sábado, diciembre 22, 2007

La vida melancólica de los recuerdos


(Rodiezmo, verano de 1964)
Hoy hace veintiún años que se murió mi padre. Cada año, por estas fechas, mientras el alumnado del colegio de San Ildefonso da el pistoletazo de salida a las navidades, yo añoro a mi padre.
De las muchas cosas que he heredado de él es el amor por la música. También por los libros, la lectura, la escritura, el arte. Pero, sobre todo, la música clásica y la ópera. Mi padre fue locutor de radio. Tenía un programa muy parecido a los Clásicos Populares de ahora, del que guardamos todos los guiones, y también transmitía la Temporada Oficial de Ópera desde el Teatro Campoamor, de la que conservamos decenas de libretos.
Uno de los primeros regalos que mi padre le hizo a mi madre fue una radio. Me cuenta mi madre que, cuando estaba embarazada de mí, se sentaba en la salita, dejaba una luz indirecta, cerraba los ojos y escuchaba con devoción las piezas que él programaba y los comentarios que hacía con su voz cálida, serena y armoniosa.
Así que, cada mañana del veintidós de diciembre, elijo alguno de sus fragmentos favoritos de ópera y la Rhapsody in Blue, de Gershwin, uno de sus conciertos predilectos para sumergirme en su recuerdo.

miércoles, diciembre 19, 2007

La vida pérfida de los sueños (y II)


Ayer fue el día. No hoy, como estaba previsto, sino ayer. Al final no fueron tres horas de reunión, sino tres porciones en el antes, durante y después, de uno de los cursos que organizo y al que ella (Ojos Verdes) asiste. La tercera porción en plena calle, con un frío ensordecedor, dedicada a quejas y lamentos varios (los suyos) y subirle la moral (yo), que la tiene al nivel de la sexta galería de la mina de La Camocha (ésa que va bajo el mar), la muchacha. O sea, hacerse cargo del panorama.
Claro, llegó un momento en el que ya se nos caía el moquillo y las orejas amenazaban con hacerse trizas a causa de la congelación inminente, así que le dije que estuviera atenta al correo electrónico que le iba a mandar mi opinión sobre los trabajos infantiles que me había enseñado y un comentario reposado sobre las cuestiones que me había planteado. Y nos despedimos.
Total, que esta noche, a eso de las cuatro de la mañana, me despierto y me sorprendo a mí misma recitando las siguientes palabras a modo de letanía: aprendizaje significativo, porfolio, aprendizajes formales e informales, pedagogía del tiempo...
A las seis y veinte: pedagogía del cariño, aprendizaje por proyectos, cooperativo, entre iguales...
A las siete y media: vuelta al aprendizaje significativo, el porfolio, la pedagogía del tiempo, etcétera, etecétera, etcétera.
A las ocho menos diez me levanto, desayuno, pinto un cachito de mandala, me siento al ordenador y pongo en limpio el resultado de mis sueños.
Pedazo de artículo me ha salido, pe-da-zo. Se me va a quedar Ojos Verdes con los ídem como platos, cuando lo lea. Ahora bien, del subidón, del que son responsables los personajes de la foto (ya puedes estar tranquila, Albahaca), ni rastro.
No hay mal que por bien no venga.
 
Free counter and web stats