martes, marzo 07, 2006

Perlas envenenadas


[...] Mi madre, Santa Mónica, cuando iban mujeres a su casa llevando en el rostro señales de la cólera marital les decía: vosotras tenéis la culpa, culpad a vuestra lengua, que es improperio de sirvientas hacer cara a sus señores, lo cual no aconteciera si al leeros el contrato de matrimonio hubiereis comprendido que otorgabais un pacto de servidumbre y que, por eso mismo, conscientes de su condición, no se debían ensoberbecer ni gallear con sus maridos.*
Aunque, claro, aquí, el santo, vivió en el siglo IV y, desde entonces, ya ha llovido, ya, aunque sólo para algunas, a lo que parece.
Otros, prefieren seguir agarrándose a los argumentos con los que pretenden seguir ejerciendo el poder, que ellos mismos se arrogaron, suplantando, incluso, las prerrogativas del dios cuyos designios les sirven de para seguir considerando a las mujeres ciudadanas de novena categoría (porque no hay décima) y actuar en consecuencia.
¡Ya les vale!
*Citado por Mª Ángeles García, fiscal del tribunal Supremo y vocal del Consejo general del Poder Judicial, en su ártículo Moras y cristianas, publicado en El País, el lunes, seis de enero.

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