viernes, diciembre 31, 2010

Al 2010, GRACIAS, sobre todo, sobre todo, porque el susto que nos dio elmicuñao, que más que cuñado es un hermano más, no sólo porque mi hermana y él lleven juntos más de media vida (empezaron siendo adolescentes) y porque sea amigo de mi hermano nº 2 desde que tenían 12 años, si no porque es una de las mejores personas que conozco, sólo se quedó en eso, en un susto. Gordo, pero susto.
Gracias por las personas a las que quiero y me quieren.
Gracias por los paseos por Xagó, por los baños y las siestas bajo la sombrilla en el mi pedreo, por los mandalas después de desayunar, por las siestas bajo la manta, por la calefacción en los días gélidos del invierno, por las tardes de los viernes, por las noches de cine, por las partidas de golf, por mi vuelta a las aulas, por las sonrisas, y las lágrimas (que este año que se acaba sólo han sido de emoción, y no de tristeza); por Tiza y Bilbo; por lo que he aprendido, y seguiré aprendiendo; por las celebraciones familiares...
Gracias por el regalo de cada uno de sus 365 días.
Al 2011, que nos sea propicio, que nos ahorre los sustos y que, cuando toque hacer balance, también pueda darle las gracias. Por mí y por toda mi familia, por mis amistades y, cómo no por mis blogueras favoritas.

miércoles, diciembre 29, 2010

La vida efectiva de las prohibiciones

Durante las últimas tres semanas del primer trimestre de este curso, mi instituto vivió una orgía de expulsiones, en rigurosa aplicación del Plan de Convivencia (PdC):
-1falta leve=pedazo bronca amonestación verbal.
-2 faltas leves=2 recreos en el Aula de Castigo Convivencia (+ la bronca consiguiente).
-3 faltas leves=3 recreos en el Aula de Castigo Convivencia (+ la bronca consiguiente).
-8 faltas leves=1 falta grave=8 recreos=3 días de expulsión (+ la bronca consiguiente).
Ejemplo de falta grave: mirar por la ventana durante la clase de Actividades de Estudio (AES), mientras el profe estaba a su bola con el portátil. Bronca+3 días de expulsión.


Si os digo la verdad, me parece correcta, la aplicación del PdC de mi instituto. Uno de los objetivos de los centros educativos es preparar a su alumnado para integrarse en la sociedad. Sociedad, la nuestra, que funciona a golpe de prohibiciones y sanciones (punitivas).
Luego resulta la DGT descubre que de las 285 personas que participaron en un curso de sensibilización, obligatorio para quienes han perdido todos sus puntos, un 90%, aparte de reconocer sus errores y arrepentirse, no han vuelto a cometer infracciones.
¡Hostia, acabo de caer! Los cienes y cienes de euros de las multas sirven para pagar los cursillos de sensibilización. Pero es que llevamos decenas de muertes por tráfico, este año, y otras tantas el pasado, y el otro, y el que viene... Ya, pero si no ponemos multas no tenemos pelas para los cursillos de sensibilización. Es lo que hay.

Resulta, también, que más del 50% de quienes perdieron sus puntos y causaron accidentes con resultado de muerte iban pasados de copas.
Ya, pero fumar es mucho más peligroso para la salud pública, por eso hay que prohibirlo y, a mayores, convertir a quienes fuman en apestados sociales y hacerles pagar su vicio con impuestos suplementarios para cubrir los estragos que hacen en su propia salud y en la ajena .


¡Coño!, ahora que caigo. La orgía de expulsiones se concretó en 11, 9 varones y 2 chicas. De los 9 chicos, 3 tienen padres alcohólicos, 2 drogadictos, otro no tiene padre y otro padre lleva 10, de los 13 años de vida de su hijo, en la cárcel.


Sí, pero fumar perjudica gravemente la salud. Además, el alcohol, como los toros, forma parte de nuestro acervo cultural.

jueves, diciembre 23, 2010

La vida afortunada de la existencia

Después de cinco años, cinco, de hacer encaje de bolillos con moscosos y canosos para montarme unas vacaciones docentes (según los parámetros vigentes en mi profesión); después de cinco años, cinco, de coordinarme con el resto del equipo para evitar que la sede se quedara vacía en unos días en los que no nos visitaban ni las arañas; después de cinco años, cinco, de contemplar los caretos del jefe por hacer uso, que no abuso, de mis derechos y no regalarle a la administración ni uno solo de los días de descanso que me correspondían por mi edad provecta y condición de funcionaria pública; después de cinco años, cinco, de tonterías y estupideces varias, hoy veintitrés de diciembre de 2010, doy por inauguradas mis vacaciones docentes.
Circunstancia que voy a celebrar como se merece, es decir, regalándome un día ET+sofá+mi caaaaasssa, aprovechando que la lluvia pertinaz y el frío invernal me van a impedir salir a otra cosa que no sean los paseos preceptivos con mis amores peludos.

Y como soy de las que disfrutan con la Navidad, a pesar de todos los pesares, aquí os dejo una bolina que no es una de las ciento seis de mi colección, pero como si lo fuera, a modo de felicitación,



y os conmino y animo a que entonéis conmigo, aunque solo (cómo me cuesta no ponerle el acento) sea el estribillo de mi villancico favorito.
¡Hala, todas conmigo!





