miércoles, marzo 08, 2006

Lo que no se nombra no existe


Probablemente, mientras se afeitaba ante el espejo una mañana, al ministro de Trabajo se le encendió una bombilla. Al llegar a su despacho decidió, con toda modestia, empezar una revolución social (El País, 5 de marzo de 2006). Así se sigue escribiendo la historia. Lo único que está haciendo el ministro con la Ley de Igualdad es llevar al Congreso una mínima parte de las reivindicaciones que las mujeres llevan décadas proyectando, debatiendo y defendiendo. A él le interesa cuidar al electorado, y a los sindicatos, cualquier cambio que se introduce vía negociación colectiva, es decir, que les refuerza.
El día que políticos, sindicatos (y articulistas progresistas, etcétera) dejen de presentar como propias las ideas que las mujeres llevan defendiendo tanto tiempo; el día en el que, en vez de hacerse ellos la foto, citen, con nombres y apellidos, a las mujeres que en españa y en Europa han investigado y denunciado hace décadas lo que ellos ahora nos explican, (pero sin errores, señor Caldera: por el mismo trabajo las mujeres y los hombre no perciben el mismo salario); el día en que el ministro negocie la Ley de Igualdad con las asociaciones de mujeres que llevan tantos años pidiéndola; el día en que, al presentar la Ley, dedique, en una entrevista de una página, al menos, ¡una línea!, a recordar el esfuerzo ingente de tantas generaciones de mujeres feministas para explicarnos (también a él y a su partido) lo que ahora es tan fácil ver, a honrar su inteligencia, su fuerza y su valor, ese día se habrá iniciado una revolución.
Carmen Sarasúa. Departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona. El País, 8 de marzo de 2006.

2 comentarios:

Marcela dijo...

Qué gran verdad,es como cuando dicen "A las mujeres les concedieron el voto después de la I Guerra Mundial", como si hubiera sido el espíritu santo, olvidando la lucha de tantas mujeres durante tantos años. Siempre el mismo cantar.

Mármara dijo...

Efectivamente, siempre el mismo cantar...hasta que cambie la dirección del coro.

 
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