viernes, agosto 29, 2008

La vida reveladora de las conexiones mentales

Empecé a colorear mandalas para relajarme antes de ir a currar. Con el tiempo, lo he convertido en un rito. Casi todas las mañanas, después de desayunar, despliego mis lápices de colores, me enchufo al MP3, o no, y coloreo un ratito.
Uno de los objetivos de esta técnica es dejar la mente en blanco, pero, la mente, tan suya, ella, decide ir a su bola y ofrecerme, sin que yo se lo pida, recuerdos e imágenes. Al terminar la sesión escribo lo que se me ha venido a la cabeza. En lo que escribo, suelo encontrar las claves para afrontar aquello que me preocupa, o me inquieta.

Estos días, en los que me ha dado por escuchar, de forma compulsiva, mientras lleno de color los mandalas, el Adagio para cuerdas, de Barber, que, cada vez, me arranca una o varias docenas de lágrimas, he recordado un episodio que ni siquiera es mío, pero que me ha dado un par de claves. He aquí el episodio. Las claves, casi que me las guardo.




Hace varios años, MC, la persona que me libera de realizar las tereas del hogar, las pasó de a kilo (y medio). Su marido no trabajaba, se les había acabado el paro y lo que ella ganaba, limpiando casas ajenas (entre ellas la de una de mis amigas del alma), apenas les daba para pagar las facturas fijas. No pasaban hambre, los padres de ella se ocupaban de que así fuera, pero no podían permitirse ni una sola alegría, ni una sola.
Un domingo por la tarde, a finales de mes, sin un duro en el bolsillo, con la nevera vacía y el ánimo por los suelos, la familia, madre, padre e hijo, que por aquel entonces tenía ocho o nueve años, salió a dar un paseo. Sin saber cómo ni por qué (así me lo contó ella), llegaron hasta una de las pastelerías más famosas de Avilés. Se pararon ante el escaparate. La visión de las tartas, los pasteles, los bollos, las pastas, que no podían permitirse, los hundió más, aún. MC es muy golosa. En aquella época arañaba de las vueltas de la compra las pesetas sueltas hasta que reunía el dinero suficiente para comprarse un pastel. A veces sólo podía permitirse uno a mes, o ninguno, porque, como buena mujer, antes de su pastel estaba la cajetilla de tabaco para él.
Deprimidos por la visión del escaparate, y la consciencia de su realidad, decidieron volver a casa. A mitad de camino, A, el hijo, se encontró mil pesetas en el suelo. Aquel dinero les hubiera arreglado mucho, sin embargo, no lo dudaron ni un instante, volvieron a la pastelería y se lo gastaron todo en chocolate y pasteles.
Aquel mismo verano, MC y J, su marido, volvían de cenar con una pareja amiga y tuvieron un accidente de coche. J se quedó más o menos como estaba, pero con una placa de titanio en las cervicales y el brazo izquierdo inútil. MC anduvo cinco meses con collarín, pero se recuperó perfectamente. Aparte de la pensión por invalidez permanente para J, el seguro del coche les pagó una indemnización millonaria. Lo suficiente para que MC no tuviera que volver a preocuparse de que J, poco aficionado al trabajo, lo encontrara, o no.

24 comentarios:

Rara Avis dijo...

Mi niña, los dibujos son preciosos... que envia... yo soy muy torpe....

Lo segundo, la historia me recuerda a esos tiempos de cuando era pequeña... pero me sabe muy mal que al final MC después de todo lo que ha trabajado y sufrido tenga que seguir aguantando a J y que éste no haya dado un palo al agua nunca....

besitos guapa!!!!

prófuga dijo...

Mi madre, muy católica, siempre dice que hay personas a las que sólo se les está permitido coger una carta de la baraja. No me atrevo a preguntarle si las cartas las reparte Dios.

dintel dijo...

Ahoga pero no mata... eso dicen.

Anca Balaj dijo...

Qué gran historia! Me ha recordado a algunos cuentos de Chejov, sólo que es la vida misma.

Yo tengo un rito matinal también: nada más despertarme escribo tres páginas, mientras me tomo mi taza de achicoria. Ahí encuentro yo las claves, o registro los sueños o tomo decisiones inesperadas. Y para relajarme hago dibujos a boli, después de comer. Es increíble lo zen que se ha vuelto para mi el boli Bic, el de toda la vida, a veces creo que es una actividad muy parecida a colorear mandalas en resultados sobre el ánimo.

Besos

Sandra Sánchez dijo...

Vaya historia más curiosa, triste y a la vez tan "normal"...es tremendo las vueltas que da la vida!!

No conocía eso de los mandalas, pero han intrigado... ¿y dices que relaja?

Saludinos!!

Blau dijo...

Marmara, fia, vaya historia. Siempre lo digo, la realidad supera a la ficción.

Un beso.

ConchaOlid dijo...

La mente te traslada a aquellos recuerdos que necesitas. Aunque la mayor parte de las veces no sabemos descifrarlo. Esos mandalas tuyos tienen mucha miga...

mas de mi que de... lirio dijo...

La historia me ha trasladado a mi infancia, recuerdos que a pesar de su dureza me llevan a sonreír... era una niña y por lo tanto sonreía igual!
Es raro lo que provoca en mi el final de lo que cuenta, me pregunto por que a veces los caminos para la tranquilidad son tan agrios.
Veré si me pongo a colorear que parece tener buen resultado, de momento mi ritual junto al café es escribir una frase en Divide y reinaras.

Ya ta! me he entusiasmado un poquito escribiendo así que lo dejo aquí y te mando mil besos desde mi alma y muchas gracias por tu visita a mi espejo.

Mármara dijo...