Güi güich yu a Meri Crismas, güi güich yu a Meri Crismas, güi güisch yu a Meri Crismas an a Japi Niú Yir
PD: He puesto tanta foto y tanto perifollo para quitar de la pantalla la cara de Bardem, que es que no la puedo ni ver, oyes.

miércoles, diciembre 08, 2010


domingo, diciembre 05, 2010

La vida relativa de los concetos

Entro el el blog Controladores aéreos y otras hierbas, a sugerencia de Mam, en su respuesta al post de Morgana.
Cinco mil dos (5002) comentarios a la entrada "A ver si nos entendemos", tiene la rapaza controladora y mártir. Por supuesto, le dejo mi comentario, que no logro publicar, no sé por qué, aunque imagino que será porque no da abasto. Por cierto, no consigo entender como puede mantener un blog con tal calibre de comentarios, a los que responde puntualmente, con semejante ritmo de trabajo (tropecientas horas al mes, a turnos MTN, sin vacaciones, ni fines de semana, ni permisos para ver a su madre enferma, ni para ir al médico, ni nada).
Aspecto de una Torre de Control, pillada en Google
Como no he logrado publicar mi comentario, aquí lo dejo:

Yo también soy una privilegiada. Funcionaria. Maestra en Secundaria. 120 horas de media de curro al mes, en mi centro y alguna más en mi casa. Formación obligatoria gratuita, reuniones de equipos educativos, claustros, reuniones de evaluación, por las tardes, después de las clases.
Formación voluntaria, pagada de mi bolsillo fines de semana y vacaciones. Último encuentro de formación en Reggio Emilia, Semana Santa 2010, 1300 euros (58,8% de mi salario), viaje incluido.
No llego, ni de lejos, a los 30000 euros anuales, después de 33 (treinta y tres) años de servicio.
Para mí no vale aquello de "a igual trabajo, igual salario". El profesorado de Secundaria (con licenciatura+CAP), que no se ha formado específicamente para el trabajo que desempeña, y así nos va (en PISA, por ejemplo, y en los IES a diario, por más ejemplo), cobra un 20% más que yo, simple maestra.
Me han bajado el sueldo un 5%, como contribución a la crisis.
Solo cobre la paga extra completa (paga=sueldo) en TRES ocasiones durante estos 33 años, esta Navidad la veré reducida en un 60% porque lo del 5% tenía carácter retroactivo desde enero y de algún sitio me lo tenían que quitar. No me he quejado, hay gente mucho peor que yo (y mejor, pero...).
Secundé la Huelga General y me descontaron 116 euros. No me quejé, si no trabajo, no cobro.
Me han aumentado las horas de docencia directa y la ratio por aula.
Mis herramientas de trabajo siguen siendo la pizarra, la tiza, los atlas y los mapas murales. Ordenadores, cañones, pizaras digitales, una vez a la semana, si tengo suerte de pillar horario en las Aulas TIC.
Edificante aspecto de un aula de Secundaria, pillada en Google
Soy una privilegiada. Tengo un sueldo digno, un puesto de trabajo fijo y unas vacaciones estupendas, que me dan porque no pueden pagarme a tenor de mi categoría profesional y mi antigüedad.
Soy una privilegiada, me encanta mi trabajo.
Y chantajear a todo un país, mantener 600000 rehenes, provocar pérdidas multimillonarias, tirar la imagen de España por los suelos, con lo que supone el turismo para nuestro PIB, por mucho que os empeñéis, no tiene nombre, ni quien se lo ponga.

lunes, noviembre 29, 2010

La vida contraindicada de las palabras

Tengo que lo decir a la bendita pública: estoy hasta el moñete, o cola de caballo, de los paisanos, en general, y de algunos en particular.
En este caso, de los vecinitos con los que comparto el aparcamiento de mi edificio, que son cuatro hombres, muy hombres, todos ellos.
Resulta que el susodicho aparcamiento tiene cabida para cinco vehículos justo delante del portal, y para otros cinco en el lateral. Todo el mundo prefiere dejarlo delante del portal, entre otras cosas porque, ahora que llegan las heladas, están más protegidos. Pero hay que molestarse en ajustarlos, al objeto de optimizar (que se dice ahora) el espacio, pelín escaso.
Gráfico 1
Pues bien, como se puede apreciar en este gráfico, tres de mis cuatro vecinitos, tienen la jodía costumbre de dejarlo como les sale de la entrepierna, cumpliendo la máxima no escrita para los varones, en general, que dice aquello de: “Quien que llegue detrás, que arree”.
Harta ya de estar harta de tener que colocar el coche como puedo, se me ocurrió sacar unas afotitas para mostrarles el uso que hacen del espacio común. Y esta mañana, que me encontré con dos de ellos, me decidí a comentarles el tema.
¡Ay, amigüitas! ¿Quién me mandó? ¿Cómo me atrevo, yo, mujer, a decirles a ellos, hom-bres, que no aparcan bien? ¿Cómo me atrevo ni a insinuar que hacen un uso poco solidario del espacio común? Si hasta hacen maniobras, y todo, para dejarlo niquelao (como se puede apreciar en este otro gráfico).
Vamos, que fue decir, "Oye, L, qué bien que te veo. Quería comentarte que…" y el chorreo que me cayó fue monumental (de las Ventas), descalificaciones personales incluidas, con el apoyo de C, que llegó en aquel momento y se indignó como si le hubiera mentado a la madre.
C es el de la furgo. L el del coche negro. R, con el que no hablé, ni pienso hablar, porque pa qué, el tercero en discordia, que, en esta ocasión, lo dejó a dos metros de la valla lateral.
Conclusión: Ya lo decía San Pablo (“No consiento que la mujer enseñe ni domine al marido, si no que se mantenga en silencio”), lo que nos toca a las mujeres es callar, que lo que hace el varón está bien hecho, y si no te parece bien, te jodes, como Herodes.

