sábado, marzo 17, 2007

yoalomio.es




Cuando te pones las gafas con cristales color lila ya no te las puedes volver a quitar. Y no tien mal que apaecer.
Da igual de qué trate la peli, como llevas puestas las susodichas gafas, te fijas en lo que te fijas y ya está.
Entonces. Él, el muchacho, en el fondo, es bueno. Se hizo malo por circunstancias, pero vio la luz (en los ojos verdes, o azules -qué sabe nadie y menos yo- de la muchacha). El negro, como representante de las clases desfavorecidas, es un pedazo de ser humano. No hay duda ni resquicio.
Ella. Guapa, por los adentros y por las afueras: morena de verde luna (a las rubias, estos papeles no); melena al viento; arreglada, pero informal, modeleo ad hoc, resaltando sus encantos, incluso en plena sabana; cuerpín a punto de romperse (esta observación no es mía, pero se la pillo a la mi amiga que fue conmigo); mirada electrizante; manos de dedos largos como espigas, y así todo. Arrojada, y concienciada, a la par que solidaria, periodista que recorre los conflictos del planeta, cámara en mano y portátil en retaguardia, poniendo en peligro su vida (Cinco de cada cinco novios encuestados opinan que vivo en crisis permanente. Crisis, ¿qué crisis? ¿De femineidad convencional?), incluso en pleno territorio talibán (que se lo cuenta al muchacho un aguerrido periodista de guerra, compañero de la rapaza, con una mezcla de admiración y envidia), con las ideas muy claras: desenmascarar la maldad que oprime al mundo. Bueno, lo que se dice, perfección Connelly.
Y, ¿para qué le sirve la perfección, a Jennifer? Para enamorarse hasta las trancas del malo reconvertido y hacer mutis por el foro en el momento en el que hay que jugársela de verdad (me la manda para casa él, que no quiere que se exponga más a semejantes peligros), para que DiCaprio-Rambo corone su papel de héroe ganado para la causa de la humanidad, y ella derrame una lágrima por él. Y luego culmine su obra en Londres (yo creo que en la misma sala -del Hotel Bahía de Santander- que El Jardinero Fiel).
O sea: lo de siempre.
La peli, en general, maleja. Con sus puntitos, pero maleja.

miércoles, marzo 14, 2007

La vida vergonzante de las palabras...



...y de los hechos.
"Parecen bandas callejeras con trajes de marca...".
"No hacen caso al director (Presidente del Senado) y además siguen gritando; a nosotros, por mucho menos se nos riñe".
"¿Quiénes son esos senadores y senadoras que han tenido ese comportamiento y qué medidas se toman contra ellos?"
Estos comentarios corresponden a un grupo de alumnos y alumnas de Garantía Social que asistían a la sesión como parte de una actividad programada por la ONG Liga Española de la Educación y la Cultura Popular.
La responsable de la actividad escribió a Javier Rojo en estos téminos:
[...] "Para esta actividad no se había improvisado, se había trabajado sobre el Senado, su composición, sus funciones, etcétera, y se culminada la actividad con la sesión.
Sentimos bochorno ante un comportamiento que desde la infancia los docentes consideramos inaceptable; ustedes han demolido nuestra actividad, que considerábamos muy importante ante nuestro alumnado para su involucración democrática y responsable".
Uno de los comentarios, recogido entre los trabajos que estos chicos y chicas (de estratos desfavorecidos de la sociedad, casi siempre con altísimos grados de desmotivación, que acuden a este programa para poder incorporarse al mundo laboral y social con unas ciertas garantías) hicieron después de la visita fue:
"A los políticos no les importamos nada... por eso no voto yo".
Y, como diría un gran amigo mío: "Cualquier juez los absolvería".

lunes, marzo 12, 2007

A través del espejo



Uno de los refranes preferidos de mi madre es: Ningún gochu se güel (en castellano, que tiene menos gracia, ningún cerdo se huele). Nos lo espeta, a mis hermanos y a mí, cuando le recriminamos alguno de sus comportamientos, para decirnos que antes de criticarla miremos a ver si no estamos haciendo lo mismo, o peor.
Sin saberlo, y haciendo uso del acervo popular, mi madre enuncia (a su manera, y sin tenerla en cuenta para nada que no sea "no me digas lo que hago mal"), la teoría del espejo.
Los espejos, según esta teoría, son personas que la Vida pone en nuestro camino para que veamos en los demás el efecto de nuestros actos.
Hace tiempo que soy consciente de ello, sin embargo, a veces se me olvida y doy en criticar (y lo que es peor, en juzgar y condenar), sin darme cuenta de que lo que critico (juzgo y condeno) es lo que me cuesta la vida reconocer en mí.
 
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