viernes, noviembre 27, 2009

La vida apasionante de los momentos televisivos

Esta mañana, poco antes de la hora del Angelus recibí en mi móvil el siguiente mensaje de mi asistenta:


Han expulsado a Indhira por pegarse con Carol

Corrí hacia Secretaría en busca de A, la limpiadora, que en aquellos momentos se disponía a dar buena cuenta de su ración de fruta de media mañana, con la que ya había comentado las nominaciones nada más llegar, porque ella se había dormido, como yo, sólo que yo, como lo grabo todo las había visto mientras desayunaba (que, mil veces las nominaciones antes de volver a tragarme el asunto del editorial de todos los periódicos catalanes, o las muertes de criaturas a manos de sus progenitores, o a Soraya Saenz de Santamaría despotricar contra ZP y culparlo hasta de la extinción de los dinosaurios), y no se había enterado, aunque pensaba enterarse de todo de que llegara a su casa y se conectara a La7, amén de tragarse al completo el resumen en Sálvame.
—¡Han expulsado a Indhira por pegarse con Carol!
—¿A Indhira? Si ya decía yo que lo de Carol iba a traer cola...
Inmediatamente nos dirigimos, cual posesas, al ordenador de R, la administrativa de la tarde que estaba vacío, en busca de la Web de Tele5, bajo la mirada estupefacta del personal administrativo (Como se conoce que no está el jefe —comentó L, la administrativa, con una sonrisita cómplice).
Efectivamente, allí, ante nuestros ojos apareció el titular, pero, ¡oh, pero!, se conoce que todo el país, sediento de carnaza fervientemente interesado en tan apasionante temazo, como nosotras, andaba en las mismas, porque el video no se descargaba ni a la de tres. Menos mal que M, la ordenanza, tuvo la brillante idea de conectar con el blog de una amante de los gatos, seguidora del programa que, tal y como sospechaba M, ya tenía colgada la versión de YouTube.
Efectivamente, queridas apigas blogueras, este año me he enganchado a GH. Y no me duelen prendas al reconocerlo aquí, públicamente. Me he enganchado. Y me he enganchado.
Yo, es lo que tengo, que soy de naturaleza más bien tirando a adicta y cuando me engancho a algo, me engancho. Y no tien mal que parecer.
En otro orden de cosas, el ratito que pasé con el personal administrativo, la ordenanza y la limpiadora, con la que, inmediatamente después de haber visto el susodicho video, salí a la calle a fumar un pitillo y comentar la jugada, fue el mejor de la mañana.
De la bronca monumental que provocó la expulsión de Indhira no voy a hacer comentarios, por ahora. Y no porque no se me ocurra nada, no, que vaya si se me ocurre, si no porque casi prefiero que lo veáis y luego, ya, si procede, establezcamos un bonito debate, o chirla*-coloquio***.

Sobre por qué pasé el mejor momento de la mañana con este sucedío no voy a hacer declaraciones. De momentín.
*Chirla: almeja pequeña.
**Almeja: molusco bivalbo de exquisito sabor.
***Chirla-coloquio: debate protagonizado exclusivamente por mujeres.

martes, noviembre 24, 2009

La vida mentideira de las ideas, o "concetos"

Una de las cosas que me revienta, que más no me puede reventar, es comprobar que ciertas ideas, o concetos, o como quiera que se les llame, del agorerismo van, y se cumplen, cuando menos falta hace que se cumplan, que es nunca.
Por ejemplo: “No se puede tener todo en esta vida”. Pero, vamos a ver, ¡hostia!, ¿quién ha dicho que no se puede tener todo? Y, a mayores, ¿por qué no? ¿Por qué no podemos ser felices, aunque sea a ráfagas, o en pequeñas diócesis, que es como, de forma habitual, viene manifestándose esta magnitud abstracta?
O sea, que parece ser que hay una ley, escrita no sé dónde, que dice que si te va bien en lo profesional, olvídate de la estabilidad emocional. O que si tienes éxito en el amor, ya puedes dejar de jugar a cualquier juego del azahar, porque no te va a tocar ni el reintegro de la Primitiva, que para qué te empeñas en jugar, si ya se sabe que no vas a oler ni un euro extra.
Bueno, pues, yo me niego. ME NIEGO. Uno, porque me pasa como a Camilo Sesto, es decir, que no tengo ni pizquita de suerte en el amor y, en sin embargo, no estoy forrada, que debería de estarlo, si tenemos en cuenta aquello de “desafortunada en amor…”; dos, porque, quejar, no me he de quejar, porque, de momentín, gozo de una salud aceptable, tengo un trabajo estable, bastante bien remunerado (a pasar de los 17.1 puntos de poder adquisitivo que hemos perdido, el gremio del funcionariado, desde 1993, que se dice pronto), mi familia y mis animales están bien, gracias, pero tampoco es que vaya por ahí de sobrada, y, tres, porque conozco gente a la que le va todo, toditito, de p. m., y no son ni más ni menos que yo.
Así que, amiga mía, hazme el favor de alejar de ti ciertos fantasmas, producto, más que nada, de los malditos agorerismos de los cojones, y créete que TIENES DERECHO a tenerlo TODO: TODO lo que imagines, TODO lo que quieras, TODO lo que se te antoje.
Que, a lo peor, es que el problema es que no nos lo creemos del todo, eso de que TENEMOS DERECHO, y por eso nos sale el sol por Antequera.
Desde aquí te lo digo: tú vales mucho, nena, MUCHO, así que vete empezando a creértelo que, a lo mejor, van los agorerismos a tomar por donde yo te diga.
Y, la que sea fea que haga los recaos de noche. ¡Joder!
 
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