jueves, noviembre 25, 2010

La vida reveladora de las palabras



Hace unos años, tantos como nueve, se me ocurrió mandarle un regalo de cumpleaños a Ana Mª Matute.
Antes de que confesara, no recuerdo la razón, que se había quitado un año, cumplía los mismos que mi madre. Entre eso, y que era una de mis autoras favoritas, le propuse a mi alumnado de 2º de ESO escribir un libro de cuentos, entre todas las clases, y enviárselo. Aceptaron mi propuesta y nos pusimos a ello.
Se trataba de homenajearla reescribiendo “El jorobado”, un cuento de diez líneas incluido en “Los niños tontos”.
Leímos muchos cuentos cortos, desde Monterroso a Quim Monzó, pasando por Rodari, Laura Esquivel… Por supuesto, los suyos. Algún fragmento de “Olvidado Rey Gudú”, de “El polizón del Ulises”, "Sólo un pie descalzo". Investigamos sobre su biografía. Supimos por qué empezó a escribir.
Desmenuzamos “El jorobado”, discutimos sobre él, sobre el significado de las palabras, los recursos literarios, la estructura interna y externa. Lo leímos del derecho y del revés. Cada cual, incluida yo, escribió su cuento, su propia interpretación. Plasmaron en él sus emociones, inquietudes, su visión del mundo. Su propio dolor adolescente.
Guardo en la memoria la cara de satisfacción de J, que sólo aprobó Lengua, aquel curso, a pesar de que repetía, quizás porque se levantaba a las cinco para ayudar, cada día, a su madre, trabajadora de la rula, antes de ir al instituto, cuando me entregó el suyo:
—Profe —me dijo, pensando que le recriminaría la extensión—, no llego a lo de Monterroso, pero casi, ¿eh?


“Era un niño que estaba siempre muy apagado. Su aspecto dejaba mucho que desear, porque nunca salía de la caravana. Su padre no lo dejaba salir porque al tener joroba se avergonzaba de él. Siempre hacía lo mismo para tenerlo contento, le llevaba juguetes y comida cara. Pero lo único que quería el niño era salir al teatro y hacer de guiñol para que los otros niños se rieran con él.”

Con todos los cuentos editamos un volumen que le enviamos, a través de su editorial.
Nunca nos contestó.
Me dio tal coraje su actitud, por la decepción de mi alumnado, por la mía propia, que no volví a leer nada suyo desde entonces.
Hoy, que he leído todo lo que publicó “El País” creo que he entendido el porqué de su silencio. Su segundo marido, el hombre de su vida, su compañero, el que la compensó del horror del primero que “no era malo, era peor”, se murió el mismo día de su cumpleaños. Normal que no quisiera celebrar ese día nunca más. Qué lástima que este dato se me hubiera pasado entonces, con todo lo que leí sobre ella. Qué lástima que no hubiéramos tenido la oportunidad de enviarselo con motivo del "Premio Cervantes"*, que deberían haberle concedido en aquella época, justo después de la publicación de "Olvidado Rey Gudú", tras veinte años de silencio. Seguro que nos hubiera contestado.

*Por cierto, ¡ya era hora, leches, ya era hora!

lunes, noviembre 15, 2010

La vida indecente de la realidad docente


S. corría en karts. Se le daba bien, tenía futuro. Ganó varios premios. También era un niño tranquilo, responsable y estudioso, al que las competiciones no le impedían presentar las tareas escolares en tiempo y forma.
Un buen día, el mundo de S. se vino abajo. Su madre, harta ya de estar harta, denunció a su marido. Se separaron, orden de alejamiento por medio. S. pasó a depender de sus abuelos maternos, su madre trabaja fuera de casa y no puede atenderlo.
S. tiene trece años y es un firme candidato a inquilino permanente del “Aula de convivencia”, vergonzante eufemismo para último invento de los institutos en el que aislar a los indeseables, vagos y maleantes que pueblan nuestras aulas. A estas alturas de curso, ya ha sido expulsado durante tres días por acumulación de amonestaciones (llegar tarde, no sacar la libreta, olvidarse la agenda, no hacer los deberes, fumar en el recinto...).
M. tiene trece años. Repite 1º de ESO. Es una niña violenta, a la que le cuesta muy poco trabajo levantar la mano, o lanzar una silla a quien le “vacile”. No hace los deberes. No estudia. No atiende en clase. Está a su bola. M. convivió con su hermana mayor, que tiene veintiséis, para ayudarla con su numerosa prole, mientras su marido entraba y salía de la cárcel, y la preñaba en cada salida, hasta hacerle ocho hijos. Hijos que, previo paso por las consiguientes instituciones, acaban de dar en adopción.
—Se los llevan todo, profe, todos, porque dicen que mi hermana no los puede atender —me dijo un día, que me la encontré llorando en el pasillo.
M lo va a suspender todo, esta evaluación. Si no fuera porque le ha caído en suerte una Tutora magnífica, M, también estaría condenada a ser inquilina permanente de la susodicha “Aula de convivencia”.
S y M son dos de los múltiples casos cuyas historias hielan la sangre. Hay más, muchas más.
Pero la preocupación de los equipos docentes sólo es una: no hacen los deberes. Y como no hacen los deberes, ni tienen hábitos de estudio y trabajo, y sus familias son de lo peorcito (“Este instituto debería llamarse Correccional de X, en vez de IES de X” —me comentó hace poco la orientadora), y “les importa un rábano la educación de sus hijos” (e hijas, añado), saldrán de esta institución pública, sostenida con dinero público, cuyo objetivo es minimizar las diferencias sociales, sin los cimientos de un futuro al que tienen derecho.

lunes, noviembre 01, 2010

La vida recurrente de los misterios culinarios

Resulta que las cecé o-¡oh!, que diría el ínclito Urdaci (sí, sí, emperatriz, ayer me tragué, tumbada en la seshlón, “Felipe y Letizia”) de la Enseñanza de Murcia, contrataron a la mi Marcelilla para que diera una sesión en un curso sobre lo suyo y, por supuestísimo, me ofrecía a acompañarla.
A mí, es nombrarme Murcia y salir disparada. Uno, porque es el lugar de residencia de mi amiga del alma y la niñez, y aprovecho la mínima oportunidad para disfrutar de su compañía, y de la de las amistades que tengo allí y, dos porque ahora, a mayores, también me permite reencontrarme con el mi Cañón del Colorado, alias Calvin.
Como es de suponer, nos instalamos en casa de la mi amiga y su esposo que, desde aquí lo digo, aparte de ser una de las personas más generosas que conozco, maneja la barbacoa con la maestría de un profesional. Y luego, ¡lo recoge todo y lo deja como los chorros!

