miércoles, octubre 15, 2008

La vida mágica de los acontecimientos

Descubrí a sir Johh Eliot Gardiner gracias a mis hermanos musicólogos, siempre atentos a las novedades del panorama musical, de la música clásica, se entiende, y pelín quisquillosos (o puristas) en lo que a interpretaciones se refiere.
Sin embargo, la primera vez que escuché el Réquiem de Mozart. interpretado por los English Baroque Soloists y el Coro Monteverdi comprendí que tenía que darle la razón a mi hermano L.: ni siquiera la de Claudio Abbado, que goza de su beneplácito (y del mío), podía compararse a la de sir John.
(El garabato de la derecha es el autógrafo de sir John, que tuve los güevos de pedirle)
Desde entonces, la música de este estirado y peculiar director ha sido una constante en mi vida. Me ha acompañado en mis momentos de soledad (hasta ahora, sólo he podido compartir esta bonita afición con una de mis novias), en algunos paseos por Xagó, mientras pinto mis mandalas o medito, cuando me meto a remojo en la bañera... En fin, que me ha acompañado y, sobre todo, me ha hecho disfrutar lo que no está en los escritos.
Así que, cuando, a principios de año, me enteré de que sería él quien inaugurara la Temporada de Conciertos del Auditorio de Oviedo supe que, esta vez, no me lo perdería.
Y no me lo perdí, gracias a que mi madre se pasó más de una hora en la cola, hasta que llegó mi hermano L. y compró las entradas para casi toda la familia

Fueron dos horas de éxtasis total, de disfrute puro y duro. Dos horas en las que sólo existió la música de Beethoven, Gabrieli, Bach, Schütz y Brahms. Un auténtico regalo para los oídos.
Y para el alma.
 
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