miércoles, marzo 15, 2006

La vida mágica de las palabras


EL MAESTRO
Los alumnos del sexto grado, en una escuela de Montevideo, habían organizado un concurso de novelas.Todos participaron.Los jurados éramos tres. El maestro Oscar, puños raídos, sueldo de fakir, más una alumna, representante de los autores, y yo.En la ceremonia de la premiación, se prohibió la entrada de los padres (tampoco se permitió entrar a las madres, imagino) y demás adultos. Los jurados dimos lectura al acta, que destacaba los méritos de cada uno de los trabajos. El concurso fue ganado por todos, y para cada premiado hubo una ovación, una lluvia de serpentinas y una medallita donada por el joyero del barrio.
Después, el maestro Oscar me dijo:
-Nos sentimos tan unidos, que me dan ganas de dejarlos a todos repetidores.
Y una de las alumnas, que habían venido a la capital desde un pueblo perdido en el campo, se quedó charlando conmigo. Me dijo que ella, antes, no hablaba ni una palabra, y riendo me explicó que el problema era que ahora no se podía callar. Y me dijo que ella quería al maestro, lo quería muuuuuuuucho, porque él le había enseñado a perder el miedo de equivocarse.
Eduardo Galeano Bocas del tiempo. Ediciones del Chanchito, 2004

2 comentarios:

Marcela dijo...

Y cuando pierdes el miedo a equivocarte, ya no hay quién te pare, la creatividad sale por todos los poros. Qué bonito el texto, gracias, Marmarita.

Mármara dijo...

No hay de qué, Marcelilla. En siendo, como es, hoy, viernes, 17 de marzo, en ésta, nuestra Comunidad Autónoma el día dedicado a quienes nos dedicamos a esta profesión, qué menos.

 
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