Después de pasar el trámite de la charla de la mi Marcelilla, que estuvo en un tris de morir de éxito, para variar, y del madrugón (no van y le ponen la sesión a las 09:00), que fue de órdago, porque nos habíamos acostado a las 03:30 a. m., nos fuimos para casa, dispuestas a degustar el soberbio menú con el que nos iba a obsequiar el Rey de la Barbacoa, gamba roja y chuletitas de cabrito, a nosotras tres, Calvin, Marcelilla y yo, y otras seis personas más, en total once.
La comida discurría en un ambiente festivo, a la par que distendido, cuando, de pronto, surgió, de nuevo, el misterioso asunto de la tortilla de merluza, que ya, hace dos años, en situación similar, a punto estuvo de crear un cisma entre mis amistades murcianas. De nuevo volvieron a cruzarse las acusaciones, en un intento infructuoso por averiguar quien había sido la afortunada que se la había trincado, con la mi amiga del alma y la niñez, y yo. De nuevo se alzaron las voces acusadoras, esta vez contra Y., que hasta admitió haber sido ella, agobiada por las presionas a las que la sometió C., en un intento de hacerle confesar lo inconfesable. De nuevo se abrieron las viejas heridas, que estuvieron a punto de infectarse cuando Calvin, inconsciente de las consecuencias de su declaración, dijo:
—Yo también la he probado.
—¡Túúúúúúúú! —exclamaron varias voces al unísono, dirigiéndome, al tiempo, miradas cargadas de reproche.
—Es que hice 1300 kms para probarla… —se justificó Calvin.
—Yo, ni tengo la receta —se quejó A.— Nadie ha sido capaz de darme la dirección del blog…
—Pues a mí todavía no me la ha hecho —terció Marcelilla.
Sus palabras tuvieron el efecto de un bálsamo (¡Ah!, bueno, oyes, si Marcela, que también es íntima, no la ha probado…), y pudimos seguir mordisqueando las chuletitas de cabrito, y poniéndonos ciegas con los postres, sin que la sangre llegara al río (Segura).
Hasta nos fuimos a cenar, y todo, previa siesta reparadora, como si nada hubiera ocurrido.
Nuestra estancia en la capital murciana concluyó felizmente, tras una larga noche, en la que la mi Marcelilla volvió a solazarse con un gin-tonic, como la anterior, aderezado con los limones del limonero de la mi amiga, y un desayuno de lujo, que nos tomamos en el porche, a 29,8 ºC, antes de volver a nuestras latitudes, donde nos esperaban 8ºC y una lluvia pertinaz.
Eso sí, ayer, no me quedó por más que hacerle a la mi Marcelilla la tortilla de merluza que acompañamos, en esta ocasión, con unas gulas (del Norte), unos tomates de mi propia cosecha y un exquisito Ribera del Duero.
Ahora bien, desde aquí os lo digo, queridas Y, A y C, de este verano (D. m.) no pasa que os haga la tortillina para nuestra Cena de Chicas. ¡Ea!
PD: A.,
aquí te dejo la receta, para que vayas practicando.

lunes, octubre 18, 2010

La vida endémica de la actividad académica



Bueno, pues nada, oyes, ya estoy de nuevo, desde hace un mes, disfrutando de la vida escolar, o académica.
Hace un par de semanas, lo que es a principios de los corrientes (tres, cuatro, ocho, segundo piso,ascensor) asistí a mis primeras reuniones de Equipos Docentes, también conocidas como RED. Tutor de 1º de ESO, único varón del grupo. Departamento de Matemáticas.
“Imagino que ya habréis disfrutado de la magnífica experiencia del aula áurea”. Aula en la que, de veinte, catorce han repetido algún curso, bien en Primaria, bien en Secundaria. Alumnado de etnia gitana, cuatro; alumnado extranjero (from Brasil, República Dominicana, Ecuador y Rumania), cinco; alumnado de NNEE, dos. De etnia.
En este, como en el resto de los grupos, el mayor delito, y argumento educativo, es: No hacen los deberes. No tienen hábitos de estudio y trabajo.
Medidas pedagógicas: Llama a la madre.
El guión de la reunión también incluye el apartado “Evolución global del grupo” y que, grupo tras grupo, de los seis que me tuve que tragar, consistió en: Fulanita es un desastre, Menganito es un vago y un maleante, Citanito no tiene luces, A Perenganita, si pensara tanto en los estudios como en arreglarse, igual le iba mejor.
En un momento de la “Evolución global del grupo” de la cuarta reunión, concretamente, la del Aula Áurea, después de haber llenado mi libreta de anotaciones y dibujitos, y haberme mordido la lengua hasta hacerme sangre:
—Fulanita: es más corta que las mangas de un chaleco —afirma, el citado tutor— y, encima, NO HACE LOS DEBERES. Entre eso y que viene de la República Dominicana, ya podemos imaginar lo que va a dar de sí.
—Pues —digo yo, harta, ya de estar harta—, esta mañana nos estuvo contando un montón de cosas sobre Cristóbal Colón.
La cara de mi compañero docente, de habitual circunspecta, a la par que malhumorada, se iluminó con el mismo destello que imagino iluminó el rostro de Arquímedes antes de pronunciar su famosísimo ¡Eureka!, imprimiendo a sus palabras un tono de rabia no contenida:
—¡Ja, eso es porque le interesa!
Al día siguiente, Fulanita, cuando hablábamos de los movimientos de la Tierra, y les comentaba aquello de que, en la Antigüedad, se pensaba que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra, levantó la mano y dijo:
—Eso es la teoría geocéntrica, profe.
No pienso decírselo a su tutor, no vaya a ser que le extirpe el interés a golpe de tedio.

