lunes, noviembre 29, 2010

La vida contraindicada de las palabras

Tengo que lo decir a la bendita pública: estoy hasta el moñete, o cola de caballo, de los paisanos, en general, y de algunos en particular.
En este caso, de los vecinitos con los que comparto el aparcamiento de mi edificio, que son cuatro hombres, muy hombres, todos ellos.
Resulta que el susodicho aparcamiento tiene cabida para cinco vehículos justo delante del portal, y para otros cinco en el lateral. Todo el mundo prefiere dejarlo delante del portal, entre otras cosas porque, ahora que llegan las heladas, están más protegidos. Pero hay que molestarse en ajustarlos, al objeto de optimizar (que se dice ahora) el espacio, pelín escaso.
Gráfico 1
Pues bien, como se puede apreciar en este gráfico, tres de mis cuatro vecinitos, tienen la jodía costumbre de dejarlo como les sale de la entrepierna, cumpliendo la máxima no escrita para los varones, en general, que dice aquello de: “Quien que llegue detrás, que arree”.
Harta ya de estar harta de tener que colocar el coche como puedo, se me ocurrió sacar unas afotitas para mostrarles el uso que hacen del espacio común. Y esta mañana, que me encontré con dos de ellos, me decidí a comentarles el tema.
¡Ay, amigüitas! ¿Quién me mandó? ¿Cómo me atrevo, yo, mujer, a decirles a ellos, hom-bres, que no aparcan bien? ¿Cómo me atrevo ni a insinuar que hacen un uso poco solidario del espacio común? Si hasta hacen maniobras, y todo, para dejarlo niquelao (como se puede apreciar en este otro gráfico).
Vamos, que fue decir, "Oye, L, qué bien que te veo. Quería comentarte que…" y el chorreo que me cayó fue monumental (de las Ventas), descalificaciones personales incluidas, con el apoyo de C, que llegó en aquel momento y se indignó como si le hubiera mentado a la madre.
C es el de la furgo. L el del coche negro. R, con el que no hablé, ni pienso hablar, porque pa qué, el tercero en discordia, que, en esta ocasión, lo dejó a dos metros de la valla lateral.
Conclusión: Ya lo decía San Pablo (“No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, si no que se mantenga en silencio”), lo que nos toca a las mujeres es callar, que lo que hace el varón está bien hecho, y si no te parece bien, te jodes, como Herodes.
 
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