
(Únicas ventanas a las que me he asomado, muy brevemente, esta semana)
No soy persona (humana). Tengo tal nivel de agotamiento, físico y mental, que sólo puedo pensar en llegar a mi casa, comer lo que pille y tumbarme en el sofá a dormir tres horas siesta.
Si es que no se puede, oyes, trabajar a este ritmo. Que no he visto delante la semana, ¡leches! Que he hecho tantas cosas que sólo tengo un recuerdo borroso de las idas y venidas -IKEA, Leroy Merlín, oficina, casa, casa oficina-, de los momento chapuzas -rodillo, pintura, pincel, tarima, rodapié, junquillos, fromón, sicaflex, bisagra, destornillador... -, de los papeles, listas, carpetas, firmas, llamadas, reuniones, visitas... ¡Si hasta asistí a la grabación de un programa de TV!
Y, para más INRI, me he cargado la conexión a Internet del ordenador de mi casa (al intentar desinstalar el Panda antivirus, maldita sea su estampa) y no voy a poder conectarme hasta que me instalen el nuevo (el lunes a última hora de la tarde).
Pues sí, no me ha quedado más remedio que jubilar mi AMD a 1 GH y mi güindous 98, y adquirir uno de esos galáctico que venden ahora, con doble núcleo, 320 gigas de disco duro, 1G de RAM y un procesador de 64 bits (que pa qué querré yo semejante artillería, para lo que hago, pero bueno, que el tema es así y no tien mal que parecer).
Ahora que lo pienso, mejor que no pueda conectarme, a ver si así duermo, leo y paseo por Xagó.
Feliz fin de semana. Nos vemos el lunes (D. m.)