miércoles, septiembre 29, 2010

La vida personal de las palabras


Sí, me he puesto en huelga. Lo dudé mucho, es cierto, pero al final me decidí, sobre todo porque me produce un asco infinito que al gobierno socialista, al que yo he votado, le traiga al pairo la Educación Pública y se la esté cargando a golpe de recortes. Recortes en personal que suponen, no sólo la supresión de puestos de trabajo, si no la sobrecarga horaria para el resto, que afecta directamente a la calidad educativa y a la atención necesaria a los segmentos más desfavorecidos de nuestra sociedad; en recursos materiales para los centros; en proyectos educativos a los que se les corta la subvención de raíz sin mediar explicación; en etapas fundamentales, como la Educación 0-3, que han arrojado a los pies de los caballos; en la implantación del Plan Bolonia, que si se descuidan, ni ponen en práctica; en la Formación de Profesorado; en las ayudas a las familias con escasos recursos materiales; en I+D+I. Etcétera, etcétera, etcétera.
Para compensar este aciago día, Alson me ha concedido este premio, que ya he recogido y por el que, desde aquí, le doy las gracias.

sábado, septiembre 25, 2010

La vida soporífera de los fotogramas

Desde aquí os lo digo, no se os ocurra gastaros los dineros en esta horripenda, pretenciosa, aburrida, manida, insustancial y absurda "película".
Con deciros que la escena en la que él, que se esconde de los asesinos suecos que se lo quieren cargar en un pueblo italiano al pie de las montañas, se va a una casa putas y mientras la que le toca en suerte (que luego, va y se enamora de ella, pero que la historia acaba fatal, porque él es un frío asesino a sueldo, o sicario, o sea, malo, y los malos, aunque intenten redimirse por amor a una prostituta que, en realidad es una buena chica que no tuvo más remedio que meterse a puta por culpa de los avatares de esta vida cruel, no pueden porque han de pagar por sus maldades) se va desnudando, a mayores, sin pizca de gracia, la canción que suena es "La Bámbola", interpretada por la mismísima Patty Bravo. Más no os puedo decir.
¡Ah, sí! Él muere.

domingo, septiembre 19, 2010

La vida enigmática de los sueños

Esta noche me fui a Corea del Sur con mi madre, a ver a mi hermano pequeño, que estaba trabajando allí.
Mi madre, como siempre, llenó su maleta con cantidad de cosas que no necesitaría, puesto que, el nuestro, sería un viaje de ida y vuelta.
—¿Para qué quieres tantas cosas, si volvemos mañana? —le pregunté, consciente de que sería yo quien tuviera que cargar con su maleta, y con la mía.
Luego pensé que, ya que íbamos, mejor nos quedábamos un par de días.
El hotel que nos había buscado mi hermana era galáctico —mi hermana tiene una agencia de viajes y siempre consigue hoteles estupendos—. Escaleras mecánicas por doquier, ascensores acristalados, aluminio, neón… La tarjeta no sólo abría la puerta de la habitación, si no que servía para todo, tal y como nos explicó la recepcionista, que hablaba un castellano fluido.
—España está de moda —nos explicó, ante mi extrañeza—. Aquí, en Corea del Sur, a todo el mundo le encanta lo español.
Nos dirigimos al ascensor. Mi madre, encantada con la novedad, metió la tarjeta en una ranura. Al instante, lo que nos había parecido la puerta del ascensor se iluminó para mostrarnos una completísima selección bebidas.
—Ya que estamos —dijo mi madre— voy a sacarme un refresco.
Y hasta aquí puedo contar, porque me desperté, comprobé que eran las once menos veinte y me tiré de la cama. Tenía la intención de hacer un montón de cosas, antes de ir a jugar al golf con la mi Marcela. No hice casi nada. Me importó un bledo. Al fin y al cabo, ya había ido hasta Corea, del Sur.
He interpretado este sueño en relación con mi vuelta a las aulas. Lo que aún no tengo claro del todo es su significado.

miércoles, septiembre 08, 2010

La vida mágica de los fotogramas, y las palabras

Ni sé, ni me importa, lo que opinan los gurús de la crítica cinematográfica, esos que ponen a Sofía Coppola o Isabel Coixet de vuelta y media —sospecho que porque son mujeres—, sobre esta película.

Sé que me conmovió la relación que establece ese cincuentón casi analfabeto, que interpreta Gérard Depardieu, con la anciana con la que se encuentra en el parque, Gisèle Casadesus, con la conductora de autobús de la que se enamora, Sophie Guillemin, con el resto de personajes que pueblan la historia.
Sé que, una vez más, en el momento justo —justo cuando voy a reincorporarme al aula después de cinco años de ausencia—, una película pone en imágenes —ésas que, según
Pilar Aguilar, "penetran, para lo bueno y para lo malo, en el núcleo duro de nuestras emociones sin pasar por el filtro de la razón"— lo que he leído y escuchado tantas veces, la última hace una semana a Francesco Tonucci, alias Frato, para que lo tenga presente, para que no se me olvide.
Pero, sobre todo, sé que disfruté cada uno de los minutos de su metraje; que salí del cine con una sonrisa en el alma.

