viernes, agosto 31, 2007

La vida pública de las palabras

Sabía de la existencia de esta distinción, pero nunca pensé que mi blog pudiera llegar a tenerla, entre otras cosas porque, el mío, no es un blog ni demasiado visitado ni profusamente comentado. Y hoy me he llevado la inmensa sorpresa de que Ripley me ha hecho el gran honor de incluirme en la lista de los blogs que la hacen pensar. Desde aquí te lo digo, Ripley, un millón de gracias. No puedes hacerte una idea de la ilusión que me ha hecho.
Verdaderamente, esto de que te den una distinción, sobre todo si es puramente honorífica, es algo gratificante. Lo que más me ha gustado es la categoría del premio, o distinción: hacer pensar. Siendo maestra de vocación y profesión, siempre he agradecido mucho que mi alumnado me dijera que una de las cosas que más les gustaba de mis clases es que hacían pensar. Ahora, que estoy alejada de las aulas, echo mucho de menos ese tipo de estímulos. Y, mira tú por dónde, resulta que también hago pensar a una persona adulta y que, por más señas, es colega. En fin, que estoy encantada.
El Thinking Blogger Award es una especie de premio o reconocimiento, surgido de la iniciativa de un blogger estadounidense con la única finalidad de dar a conocer otros blogs que nos hacen pensar. Si el tuyo es uno de los escogidos... puedes (o no) seguir estas instruciones:
1.- Si alguien te otorga el premio, escribe un post con los 5 blogs que te hacen pensar.
2.- Enlaza el post original, así la gente puede encontrar el origen del mismo.
3.- Exhibe o muestra el "Thinking Blogger Awards" con un enlace del post que tu mismo escribas. Hay dos modelos de botón para mostrarlo en el blog, plateado o dorado.
Y ahora, siguiendo con el protocolo, procedo a dar la lista de los cinco blogs que me hacen pensar. Hay más, claro, pero como sólo me piden cinco, allá van, en riguroso orden alfabético:

lunes, agosto 27, 2007

La vida estéril de las palabras




Playa La Griega (Colunga)
Vivimos en el país de las prohibiciones. En cuanto no sabemos qué hacer con algún tema, prohibimos. En vez de sugerir, indicar, solicitar, es decir educar, prohibimos. Antes de legislar, prohibimos, a pesar de que es bien sabido aquello de: contra la prohibición, rebelión.
Y como nos incomodan tanto las prohibiciones, en cuando cazamos a alguien vulnerando una de las que no nos afectan directamente, nos erigimos en guardianes de la fe y nos creemos con el derecho a reclamar, increpar (incluso agredir verbalmente), juzgar y, por supuesto condenar.
Los perros están prohibidos en la mayoría de los lugares públicos, así que lo normal es que cualquiera, sobre todo los especimenes del género masculino, se sienta en el derecho de decirnos lo que tenemos que hacer con nuestras mascotas, cómo debemos llevarlas y dónde pueden, o no, estar, situación que puede llegar a tal grado de violencia, que si no fuera por lo que es, lo más probable es que desembocara en una agresión física. Ahora bien, la agresión verbal está garantizada. Y si eres mujer, más.
El otro día sufrí un desagradable episodio de esta índole en los alrededores de esta bonita playa, a la que, por supuesto, no dejé bajar a Bilbo. Insultos, advertencias, amenazas..., en fin, lo de siempre. Incluso llegó a retarme, el hombre, a que me atreviera a probar lo que le iba a hacer a mi perro, si lo pillaba. Menos mal, y así se lo dije, que como (gracias a Dios) no tengo testosterona no necesito ir por ahí violentando a quien creo más débil, ni demostrar que soy la más fuerte de la manada. Ahora bien, poner, lo puse de vuelta y media. Eso sí que soy capaz de hacerlo. Y lo hago, maldita sea.
 
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