jueves, junio 04, 2009

La vida abducidora, o abducidiente, de las palabras

Bueno, vale, pues sí, lo confieso: por fin he caído. Y no tien mal que parecer, oyes.
Tenía los dos libros en casa, que me los había prestado una compañera de curro, en uno de los montoncitos que orlan la mesa de mi estudio, pensando que ya llegaría el verano, con sus jornadas playeras, sus tardes al sol (bajo la sombrilla), su dolce far niente, su despreocupado discurrir del tiempo, sus noches eternas, en fin, lo que se dice uno de esos momentos del año de un hacer lo que le salga a una de sus fondos reservados sin la preocupación inherente a la actividad laboral, sin reloj ni despertador, propicios para entregarse a la lectura compulsiva sin remordimientos. O sea, que ya me los leería, los tres, uno detrás de otro, cuando no tuviera la cabeza como una hormigonera.

Pero, héteme aquí, que el viernes, va la mi M y me dice que si no hay nada interesante en la cartelera de esta ciudad diminuta de provincias, y que si me importaría mucho adelantar acontecimientos y ver "Los hombres que no amaban a las mujeres".
Conste que como me había leído el reportaje sobre la prota en "El País" había empezado con la primera entrega, pero se me atravesaron "El viaje del elefante" y "La vida secreta de las abejas", y, oyes, que no me pude de resistir y abandoné el best-seller, aún a sabiendas de que nos estrenaban la peli. Peor pa mí.
Total, que fue llegar a casa, el viernes, después del cine, y lanzarme como una posesa sobre "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina". Y como coincidió que, ya el jueves, me había pillado un trancazo del quince y no me quedaron más güevos que pasar el fin de semana, y el lunes, en el sofá con la manta, pues que me lo liquidé.
Vale, ya sé que las más puristas diréis que si es una novela policiaca como tantas, que si no es literatura, y que si tal y que si pascual, pero yo digo que a mí me ha fascinado, que me ha tenido atrapada, o abducida, los cinco días que me ha durado (y eso, porque el finde y el lunes tuve unos eventos familiares que me hicieron levantarme del sofá, gramos de paracetamol mediante, y porque no tuve más remedio que trabajar el martes, a pesar de que el trancazo aún estaba en su nivel trece, que sino me lo hubiera cepillado en dos), y que ayer llamé a mi librero para que me reserve el tercero y hacerme con él el mismísimo día 18, que cae en jueves.

Otrosí digo: ¡Me he enamorado de Lisbeth Salander!
 
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