Esta noche me he perdío. Vamos, que de aquí a que las mis amigas me dejen elegir una película va a pasar tiempo. Pero tiempo, ¿eh?, tiempo. Y lo peor es que no voy a poder ni rechistar.
Lo que hemos visto hoy no llega ni a la categoría de los telefilmes que suele emitir Antena 3 los domingos por la tarde. ¡Más quisiera!
Y todo por mi causa. Y todo porque como hacía un cameo el malogrado Sidney Pollack y leí una crírica favorable, no digo dónde, me empeciné. Y todo, porque, he de confesarlo, aun a riesgo de dejar mi imagen a la altura del betún, aun a riesgo de desplomarme en cierto casting (secreto), de vez en cuando, el cuerpo me pide una comedia romántica americana (Nadie es perfecto, que ya lo dijo Willie Wilder en aquella archifamosa película, no vayamos, ahora, a rasgarnos las vestiduras). Y todo porque hoy, se conoce, me la pedía bastantito, el cuerpo, la susodicha comedia, maldita sea. Que ya me la había pedido, el cuerpo, allá por octubre, o así, y arrastre a M. a ver esto, so pretexto de que una actriz de la talla de Scarlett no iba a embarcarse en una sinsustanciada. Erré.
Hoy me lo ha recordado, sin acritud y sin apenas retintín (M. es que es muy buena y, aunque tenga motivos tan poderosos como estos, jamás me restriega las cosas, ni nada).
Ahora bien, lo de esta noche ni es comedia, ni es romántica, ni es nada de nada. Es una memez de tomo y lomo, dirigida por un sinsorgo paradigmático, previsible desde la primera escena, cargada de tópicos y estereotipos que más no puede, sin guión, sin banda sonora, sin fundamento y, lo que es más dramático, sin perejil. Eso sí, la fotografía, muy bonita. Los paisajes de Escocia, muy bonitos, también. Los animales (varios perros, unas cuantas vacas, varias ovejas y un caballo) no han sufrido daño, y el elenco, incluido el malogrado, no ha desgastado ni un ápice su talento interpretativo, caso que lo tuviera, que va a ser que ni eso.
Desde aquí lo digo: no ir a verla. Si en algo apreciais mi opinión, no ir.
Yo, por mis partes, pagaré mi penitencia y no elegiré película hasta que S. Juan baje el dedo, como mínimo.