Ayer, en la frutería de mi barrio, me encontré a Los Osos. Andaban visitando las tiendas del barrio y aprovecharon para hacer unas compras.
Necesitaban comprar algunas frutas que no tenían en su clase, es decir, que no habían llevado de sus casas para comerla a la hora del recreo, como hacen, desde hace años, cada día.
Con gran complicidad por parte de la frutera, iban haciendo su pedido con la ayuda de una de sus maestras. Que si un par de peras, que si tres mandarinas, que si dos plátanos. No, manzanas no, que las trajo Sergio, ni nueces, que las trajo Alba, ni avellanas, que tenemos muchas... La maestra iba nombrando y la frutera señalando. Frutas, verduras, frutos secos... Las criaturas nombraban, pedían, recordaban.... Llegó la hora de pagar y la encargada sacó el monedero de su bolso, aunque fue la maestra la que escogió el billete adecuado, mostrándolo al grupo.
La frutera se ofreció para poner cada fruta en una bolsa. La maestra agradeció el detalle, pero acordaron llevárselo todo en una misma bolsa para ahorrarse los plásticos.
Les hice una foto, a las criaturas y a sus maestras, frente al escaparate de la frutería, que ya estará en el corcho de su aula, junto a los dibujos que hayan hecho para conmemorar la visita.
Observe al grupo mientras se dirigía al paso de peatones. De dos en dos, de la mano, en grupo (que no en fila). Cruzaron la calle y entraron en la pescadería. Cuando me iba, el pescadero alzaba, con una sonrisa de oreja a oreja, un pulpo que todo el mundo quería tocar.
Esta mañana, cuando me iba a trabajar, me encontré a Las Ardillas, que también se iban de visita y de compras por el barrio.
Los Osos y Las Ardillas tienen tres años.
5 comentarios:
Qué suerte tienen de tener unas maestras que creen en la docencia. Enhorabuena a ese barrio por tener un colegio así.
Sabes, creo que ya te comenté que yo he visto, en el colegio de mi hija, hace unas cuatro o cinco años, una profesora entusiasta que que hacía cosas de estas, tres cuatro veces al mes, sus compañeros la miraban como el que mira a un extraterrestre. Ésta no la tuvo mi hija, pero uno de los padres que sí la tuvo me comentaba que, esa profesora era un desastre, todos los días por ahí, no les pone deberes, y pensé, Dios da pañuelos a los que no tienen nariz.
CuAndo mi hija tenía cinco años, en la reunión primera de curso con la profesora, después de oir una desgradable charla, por la suficiencia y soberbia con la que la daba, le pregunté si no tenían previsto hacer alguna salida, eran 16, y me dice, más que sonriendo, "ustedes no son capaces de sujetar a uno y yo voy a sujetar a 16", es el colegio en el cual entramos en septiembre y salimos en octubre hacia otro, debo de reconocer que me supuso una gran satisfacción decirla que la abandonabamos que nos íbamos a otro colegio.
A mi me gusta mucho que salgan, y que vayan a sitios, pero es difícil convencer a algunos padres que eso es muy beneficioso.
Ayer por ejemplo, se hicieron puertas abiertas en el edificio de juzgados en el que trabajo, vinieron chicos de dos colegios, daba gusto verlos, que atentos estaban, como preguntaban cosas, que preguntas más curiosas, pasamos una mañana estupenda con ellos.
Un saludo
No quiero ni imaginar qué dirían esas familias que mencionas, Chus, si supieran que en este colegio el ciclo de Educación Infantil se pasa el día en la calle. Una de sus actividades fijas es la visita al CMAE (Centro Municipal de Arte y Exposiciones), pero cualquier disculpa es buena para conectar la Escuela con la Vida.
¿Cuál es el secreto? Que esas maestras tienen muy claro cuál es su papel como docentes. Y no tienen miedo. Dudas, sí, claro, miedo no.
Sí, Marcela, yo también creo que este barrio tiene mucha suerte de contar con unas maestras así. Hay muchas como ellas en todo el territorio patrio(sólo hace falta leer "Cuadernos de Pedagogía" para darse cuenta), lo malo es que, como siempre, es otro tipo de docentes el que hace más ruido.
A esas maestras habría que hacerles un monumento, su trabajo es lo que hace que aun tengamos esperanza en que las generaciones venideras mantegan la curiosidad por las cosas nuevas con las que vayan a enfrentarse y que indaguen sobre ellas. Yo, como profesora de universidad que intenta acercar la estadística a los alumnos de primero, me desespero por motivarlos y el resultado no es precisamente el esperado... Uno llega a perder la ilusión en la docencia y conozco profesores de primaria que están pasando por lo mismo, y lo más triste es que es por culpa de los padres, muchos de ellos como esos que nombras en el post.
Totalmente de acuerdo, Tocotó, a estas maestras y a miles como ellas que dedican su vida a la docencia en el término más amplio de la palabra, a conectar la Escuela con la Vida, a transmitir a su alumnado la pasión por el conocimiento, a fomentar la curiosidad, a convertirse en personas críticas consigo mismas y con el mundo que las rodea.
Para eso, como decía ayer en "El País" (en un artículo que te recomiendo) José L. Sánchez, profesor del IES "Clara Campoamor", de Getafe, "No creo en la vocación, sino en la profesionalidad", o lo que es lo mismo, de adaptarse a los tiempos y formarse para dar respuesta a las exigencias de la sociedad en la que vivimos, en vez de anclarse en el pasado e instalarse en la queja perpetua porque las cosas ya no son como antes.
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