sábado, agosto 21, 2010

La vida interrumpida de las palabras

Marcho de casa.
No es que me chale, la idea, pero no me queda otra. Tengo una madre anciana que, ni puede, ni quiere estar sola, y me toca acompañarla esta semana en el pueblo costero donde pasa el mes de agosto.
Así que, allá me voy, desde mañana hasta el próximo domingo, con mis libros, mi novelita, mis libretinas, mis mandalas, mis lápices de colores, mis palos de golf, mi cámara y mis perros.
Es por ello, que no os visitaré, ni comentaré, ni actualizaré, ni nada de nada que tenga que ver con este aparatejo. Eso, si no me resisto a la tentación y me lanzo a Media Markt, el lunes mismo, mientras la dejo en la playa con mi tía, a hacerme con el notebook, que sueño con él desde que usé el de Frabisa, cuando estuve en Coruña a principios de este mes. Pero como aún no lo sé, pues me despido de vosotras hasta la vuelta.
Eso sí, no sufráis por mí, que pienso aprovechar a tope la semanita.
Bien aquí, con la mi Marcela y lamirmana:
La Llorea Golf Clab. Salida del hoyo 10
Bien aquí:
Vista de la mar serena desde mi terracina particular al Cantábrico.
Bien en ambos, que los días tienen muchas horas y dan para mucho.
Ci vediamo, caras.

martes, agosto 17, 2010

La vida germinativa de los momentos estivales


El taxi barcelonés, con la Sagrada Familia incrustada en el techo, contribución de Blau y su Drac a mi, ya, espectacular colección.
El otro día, cuando iba hacia Coruña, a disfrutar de un finde en compañía de Frabisa, Blau y su Drac, cómodamente instalada, como corresponde a una señora mayor, en un asiento individual del ALSA Supra, di en sacar la mi libretina y ponerme a trabajar en el primer capítulo de la novelita que estoy revisando.
De repente, a la altura de Tapia de Casariego, en cuyo campo de golf perdí mi swing, hace tres años, a causa, entre otras cosas, del impacto que me produjo una de las compañeras de partida, que me dejó completa y absolutamente kaos, quizás para compensarme de tamaña pérdida, ¡zas!, va y me brota, tal que los hombres del bancal en "Amanece que no es poco", un personaje con el que no contaba. Un personaje sólido, a la par que contundente, que, sin mediar intención alguna por mi parte, me llevó por unos derroteros que no me hubiera atrevido a imaginar en estado de excitación mental.
El hombre del bancal
Como sería, que agarré un calentón de tal calibre, que me vi en la necesidad de cerrar la libretina, beber media botella de agua de un sorbo y hacer unos ejercicios de relajación, so pena de ponerme en evidencia o, en su defecto, encerrarme en el claustrofóbico cubículo que tienen por baño estos autobuses, a solventar.
Ya en casa de Frabisa, arrellanada en uno de sus sillones lectores, con el notebook de la mi amiga sobre las piernas, mientras escuchaba la interpretación de Jackeline du Pré en el YouTube, de la pieza musical que inspiró el capítulo y la escenita de marras, tuve una seria conversación con mi protagonista y, entre las dos, pusimos al nuevo personaje en su sitio, aunque, eso sí, convinimos en darle el espacio que merece su determinación por formar parte de la historia.
Días después, ya en casina, compruebo que, por fin, después de varias semanas de cuidados y desvelos, me ha brotado un tomate. Este tomate.
En este momento ya han brotado otros, igual de minúsculos, igual de prometedores, pero la contemplación de aquel primer fruto, me emocionó tanto que no pude por menos de dar unos cuantos botes de alegría e inmortalizar el acontecimiento en esta instantánea.
Yo, que soy tanto de señales exotéricas, he interpretado, éste y otros brotes que se están sucediendo en mi bancal particular, como un feliz augurio.
Sea como sea, éste está siendo un verano muy, pero que muy fructífero.
Continuará...

lunes, agosto 09, 2010

La vida torticera de las acepciones



En “La tienda de las palabras” (Jesús Marchamalo, Siruela 2002), había una tienda en la que, como su propio nombre indicaba, se compraban y vendían palabras usadas, antiguas, curiosas.
Muchas de las personas de mi entorno —incluso yo misma, antes de comprobar, en mí, su efecto devastador— darían hasta su plato de lentejas por poseer una palabra, y todo lo que significa.
He observado en quienes la poseen, en quienes la buscan con desesperación, en quienes la tuvieron y la perdieron, el mismo grado de ansiedad. Cada cual por un motivo diferente, pero el mismo grado.
Quienes la tuvieron y la perdieron, suelen empeñarse en recuperarla, cueste lo que cueste, no importa cómo, ni en qué condiciones, llegando a conformarse con la acepción paupérrima, con tal de tener, aunque sea un reflejo.
Quienes la buscan, bien porque no la hayan tenido nunca, bien porque la tuvieron y la perdieron, convierten su vida en una cruzada similar a la del Santo Grial. Malvenden posesiones, sacrifican el sueño, la salud, y hasta los ideales, en búsquedas cuyo resultado suele ser catastrófico.
Quienes la tienen… ¡Ah, quienes la tienen!
Un pequeño porcentaje la disfruta, al menos durante los primeros momentos, o años. Otro, porcentaje, bastante más amplio, la enmarca a todo lujo y alcanfor, para que presida el salón de su casa, donde todo el mundo pueda verla. Otro la exhibe a la bendita pública en múltiples y variadas manifestaciones, pero la guarda, cuando nadie observa. Otro la mantiene a buen recaudo, no vaya a ser que se le antoje a alguien y se la arrebate.
Casi todas las personas que conozco, y aún estoy por encontrar a alguien que constituya la excepción que confirme la regla (aunque la mayoría de quienes la poseen tengan el convencimiento de ser esa excepción), añade una
acepción más a las que incluye el incompleto y sesgado DRAE.
Es esa acepción la que no estoy dispuesta a volver a incluir en mi diccionario particular. Es por ello que, la tuve —varias veces—, la perdí, o la tiré por el sumidero, y ya no la quiero.
GOLF: Ganar, no vamos a ganar, pero hemos hecho un torneo muy digno, hemos cumplido con el hándicap, lo pasamos muy requetebién y, lo que es mejor, hemos visto que nos complementamos a la perfección y el sábado jugamos en Llanes. ¡Que tiemblen!

