jueves, agosto 31, 2006

La vida enigmática de las palabras (y de los actos)


Esta tarde viene mi santa a pasar el fin de semana conmigo. Estoy dejando la casa como para un casting, porque mi madre tiene la bonita costumbre de observar con lupa cada rincón de mi hogar, al objeto de encontrar algún defectillo que certifique que no soy tan buena ama de casa como ella.
Al despejar la salita (la mesa del estudio se ha quedado tal cual, es decir, con sus cinco montones de libros, revistas y diccionarios, en perfecta y amalgamada convivencia, porque por ahí sí que no paso, que el estudio es mi territorio personal, esté mi santa, o no, y tengo la mesa tan atestada como me dé la gana) me he encontrado las páginas de periódico (doce o quince) en las que está el crucigrama, que guardo para momentos de escasez crucigramil. Según las he desplazado a la mesa del estudio he pensado: Para qué leches las guardo, si: uno, compro el periódico prácticamente a diario y casi nunca me da tiempo de hacer el crucigrama en el día (de ahí que me esté haciendo con tal cosecha) y, dos, para qué leches conservar lo viejo cuando hay tanto nuevo por venir.
Que diría Manolito, el de Mafalda, datis, amigas mías, datis.

2 comentarios:

Marcela dijo...

Hay algo catárquico en hacer una limpieza de esas de tirar y tirar; es como renovarte en cierto sentido, da sensación de ligereza y de libertad. Eso sí, prefiero tirar sin que tenga que poner la casa en orden porque viene alguien, ajajjaa.

Mármara dijo...

...sensación de libertad, de ligereza y... ¡de espacio!

 
Free counter and web stats