domingo, enero 15, 2006

Chompa


Ya se sabe lo atrevida que es la ignorancia. Como tampoco nos es ajena la costumbre de criticar. También nos gusta juzgar y, por supuesto, condenar. Condenar a quienes son diferentes, por el mero hecho de serlo; quizás porque su diferencia se ceba en nuestra inseguridad y hace que se tambaleen los frágiles cimientos de nuestras convicciones.
A Evo Morales se le ha juzgado y condenado por ser indio. Y se le ha criticado, aquí y allá, por hacer de la chompa su tarjeta de presentación.
En las tiendas de la Quinta Avenida neoyorquina, éstas y otras prendas -tejidas por las mujeres (madres y hermanas) del altiplano boliviano- se vende a precio de oro. De los cientos de dólares que se obtienen por cada una, sólo unos pocos van a parar a las manos de las comunidades indígenas que las han elaborado.
Evo Morales ha tenido la osadía de recordarnos, luciendo la prenda más preciada de su pueblo y su cultura, cuál ha sido, y sigue siendo, nuestra actitud hacia las comunidades que poblaban un continente que hemos expoliado (y pretendemos seguir expoliando) y cuya población hemos masacrado. ¿Será eso lo que nos molesta?

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