Gracias, Ayshane, pero lo único que hago, es colorearlos.
Pienso lo mismo, de mi MC, pero a ella no le da para más ni la cabeza ni el corazón. De todas formas, decirte que ahora es ella la que maneja el cotarro y como vive tranquila, está satisfecha con su vida.
Prófuga, ¡cuánto tiempo!, bienvenida. No estoy de acuerdo con tu madre. Todas las personas podemos elegir tantas cartas como seamos capaces de jugar. El problema reside en que, a veces, nos empeñamos en jugar a una sola carta.
Los mandalas no sólo relajan, Pulguina, equilibran, centran, alegran... Suponen un momento exclusivo para una misma, consigo misma. En fin, que son un chollu.
Es cierto, Blau, la realidad supera a la ficción, siempre.
O, cuando aprieta, ahoga, pero bien, según Guillermo Fesser, Dintel.
Si yo dibujara como tú, aMINÚSCULA, te aseguro que les dedicaría menos tiempo a los mandalas. Como no tengo el don que tú tienes, para sacarle maravillas al BIC, coloreo. No lo había pensado, pero sí, la historia de la mi MC tiene algo de chejoviana. Tenía, gracias a Dios, o a quien corresponda.
Sí que tienen miga mis mandalas, Conso. Aunque sólo sea por lo que disfruto haciéndolos, ya son un puntazo.
Has dado en el clavo, Lirio, los caminos para la tranquilidad son agrios, y hasta escabrosos. Quizás porque damos en complicarnos la vida, en vez de disfrutar con lo que nos ofrece y sortear, de la mejor manera posible los retos que nos pone para que aprendamos de ellos.

prófuga dijo...

vas a mamá!

Marcela dijo...

Ergoooo...si tienes mil pelas te las gastas en pasteles y te quedas genial. Estupenda moraleja, me la apunto. Marmarita, este lunes empiezo mi nueva vida, creo que iré a verte por el curre, estoy muy nerviosa.

Mari Triqui dijo...

Empiezo a leerte. A mitad del camino paro la lectura del post y le doy al play. Escuchando esta música que va desplazando todas mis emociones hasta un espacio muy pequeño en mi garganta, sigo leyendo. Leo también los comentarios de las chicas y tu respuesta.
Me alegra que a MC le haya llegado una vida más relajada; la mía también está más llena desde que tengo este cachito de pantalla que compartir con personas como tú. Gracias por compartirte. Un abrazo fuerte!
(Joer, con la musiquita)☺

Rara Avis dijo...

ufff menos mal, si maneja el cotarro al menos me doy por satisfecha!!!

besitos guapa!!!

Leonor Cabrera dijo...

A cada uno le llega en la vida lo que busca. Por cierto, me estoy leyendo 'La mancha humana' y creo que todo está sospechosamente conectado... A cada uno le llega lo que se merece...

Sandra Sánchez dijo...

Tendré que probar...

Mármara dijo...

Prófuga, si chivar te chivas a tu madre, allá tú, que las madres son muy suyas con eso de que sus hijitas del alma se junten a ovejas descarriadas como yo.
Marcelilla, ¡qué nervios, fía!, ya te llamo yo dentro de un cachín, de que amanezcas.
Joé, Glora, tú si que me has concentrado las emociones en un cachín muy chiquitín de mi garganta, y sin la ayuda de la música de Barber, con las cosas que me dices. Gracias a ti, por estar ahí, y por compartirte, también. La musiquita sí que tiene lo suyo, sí.
Ayshane, tendrías que ver a la mi MC, lo guapa que está, desde entonces, y la soltura que ha ido adquiriendo (quiero pensar que, un poco, también, gracias a los mítines que suelto a la menor ocasión).
Es cierto, Lowana, tenemos lo que nos merecemos. Y eso de que todo está interconectado, pues, ya lo decía C.G. Jung, que también utilizó mandalas cómo técnica de meditación, y escribió un tomazo sobre las casualidades (que no esisten).
Ánímate, Pulguina, anímate. No te arrepentirás.

Morgana dijo...

Ciaoooo Mármara!! pasé a saludarte, ya regresé. Saludos!

Mármara dijo...

¡Bienvenida Morganita! Qué gusto tenerte de nuevo por aquí, a pesar de que eso signifique que se nos han acabado las vacaciones.
Me pasaré por tu blog a leer alguna crónica de este verano viajero que has tenido.
Besinos

errante dijo...

pues yo pienso como la madre de prófuga... la vida es muy cabrona y no reparte comodines, y no es justa, por lo que tampoco encontramos moraleja en ella (la vida)

Mármara dijo...

Y yo que pienso todo lo contrario, Errante. Pienso que la vida es fantástica y, constantemente, nos está poniendo delante comodines, sólo que, a veces, somos tan torpes que no nos damos ni cuenta.

errante dijo...

que no!

Mármara dijo...

A ver si está más atenta, Errante, guapina, que los comodines, habelos, haylos, el caso ye dar con ellos.

Anónimo dijo...

Yo pienso que la vida es...

Agridulce, un poco amarga...es un misterio que se devela día a día a través de cristalinos desenfocados...

Pero me gusta tu manera de pensar...me gusta escuchar ese Adagio para cuerdas y notar la reacción de los lagrimales...

Me gusta ese lugar al que me llevan sus acordes...aunque no sea el lugar más feliz...es un momento en el que logro desconectar el cinismo irremediable que gobierna mis días...

No sé...solo sé que al final del día soy una escéptica buscando ser convencida de algo...

Saludos...

Mármara dijo...

Ese es el poder de la música, y del arte, en general, Karen. También el poder de las palabras, claro. El poder de conectarnos con nuestra esencia, a pesar de nosotras mismas.

 
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