jueves, agosto 05, 2010

La vida hipócrita de las palabras

Debería de estar haciendo el correntío de cosas que tengo pendientes, sobre todo teniendo en cuenta que esta tarde, con un día de adelanto sobre la fecha prevista, llega a esta Villa, después de cinco largos años, mi amiga del alma y la niñez, acompañada por su marido y he de recibirlos como la ocasión requiere; que quiero ir a comprar unos palos de golf, porque la mi Marcela y yo participamos en nuestro primer torneo de parejas y los que tengo, después de probar los suyos, como que no, pero sin el como, y he de hacerme a ellos, para lo cual, una vez que los tenga en la mano, nos vamos a Las Caldas Golf Clab a estrenarlos; que tengo que llevar el coche a que me lo laven, porque ya lo pide a alaridos; etc.

La mi amiga del alma y la niñez cuando cumplió seis años
Pero, es que, he abierto el correo y me he encontrado con esto:
Se va, el muy &#@#&*, después de haber practicado durante este último año, la estrategia de la tierra, no quemada, calcinada.
Se va, después de haber desmantelado la Consejería de Educación; después de habernos entregado a los pies de los caballos, para que se carguen el trabajo y los derechos de un colectivo tradicionalmente despreciado por la sociedad.
Se va, sin haberse enterado de que yo no soy su estimado amigo, y, a mayores, me agradece la colaboración que pude haberle dado. ¡Aj, qué asco!
Es por ello por lo que no puedo resistirme a gritar a la bendita pública:
¡TANTA GLORIA LLEVES COMO DESCANSO DEJAS, SO INDESEABLE!
¡Hala!, ya me he quedado más tranquilita.

jueves, julio 29, 2010

La vida confusa de los concetos


Yo también quiero mi best-seller, si termino de escribir, claro.
Al hilo del post de Tantaria, La trabajera de ligar, que ya pasa de los cien comentarios, del desternillante de Jirafas en gerundio, Salvando muebles, que le valió un bollogossip extra de Farala, de la lectura de la primera novela de la trilogía de Libertad Morán, A por todas, que me prestó la mi Marcela, y de las zambullidas que me estoy pegando en mi propia memoria, al rescatar una novelita que empecé a escribir, y no terminé, para variar, hace doce o trece años (aún tengo la mitad de los capítulos en WordPerfect*), he llegado a la conclusión de que el término “normal”, o se ha desvirtuado, o hay un confusionismo muy grande sobre su significado, o cada cual tiene su propio conceto. Y ahí sí que la hemos jodido.
La que suscribe a punto de zambillirse en los recovecos de su memoria
Lo que yo quiero es una mujer normal, afirma la totalidad de las bolloblogueras solteras que voy conociendo, las bolleras a secas, y la del correntío de bollitos y petisuis que describe Libertad Morán en su mencionado éxito editorial.
Un suponer, Tantaria, no concibe ni un revolcón a lo forestal con alguien que no utilice adecuadamente las tildes (ortográficas, no me vayáis a pensar mal, que ya os voy conociendo, cacho perras).
Si, hasta Marta Sánchez cantaba aquello de soy una mujer normal, a lo que añadía, una rosa blanca de metal (que ye lo más normal del mundo, y no tien mal que parecer), para concluir en que estaba ¡Desesperada! La pobre.


Estoy convencida de que el quid de la cuestión radica en que cada cual tenemos nuestro propio conceto de normalidad, lo que justificaría, no sólo la desesperación de Marta Sánchez, si no la de cienes y cienes de bollosingles, yo la primera, que para eso soy la mayor, que autojustifican su soltería con aquello de que es que no encuentro ninguna normal, oyes.
Entonces, desde aquí os emplazo a que vayáis rascándoos las neuronas y defináis vuestra propia normalidad, a ver si de una puta vez llegamos a un acuerdo y, a mayores, yo encuentro una amante normal (novia, lo que se dice novia, no quiero) con la que proceder al desarrollo exhaustivo mi propio conceto**, y el de la presunta, of course.
*Procesador de textos de la Suite de Corel, caída en desgracia por culpa de don Gates.
**Que si no he iniciado mi, cien veces, anunciado casting es porque ni yo misma tengo claro el conceto.

