mi habitual paseo, y de paso de hacer la compra en un súper cercano, con este par de almas peludas que tengo por compañeras de vida, cuando mis ojos repararon en un objeto abandonado en el suelo: un cuadernito, doblado, pisoteado y sucio. A pesar de ir bien cargadita con un par de bolsas, no pude por menos que agacharme a recogerlo y examinarlo detenidamente allí mismo.
Se mezclaron, en mí, dos emociones: la ternura y la tristeza. Ternura, porque me devolvió a los tiempos de mi, ya, lejana, aunque muy presente, infancia, en los que me había esforzado por completar, casi siempre con escaso éxito, la tarea de cada una de esas páginas, casi las mismas. Tristeza (y desánimo, y desasosiego...), porque di en pensar que, para ciertas cosas, los tiempos no han cambiado.
Y ¡una mala leche! ¡Joder, qué mala leche, hostia! Vamos, que vine todo el camino jurando en arameo y cagándome en las muelas de la persona que obliga a este chavalín a pasar por semejante trance. Y en las de las que me obligaron a mí a pasar por él, las RR MM Ursulinas de Jesús (que el mismo Jesús las confunda para siempre jamás y las haga arder en el fuego eterno) de los cojones.
Y no digo más, porque me enciendo, egén, y no ye plan a les hores que son, que luego me desvelo y la lío (parda).
Ahora bien, aquí dejo las muestras contrapuestas a las que hace referencia el título de esta entrada para que cada cual opine lo que mejor le parezca.

A ver, qué yo me entere: ¿quién cojones tiene un pan y a qué leches viene lo de oe, oe, oe? Obsérvese, a mayores, la efectividad del ejercicio en la segunda línea de la jodía frase.
El autor de esta instantánea tiene cinco años. Salió al patio de su colegio con una cámara fotográfica, que tenía que compartir con los otros tres miembros de su equipo. Decidió, por consenso, el orden de utilización del artilugio. Escogió lo que más le gustaba. Lo fotografió. Comentó, con su maestra y con el resto del grupo, el porqué de su elección y le puso un título a su obra: "Suelo en otoño".
Fotógrafa (obsérvese el estilazo) inmortalizada por una de sus maestras en el acto de fotografiar su rincón favorito. Título: "Soleado"
Autor: Hugo. Edad: 5 años. Título: "Troncos del castaño"

 
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