sábado, septiembre 25, 2010

La vida soporífera de los fotogramas

Desde aquí os lo digo, no se os ocurra gastaros los dineros en esta horripenda, pretenciosa, aburrida, manida, insustancial y absurda "película".
Con deciros que la escena en la que él, que se esconde de los asesinos suecos que se lo quieren cargar en un pueblo italiano al pie de las montañas, se va a una casa putas y mientras la que le toca en suerte (que luego, va y se enamora de ella, pero que la historia acaba fatal, porque él es un frío asesino a sueldo, o sicario, o sea, malo, y los malos, aunque intenten redimirse por amor a una prostituta que, en realidad es una buena chica que no tuvo más remedio que meterse a puta por culpa de los avatares de esta vida cruel, no pueden porque han de pagar por sus maldades) se va desnudando, a mayores, sin pizca de gracia, la canción que suena es "La Bámbola", interpretada por la mismísima Patty Bravo. Más no os puedo decir.
¡Ah, sí! Él muere.

domingo, septiembre 19, 2010

La vida enigmática de los sueños

Esta noche me fui a Corea del Sur con mi madre, a ver a mi hermano pequeño, que estaba trabajando allí.
Mi madre, como siempre, llenó su maleta con cantidad de cosas que no necesitaría, puesto que, el nuestro, sería un viaje de ida y vuelta.
—¿Para qué quieres tantas cosas, si volvemos mañana? —le pregunté, consciente de que sería yo quien tuviera que cargar con su maleta, y con la mía.
Luego pensé que, ya que íbamos, mejor nos quedábamos un par de días.
El hotel que nos había buscado mi hermana era galáctico —mi hermana tiene una agencia de viajes y siempre consigue hoteles estupendos—. Escaleras mecánicas por doquier, ascensores acristalados, aluminio, neón… La tarjeta no sólo abría la puerta de la habitación, si no que servía para todo, tal y como nos explicó la recepcionista, que hablaba un castellano fluido.
—España está de moda —nos explicó, ante mi extrañeza—. Aquí, en Corea del Sur, a todo el mundo le encanta lo español.
Nos dirigimos al ascensor. Mi madre, encantada con la novedad, metió la tarjeta en una ranura. Al instante, lo que nos había parecido la puerta del ascensor se iluminó para mostrarnos una completísima selección bebidas.
—Ya que estamos —dijo mi madre— voy a sacarme un refresco.
Y hasta aquí puedo contar, porque me desperté, comprobé que eran las once menos veinte y me tiré de la cama. Tenía la intención de hacer un montón de cosas, antes de ir a jugar al golf con la mi Marcela. No hice casi nada. Me importó un bledo. Al fin y al cabo, ya había ido hasta Corea, del Sur.
He interpretado este sueño en relación con mi vuelta a las aulas. Lo que aún no tengo claro del todo es su significado.
 
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