domingo, julio 25, 2010

La vida agotadora de los eventos veraniegos

Tengo, por qué no decirlo, una pandilla petarda. Un grupo de seres humanos que conocí en los ochenta, cuando aún no había salido del armario, a pesar de que media ciudad —la media ciudad gay, por supuesto— hacía apuestas sobre mi opción sexual, con el que me reúno un par, o tres, de veces al año.
El viernes pasado, uno de los miembros de esta pandilla, tuvo la gentileza de organizar una cena en su casita de campo (todo ideal, corazón, todo ideal) en la que reunió a una decena de miembros del susodicho grupo.
Mi anfitrión en el ejercicio de sus funciones
Me resultan entrañables, estos encuentros, sin embargo, me preparo para ellos cual gladiadora espacial, haciendo acopio de escudos protectores, ya sea contra armas láser, ya contra aguijones radioactivos. No ha habido ni una sola vez, sobre todo desde que, hace varios años, di en retirarme del mundanal, que no haya tenido que utilizar mi arsenal defensivo al completo.
El viernes no fue una excepción. Si algo tiene en común este grupín, en general, con honrosísimas excepciones, son unos intereses sempiternos y concretos, por este orden:
— Cuánto tienes
— Cuánto follas
— Cuánto viajas
— Cuánto te drogas
Así que llego vestida para la ocasión (también se mira mucho el modeleo) y mi batería de escudos, dispuesta a repeler las andanadas:
— Sí, puedo permitirme el lujo de, por ejemplo, dilapidar unas decenas de euros en el bingo, no sé si tantos como tú te gastas en cocaína.
— No, no tengo novia. Sí, sigo sin follar desde la última vez que nos vimos.
— He estado aquí, allí y en este otro sitio desde que nos vimos la última vez.
— ¿Coca? ¿Chocolate? No gracias, me quité en el 92.
Mi ex, su actual y la mi Váyolet* intercambiando opiniones sobre el corte de pelo de Bimba Bosé
Este viernes me resultó especialmente intenso. Entre la cantidad de caipirinha que ingerí (aún me dura la resaca), que preparó la actual de mi ex (con alguna sí que me llevo, Libertad Morán), una encantadora girl from Sao Paulo, que las prepara de escándalo, es un escándalo, el tercer grado al que me sometió uno al que hacía años que no veía, empeñado en rescatar del olvido alguno de los episodios más truculentos (sí, tengo más de uno) de mi biografía sentimental, en plan anda mamá, cuéntame otra vez ese cuento, pero hija, si ya te lo sabes de memoria, es igual me gusta mucho que me lo cuentes, y el relato pormenorizado de las aventuras y desventuras de un maricón en Ipanema (contextualizando), La Habana y los cuartos oscuros de los antros locales, volví a mi casa exhausta.
Un día de estos voy y me lo cargo, al kaos
Menos mal que una tiene sus recursos, incluida la paz de mi hogar y el caos de mi estudio. También mi terracita al Cantábrico, a la que me marcho en este instante con mis santos.
Bilbo y Tiza en nuestra terracina marinera
*Véase "La mi novela por entregas"

jueves, julio 22, 2010

La vida inspiadora de los fotogramas

El otro día, estudiando con la mi Marcelilla la técnica del approach en un libro de Severiano Ballesteros, "Golf natural" que hacía ni sé el tiempo que no repasaba, me encontré, después de no sé cuántos años de búsqueda infructuosa por todas las carpetas de mis escritos, tres paginitas que había perpetrado hace casi treinta años. Un horror, por qué no decirlo, las páginitas, pero, ¡oh, pero!, contenían una frase de Juan Gil-Albert, que refleja como ninguna, mi vínculo con la escritura:

Escribimos por llenar el vacío de unos hechos irrealizables,
por transgredir los límites de la existencia.


Don Juan Gil-Albert, que era, también, un poquitito gay
El día en el que, fiel a mis propósitos de hacer lo que me salga de la fañagüeta, dediqué el tiempo que me dio la gana a indagar sobre la trayectoria profesional de Stana Katic, alias lamiBeckett, y me encontré su participación en Feast of love, mi cerebro hizo clic y me transportó a una novelita que escribí hace quince años y que, como el resto, dormía el sueño eterno en el disco duro de mi ordenador. La Jenny de Feast of love era el vivo, vivísimo, retrato de la Alejandra de "Suite para cello", título provisional que le di, entonces, a la susodicha novelita.
No sé si os pasa, a las que escribís, pero yo tengo que ponerle cara a los personajes de mis novelas y, claro, las escojo entre lo que tengo a mano. Durante algún tiempo, Alejandra tuvo el aspecto de Jenny que, lo que son las cosas, se parecía bastantito al que tenía una de mis amantes el primer día que la vi y no pude por menos que enamorarme perdidamente de ella en ese mismo instante, pero no tenía cara. No la ha tenido hasta que volví a ver LA escena.
La primera vez que vi a I. tenía el mismo largo de melena que J y llevaba una cazadora de una universidad americana, no recuerdo cuál, ¿sería la de Wisconsin? A I. la conocí cinco años después de escribir la novelita en cuestión. Aclaro.
Entre una cosa, la frase de Gil-Albert que aparece en la primera página de “Los arcángeles: parábola”, obra de 1981 que devoré en los momentos previos a mi salida del armario, y otra, la inspiradora visión de la escena que protagonizan Jenny & Katherine, Stana & Selma (Selma Blair, otro de mis grandes amores del celuloide), en Feast of love, mi imaginación, bloqueada por estos años de estrés permanente, se desató.

En verdad, en verdad os digo que, a veces, a una no le dan los ojos.
Rescaté las cien páginas de mi novelita de la copia de seguridad de mi primer ordenador, un Pentium 120, que he ido trasportando de un disco duro a otro, y me he puesto a escribir. Más bien a corregir, reestructurar, suprimir o aumentar, según las necesidades de aquel texto con el que, como he hecho siempre, desde que me alcanza la memoria, he intentado llenar el vacío de unos hechos irrealizables y también, por qué no, transgredir los límites de una existencia que, por temporadas, se me antoja carente de emoción.
Y en ésas ando, escribiendo como una posesa, más contenta que unas castañuelas. Cómo será, que esta mañana he realizado las tareas propias del hogar, bailando (ni recuerdo el tiempo que no lo hacía) “Oh very young”, de Cat Stevens, con el espíritu de morning has broken, like the first morning.

Amanecer otoñal desde la terracina de mi casa

Estoy que me salgo.
Thank you so much, Juan, Seve & Stana. Y también, cómo no, a la mi Marcelilla, que tanto me ha machacado el cerebro para que me ponga a escribir de una puta vez, entre hoyo y hoyo.
 
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