sábado, noviembre 19, 2005

El otro día fui a visitar a uno de los Grupos de Trabajo que me toca asesorar. Entre sus objetivos, por supuesto, la prevención de la violencia de género.
Las mujeres presentes en él utilizan el masculino genérico sin el menor rubor, sólo hay niños, en el centro, y profesores (aunque el Claustro esté compuesto de 19 profesoras y 5 profesores) y Tutores, y Padres. El Director, por supuesto, es un afable caballero, lo mismo que el Secretario, el Jefe de Estudios y el Jefe de Extraescolares. La coordinadora, una joven ex- alumna mía, se refiere a sí misma como “Coordinador” y “Tutor”. Los materiales que me presentan son absolutamente sexistas, en contenidos y vocabulario.
Lo comento y ..., cuál no sería mi sorpresa cuando una jovencísima maestra de E. Infantil, se tira el monte y me asegura, indignada, que ella jamás, en toda su vida, ni en su familia ni en la Universidad ni en los centros en los que ha trabajado, se ha sentido discriminada por ser mujer.
He ofrecido una sesión de formación en el análisis de los materiales sexistas. Han aceptado.

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